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OPINIÓN

El capitalismo de compadres y la elección de 2021

La polarización que experimentamos, es producto de un encontronazo entre el bloque de poder neoliberal, y el gobierno de la 4T. | Teresa Incháustegui

Escrito en OPINIÓN el

La polarización social, económica, ideológica y política que experimentamos día a día, en múltiples dimensiones, unas veces como diatribas y descalificaciones de cada bando, otras como amagos y últimamente enfrentamientos crudos, claros y verdaderos, es producto de un encontronazo entre el bloque de poder neoliberal forjado por Salinas de Gortari y Zedillo en los años noventa, fuertemente cohesionado en los gobiernos subsecuentes del PAN y del PRI, con sus satelitales amigos de la izquierda. Y, por la otra, el gobierno contra hegemónico (que no bloque de poder) de la 4T empeñado en cercenar (por ahora no puede más) las bases desde donde se asienta y reproduce ese bloque neoliberal. 

El bloque neoliberal ha sido creado y cebado a ciencia y paciencia de las administraciones públicas a lo largo de treinta y seis años. Integrado por empresarios y banqueros de nuevo cuño, pergeñados mediante favores diversos: desde ventas de garaje de las empresas y bancos, a concesiones de regalo por servicios públicos  (1982-1999) coberturas y financiamiento a quiebras a costa del erario público; entregas cuasi gratuitas de recursos naturales, agua, minas; energía; entrega de recursos públicos vía condonaciones de impuestos (aprox. equivalentes 4% del PIB, solo a nivel del gobierno federal durante el gobierno de Fox) contratos y compras que lesionaban los recursos públicos, etc. Los historiadores económicos se encargarán de contabilizar los montos de las transferencias de dinero y riquezas que forjaron la más sólida alianza de nuestra historia, que incluye a varias generaciones de autoridades públicas, legisladores, jueces, magistrados, comisionados de los cuerpos autónomos, etc. con una casta de negociantes (que no empresarios) que acumuló riquezas sin cuento través de ganancias fraudulentas, condiciones de privilegio en el mercado; despojo descarado a consumidores indemnes y toda una caterva incontable de canonjías, que hicieron de cualquier vivillo un pingüe empresario. De este listado no se puede descontar la vía de delito y la exfoliación criminal, que ha sido una de las fuentes de acumulación de poder y dinero más rápidas y eficientes que este bloque de poder ha puesto en acto en los últimos treinta años. Desde las elecciones de 1988 o los magnicidios de 1993 y 1994 (el Cardenal; Colosio, Ruíz Massieu)  el crimen ha sido el brazo armado de la política y, la política, el canal de sustento de la alta criminalidad. 

Así, el gran salto económico del México neoliberal, del capitalismo de compadres, que el bloque neoliberal defiende hoy con uñas, dientes, cuchillos, balazos, amparos o, acuerdos con las instituciones que se hicieron a modo, con los medios nuevos y viejos y con toda clase de gazapos y trampas posibles, es ese modo de acumulación y riqueza basado en apropiación del Estado, salarios de hambre y condiciones de vida indigna, falta de oportunidades para jóvenes; precariedad de servicios educativos y de salud para la gran mayoría y, un mundo exclusivo, cerrado a las miradas y acceso a los no incluidos, cercado por guaruras, propio de los sultanatos para el 1% de la población que controla 54.7% de los ingresos.  

El crimen organizado, esa confabulación de delincuentes y autoridades para construir una logística protegida de movimientos de dinero, armas, drogas, mercancías robadas,  gasolinas, agua, medicinas, granos, extorsiones, trata de personas y una larga lista de etcéteras, que liga empresarios, bancos, criminales, policías, jueces, custodios, solados y gobernantes, legisladores, munícipes, no es una anomalía del esquema neoliberal. Es una parte sustantiva del modelo porque es una variante de la forma de inserción económica de México en los mercados globales, particularmente con el sistema financiero en el que se lavan los dineros y porque es una vía muy expedita para capitalizar riqueza y acumular poder territorial; porque socava tanto la soberanía y el poder del estado, como la base social de sustentación del orden social. La connivencia del crimen con el Estado en México tiene expresiones muy concretas, casi esculpidas, en entidades como Tamaulipas, donde desde 1982 sus sucesivos gobernantes están perseguidos o acusados de ligas y negocios con el crimen organizado.    

Hace unos días el jefe del Comando Norte de los Estados Unidos de América, Glen Van Herck comentaba que aproximadamente entre 30 y 35% del territorio nacional mexicano está controlado por alguna variante del crimen organizado; mientras Sergio Aguayo calcula que entre 25 y 27% de la población del país participa directamente o se beneficia indirectamente de las actividades criminales o tiene algún familiar metido en estos negocios. Porque si por arriba la criminalidad de estado forja nuevas burguesías locales basadas en las extorsión, el despojo de tierras y riquezas, por abajo la criminalidad es la ruta para que esa población joven marginalizada del bienestar y las oportunidades del modelo neoliberal, que cotidianamente experimenta una vida de urgencia (que señala la socióloga Magali Sánchez), en la precariedad del día a día que impone la carencia, recicle la vida de urgencia, la sobrevivencia del día a día jugándosela con el arma en la mano a salto de mata, con tal de ascender económicamente en poco tiempo y saborear las mieles del poder y la riqueza aunque sea por hoy: mejor un año de Rey que una vida de buey.

Pero las bondades del modelo neoliberal del capitalismo de compadres mexicano fueron muy pocas incluso en términos económicos. Comparado con las tasas de crecimiento económico de Brasil, de Chile, Perú, Costa Rica, Bolivia y Paraguay todos por arriba del 4% entre 2003-2016, la de México fue de 2.6%  (F. Calderón y M.Castells: La Nueva América Latina, FCE, 2019) y con el segundo mayor índice de desigualdad de la región, adelantado solo por el Brasil. Comparando el componente interno de las tasa de exportación mexicana, uno de los indicadores multi celebrados por el bloque neoliberal, el coeficiente de arrastre en el crecimiento de los otros sectores de la economía es el más bajo a nivel de los grandes países de la región (25 centavos de cada dólar). Mientras nuestra más cotizada mercancía de exportación que ha sido en épocas de crisis el factor más importante de compensación de la cuentas externas: el sudor de nuestros compatriotas migrantes fue dejada de lado por estos próceres del mercado.

El único desafío sistemático que estuvo en el horizonte de este bloque de compadres fue la oposición representada por un tal López Obrador, por decir, cualquiera, nadie. Pero este cualquiera ninguneado logró sacarlos del poder en las elecciones de 2018, por un alud de votos de los que fueron mayoría los desechados, marginalizados, ninguneados y engañados de los treinta años anteriores. El bloque de compadres está indignado y rabioso por haber perdido su presa, ha sido medio desangrado, pero nada grave, sigue vivito y coleando. Si vio en la pandemia la ocasión de oro para medrar, hoy mira el proceso electoral como el momento de dar el zarpazo. El acuerdo del INE con el que se anula más de 60 candidaturas de Morena, es un jaque al Rey, un golpe de mano audaz que calcula una escalada donde el Ejecutivo pierda equilibrio. El Rey ha entrado a saco.