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Educación sin educación

El sindicalismo mal entendido ha corrompido a muchos maestros que tienen dos o tres plazas propias y a nombre de familiares.

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Escrito en OPINIÓN el

A lo mejor es cosa de los tiempos. O un tema de cambios de circunstancia, que dijera don Luis González y González en su libro La ronda de las generaciones

 

… O es que acaso tengamos que volver al viejo dicho aquel de que “todo tiempo pasado fue mejor”, aunque no siempre fue así, sobre todo para quienes transitamos por ‘largos y sinuosos caminos’ para sobrevivir en este valle de lágrimas.

 

A principios de los sesenta, los que éramos niños entonces llegábamos a la escuela primaria cargados con las mochilas llenas de cuadernos (¿para qué tantos? preguntábamos), libros que comenzaba a regalar la Secretaría de Educación Pública según el esquema del viejo proyecto de Jaime Torres Bodet en su primer lapso como secretario de Educación Pública durante el gobierno de Miguel Alemán y ya, por estas fechas, lo de los libros de texto gratuitos, en manos de Martín Luis Guzmán…

 

…También llevábamos crayolas rotas de mil colores, gomas mugrosas y empequeñecidas, lápices con punta sacada con navaja de rasurar (no hay aroma mejor que el de la madera de los lápices recién afilados), cuadernos de doble  raya, de cuadrícula grande, de dibujo y la torta de nata o de frijoles refritos envuelta en una bolsa de papel, para el recreo…

 

Por aquellos años los maestros eran de acero; terriblemente estrictos en eso de enseñarnos la ‘O’ por lo redondo, porque sabían guiarnos y decirnos por qué se llamaba ‘O’ y por qué es redonda. Parte y parte: Nosotros veíamos que nuestros maestros lo sabían todo, quizá porque los veíamos con temor, pero más que éste, con admiración y cariño: Se lo ganaban con creces…

 

Y además porque sabían enseñar. Era como si lo tuvieran en la piel, como si su palabra fuera el único sonido que escucháramos alrededor; como si nuestro silencio diera paso a su emoción por la enseñanza: Porque había emoción en ellos; la percibíamos; sabíamos que quien estaba al frente quería estar al frente y decirnos todo lo que sabía para que nosotros lo supiéramos junto con ellos: “el varón que tiene corazón de lis, alma de querube, lengua celestial…”.

 

Era así. Por entonces ya habían ocurrido las huelgas de 1958 encabezadas por Othón Salazar y el Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM) que el 12 de abril de ese año invadió el Zócalo de la capital y que fue reprimido por el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines. Hubo muertos. Y por lo mismo el movimiento magisterial creció…

 

Para el 19 de abril de 1958, el MRM organizó una marcha del monumento a la Revolución hasta la Plaza de la Constitución, exigiendo, además de su aumento salarial, castigo a las autoridades culpables: ese día los maestros suspendieron labores y se desligaron del SNTE. Esto último fue el pretexto de las autoridades para desconocer el movimiento de Othón.

 

Los maestros tomaron las instalaciones de la SEP en el viejo centro del DF; la Iniciativa Privada mexicana exigía al gobierno que desalojara las instalaciones por la fuerza; la CANACINTRA pidió que se controlara la situación ‘al costo que fuera’; la Asociación de Banqueros pidió que se limpiara al magisterio de socialistas y comunistas; los empresarios de Nuevo León pedían que se declarara un estado de sitio. Otra represión el 7 de septiembre. Othón fue llevado a la cárcel…

 

En el lapso, se habilitó a personal administrativo-secretarial, para que dieran clases a los niños de las escuelas primarias… Todo un espejo de contradicciones gubernamentales: Querían educación de calidad y le quitaban calidad social y pedagógica a la educación. Educación sin educación.

 

No importa. Sí importa. Eran otros tiempos en los que el magisterio tenía luchas concretas y exigencias sólidas: La gente estaba con ellos. Y eran otros tiempos en los que la represión era posible porque había un gobierno y un empresariado poderosos que hacían y deshacían en nombre de su capital y los empleos mal pagados… Era así… ¿Es así aún?...

 

Pero también había una mística educativa. Se conocía el valor y la importancia de la educación para los mexicanos. Veníamos de un largo camino recorrido en el que el analfabetismo predominaba en el país; en el que ir a la escuela para muchos pequeños era un privilegio que la mayoría no conseguía… Era un tiempo de maestros maravillosos que nos iluminaban e inculcaban el valor de la solidaridad social, el peso de la lectura y escritura como punto de arranque para que ‘fuéramos otros’ y para que ‘no nos dejáramos’…

 

Aprendimos el sentido de las palabras al mismo tiempo que el maestro se esmeraba en enseñarnos el sentido de la justicia. Leíamos los libros de texto, pero también nos leían a Rubén Darío, a Nervo, a González Ortega, a Gorostiza y su Muerte sin fin… Vaya que fue así… porque los maestros lo sabían todo y sabían enseñar: Eso es…

 

Hoy muchos maestros no se quieren evaluar. En Oaxaca y Michoacán consiguieron no evaluarse. El sindicalismo mal entendido ha corrompido a muchos maestros que tienen dos o tres plazas propias y a nombre de familiares, de las que reciben recursos para enseñar y para apoyar a sus líderes sindicales: Caso de la CNTE.

 

No. No es que todos los que están ahí sean el malvado que acusa la tele y la radio y algunos impresos: No. Pero sí han permitido que su vocación sea puesta bajo un techo de plástico de mil colores, a la intemperie, con comida micro, con respeto mínimo por su dignidad y porque si no van se tendrán que enfrentar a la ira de sus directivos sindicales…

 

Maestros vocados y capaces hay ahí. Sí los hay. Pero la imposición de una guerra que no es su guerra elimina toda posibilidad de razón y de recuperación de su sentido de la justicia, la igualdad, el derecho a un buen sueldo ganado a pulso enseñando… y el cariño y la admiración de sus alumnos: Todo perdido ya… ¿qué sigue ahí?...

 

“El varón que tiene corazón de lis… alma de querube, lengua celestial…".

 

@joelhsantiago