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¿Dos Méxicos?

En todo caso, el tono pastoral y diplomático no caló; no cambia las cosas.

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Escrito en OPINIÓN el

Al paso del Papa Francisco en México la multitud católica nacional no le pedía mucho: Apenas una bendición, una señal, una mirada… Querían que Jorge Mario Bergoglio se les acercara y les dijera con su mano extendida que no están solos, que alguien se ocupa de todos y que hay quien les quiere… Los gritos desaforados de muchos ahí pedían eso: Un poco de comprensión, afecto, solidaridad y, si se puede, cariño… México es un país que necesita cariño y por lo mismo lo busca.

 

Ha sido largo el camino y muchas las traiciones políticas, los abusos económicos, los engaños de funcionarios malévolos, la violencia, la corrupción, el crimen, la ausencia de gobierno en sentido social y humano y falta de liderazgo en tiempos en los que predomina la ingobernabilidad en la mayor parte del país.

 

Así que sí: La multitud pedía una bendición pero también que Francisco les solucionara el gran dilema histórico: Su ‘Laberinto de la soledad’  que nos escrituró Octavio Paz.

 

Con todo, Francisco dijo que su viaje a México era Pastoral y no de Estado. Es claro que así advertía que no habría de meter la cuchara en altos asuntos de gobierno, pero sin ser omiso. Aun así, los mexicanos esperaban que en su nombre dijera verdades y que hiciera reproches y regaños.

 

…Querían que el Papa Francisco tocara las heridas que más dañan al cuerpo social mexicano. Que le dijera a los poderosos que ahí está la llaga y que se hicieran cargo de curarla, o de hacerse a un lado para que alguien la cure… Bergoglio lo dijo a su manera; de forma diplomática, ciertamente acertando en los grandes dolores mexicanos y quien entendió-entendió; pero pocas veces el mexicano de a pie encontró ese grito indignado, de reivindicación, que estaba esperando…

 

Podía hacerlo, pues el mismo Bergoglio tuvo suficiente capacidad política para poner en paz a los pillos que medraban con el Banco del Vaticano y el mismo que en tono de fino hilado bordó el encuentro entre el agua y el aceite: Estados Unidos y Cuba y que después de casi mil años se encontrara con Cirilo, el patriarca de la Iglesia Ortodoxa, y saliera airoso.

 

En México ocurrió el aparente silencio. La gente lo percibió, pero también había otra parte de esta visita la que le importaba: La de la oxigenación espiritual. En todo caso el tono pastoral y diplomático no caló; no cambia las cosas, no transforma y no hace crear conciencia entre quienes deciden y entre quienes viven. Son necios y ambiciosos. Pero queda el consuelo de la bendición, que quería decir: “Quiéranos”.

 

Ya luego veremos los desfiguros adyacentes de muchos políticos aquí; y el abuso de las televisoras para capitalizar la estancia del prelado católico;  como la despersonalización de los conductores y entrevistadores que sumidos en sus propias creencias hacían acto de fe permanente y todos aquellos que compraron tiempos especiales entre oración y oración para anunciar sus productos en contradicción a lo que Bergoglio pregonaba de la ambición como pecado capital.

 

¿Y qué tal los políticos mexicanos del Estado laico, contritos y silenciosos que se sentían ángeles, serafines y querubines? Así que sí, en efecto, la visita del Papa Francisco fue un poco de sol en agua helada: Semper fidelis.   

 

Y casi al mismo tiempo la realidad íntima del país. La violencia como forma de expresión extrema; como forma de reclamo y rechazo; como forma de confrontación y rebelión en un país cuyo gobierno no entiende ni se entiende como gobierno: ya federal, estatal o municipal.

 

Otro México, uno más de los muchos Méxicos. Unas cuantas horas antes de la llegada de Jorge Mario Bergoglio al país ocurrió la tragedia del reclusorio de Topo Chico, en Monterrey, Nuevo León. La noche del miércoles 10 de febrero dos grupos antagónicos de reclusos se enfrentaron de forma brutal.

 

Quienes vean las escenas de lo que ocurrió ahí no pueden más que estremecerse ante tal grado de violencia, tal animalidad, tal fiereza de unos contra otros en un ambiente dantesco de claroscuro mientras las sirenas de la cárcel aúllan a todo; luces y sombras; siluetas y fuego; gritos, aullidos, odio o clemencia: vida o muerte… Murieron 49, cinco fueron calcinados y doce están gravemente heridos: todo en 40 minutos.

 

Que la disputa fue por el control del penal: Los de Jorge Iván Hernández Cantú, “El Credo” contra Juan Pedro Saldívar Farías, “El 27”. La confrontación se fue gestando a lo largo de las semanas y estalló esa noche. Hoy se habla, también, de falta de control y aún se presume complicidad de las autoridades del penal, había privilegiados y relegados… ¿Quién supervisaba a la autoridad penitenciaria?... ¿Quién se hace cargo del estado del sistema penal mexicano?...

 

Había hacinamiento en la cárcel construida en Topo Chico el 3 de octubre de 1943. Al momento sólo deberían caber 2,600 reclusos: había 3,800. Esto en cifras oficiales. Aunque reclusos dicen que había pequeñas celdas en las que se aglutinaba a diez de ellos y una sola litera. La ONU reclama que ahí había malas condiciones sanitarias, mala calidad de la comida, tratos crueles-inhumanos y degradantes hacia muchos ahí… La sobrepoblación del penal –sigue la ONU- es de 35%...

 

Es que en tales condiciones el trato humano se desgaja; es natural que vivir así, aun purgando una condena los ánimos se exalten y se generen confrontaciones: pero el grado al que se llegó en Topo Chico, como se ha llegado en otros reclusorios, debería hacer pensar a las autoridades que el procedimiento y el resguardo están mal… Que la sicología de quienes están ahí se extrema y que quienes deben hacer guardar el orden y la convivencia por lo menos serena no lo hacen y sí, por otro lado, permiten o estimulan las desavenencias…

 

Ahí, en unas cuantas horas la expectativa de la paz nacional en armonía y con estímulo y liderazgo frente a la realidad de la violencia y el crimen: ¿dos Méxicos? No, uno sólo y en un mismo tiempo… Parece mentira, pero no lo es… Y tanto poder político mal entendido… y tanta soledad de muchos… Es México en los tiempos de su laberinto y su soledad. Es México-2016.  

 

@joelhsantiago