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El asesinato de Pancho Villa

La supuesta inocencia de Álvaro Obregón se volvió en su contra.

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Escrito en OPINIÓN el

A 93 años de la muerte del ex jefe de la División del Norte no ha quedado claro aún el grado de participación que tuvieron las autoridades gubernamentales en el crimen: ¿Responsabilidad directa? ¿Complicidad? ¿Encubrimiento?

 

Después de diez largos años de lucha revolucionaria, Francisco Villa pactó la paz con el presidente Adolfo de la Huerta. El nuevo mandatario había asumido el gobierno provisional luego del asesinato de Venustiano Carranza, instrumentado por Álvaro Obregón. Los convenios para el nuevo orden incluyeron la dotación de tierras para los hombres del antiguo ejército villista y el pago de un año de haberes. Al jefe, el gobierno le cedió la Hacienda del Canutillo, ubicada en el estado de Durango, un inmueble no pedido por él, aislado, casi totalmente destruido y en el que por fuerza debió fijar su residencia. Para el mantenimiento de su seguridad Villa obtuvo como concesión especial, una escolta de cincuenta hombres escogidos entre sus más fieles seguidores.

 

Los tres años que vivió en aquella localidad fueron de arduo trabajo, había que levantar muros y sembrar las tierras para volver a poner en pie lo que alguna vez había sido una próspera finca. Villa trató de llevar una vida familiar al lado de sus hijos, atendiendo a sus cuidados y educación. No obstante, la vida se empeñó en ponerle obstáculos y la ansiada paz luego de tantos años de guerra, no fue plena. El antiguo revolucionario tuvo que esquivar diversas acusaciones que intentaron involucrarlo en el levantamiento de Francisco Murguía en contra del gobierno de Obregón, y en hacer acopio de armas para encabezar una rebelión. Otros asuntos lo tuvieron en la mira de diversos personajes a los que en distintas ocasiones se había enfrentado: los gobernadores de Durango y Chihuahua, Jesús Agustín Castro e Ignacio C. Enríquez respectivamente.

 

Por otra parte altos funcionarios del gobierno federal recelaban de sus relaciones con diversas organizaciones agrarias de La Laguna y de Chihuahua. Obregón tuvo que enfrentar las amenazas de Villa sobre posibles alzamientos si no se detenía el contrato de compra venta de las propiedades del reconocido terrateniente chihuahuense Luis Terrazas a una compañía estadunidense. Otros factores intervinieron en el desasosiego del revolucionario, problemas de tipo legal con ex compañeros de lucha que abusaron de su confianza y la animadversión de gente agraviada durante la revolución.

 

Es probable que el complot para asesinar a Villa se haya decidido luego de que el periódico El Universal publicara la entrevista que le hizo al ex revolucionario. Aunque las elecciones presidenciales estaban lejos, la lucha por la sucesión había iniciado. Los principales rivales eran Plutarco Elías Calles, secretario de Gobernación y Adolfo de la Huerta, secretario de Hacienda y quien, como ya se dijo, concluyó de manera interina el tiempo que le faltaba a Carranza para cumplir su mandato. Calles era el favorito de Obregón para sucederle, pero De la Huerta contaba con el apoyo de Villa, quien abiertamente se había inclinado por él en la entrevista. Otras declaraciones indiscretas y poco afortunadas pusieron al gobierno en alerta.

 

La mañana del 20 de julio de 1923 luego de pasar unos días en Parral, Chihuahua, Villa decidió regresar a Canutillo, tomó el volante de su auto y se puso en marcha. Al llegar a la esquina de Juárez y Barreda, un hombre levantó la mano y profirió el grito de guerra que hizo célebre a la División del Norte: ¡Viva Villa! Sólo que en esta ocasión, anunciaba su muerte. Más de 40 balas expansivas alcanzaron el automóvil. El ex revolucionario murió instantáneamente al igual que su secretario Miguel Trillo, su chofer y su asistente. De tres escoltas gravemente heridos, sólo uno sobrevivió.

 

Un día después del crimen se realizó el funeral. El profesor Jesús Coello, director de la escuela establecida en Canutillo y orador oficial, increpó al general Eugenio Martínez jefe de operaciones militares: -“Su uniforme está manchado con la sangre de esta víctima cuyo asesinato tiene perfiles políticos, y usted no cumplirá ni como hombre ni como militar ni como compadre del general Villa si no hace las aclaraciones necesarias caiga quien caiga”.

 

Álvaro Obregón se había apresurado a manifestar sus condolencias a la familia del difunto y a subrayar que el gobierno llevaría a cabo una profunda investigación para aprehender a los culpables. La supuesta inocencia del mandatario se volvió en su contra cuando un comité de la Cámara de Diputados conformado para investigar el asesinato, determinó que había sido de naturaleza política y que ninguna autoridad civil o militar había puesto empeño alguno en las indagatorias, antes bien las habían estorbado de todas maneras posibles.

 

La opinión pública mexicana y diversos observadores extranjeros coincidieron en señalar a Plutarco Elías Calles como responsable de la muerte del ex jefe de la División del Norte. Félix Lara, jefe de la guarnición militar de Parral, recibió directamente de él las instrucciones para eliminar a Villa. De ese modo, la conspiración fue instrumentada por altos mandos del ejército, entre ellos Joaquín Amaro, que luego sería secretario de Guerra en el gobierno de Calles y ejecutado materialmente por algunos de los más señalados enemigos de la víctima, conformando un grupo que, con el aval del presidente, actuó en consecuencia.

 

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*Dra. Guadalupe Villa Guerrero

Investigadora del Instituto Mora. Es doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus investigaciones se centran en el análisis de la historia política y social en el norte de México; en el comportamiento de las élites durante la Revolución en Durango; y en diversos aspectos de la vida del general Francisco Villa. En el Premio Antonio García Cubas concedido por CONACULTA, recibió Mención Honorífica por el libro Pancho Villa Retrato Autobiográfico 1894-1914.

 

 

 

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