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Duarte, producto del sistema

Javier Duarte se ha convertido en el símbolo más importante de la corrupción política en México.

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Escrito en OPINIÓN el

Quien fuera presumido durante la campaña presidencial del 2012 por el entonces candidato Enrique Peña Nieto como uno de los rostros del “nuevo PRI”, Javier Duarte de Ochoa, se ha convertido en el símbolo más importante de la corrupción política en México.

El ex Gobernador de Veracruz acumula acusaciones por el desvío de 60 mil millones de pesos de recursos federales, la creación de empresas fantasmas que recibieron cuantiosos contratos del gobierno estatal, fraude en tratamientos médicos o la apertura de 112 cuentas bancarias. También se le atribuye la propiedad de un rancho en Valle de Bravo, una hacienda en Córdoba, departamentos en Madrid, Polanco y las Lomas en la Ciudad de México así como la adquisición de diversos inmuebles ubicados en lujosos fraccionamientos de Houston y Miami.

Pero Duarte no sólo es señalado por su frivolidad y por los múltiples escándalos de corrupción que caracterizaron a su gobierno, sino por la precaria situación en que dejó al estado de Veracruz en materia de endeudamiento -no se podía esperar otra cosa-, inseguridad y violencia y un hecho muy destacado fue la persecución, desaparición y muerte de periodistas.  

Por ello no es de extrañar la enorme indignación y exigencia de castigo que se ha generado en torno a este personaje cuya detención en Guatemala ha ocupado la mayoría de los espacios en medios de comunicación durante los últimos días, y que el gobierno mexicano ha tratado de presentar como un ejemplo de su decisión de combatir la corrupción e impunidad aunque con muy poco éxito, pues recordemos que, cuando menos por omisión, le dieron la oportunidad de “desaparecer” en un helicóptero oficial al día siguiente en que pidió licencia al Congreso supuestamente para no entorpecer las investigaciones y preparar su defensa.

Incluso se ha especulado respecto a que la detención de Duarte pudo haber sido pactada con las autoridades para que respetaran a su familia y sus “bienes” a cambio de su silencio, pues no es difícil suponer que en la extensa red de corrupción que armaron, y que fue ampliamente detallada por su esposa Karime Macías en sus famosos diarios, pudieran estar implicados muchos políticos y que parte de los recursos fueran destinados al financiamiento de campañas -en 2012 fueron detenidos dos funcionarios de su administración con 25 millones de pesos en efectivo y nunca se aclaró el origen o destino de ese dinero-. 

Sin embargo, lo más preocupante son las condiciones que permitieron que Javier Duarte pudiera actuar sin ningún límite a pesar de las múltiples alertas que se lanzaron por años, y que lejos de ser una excepción, pareciera un denominador común como lo demuestran los numerosos casos de ex gobernadores y presidentes municipales encarcelados, prófugos o en proceso de investigación, eso sin contar todos aquellos casos que no conocemos de los distintos niveles de gobierno y poderes públicos. Duarte no es un monstruo, tan sólo es producto de un sistema del que forman parte la corrupción y la impunidad.