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Donovan

El niño que empezó a patinar en una pista de centro comercial hoy es un atleta olímpico que se ha ganado un lugar en la historia. | Ivonne Ortega

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Escrito en OPINIÓN el

Ver a Donovan Carrillo Suazo en su presentación en los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022 es presenciar, en sus propias palabras, el cumplimiento de un sueño.

Ha sido la tenacidad y la determinación del joven patinador las cualidades que le han llevado al éxito, desde su natal Zapopan, en Jalisco hasta las pistas profesionales. Un repaso a las etapas que ha seguido desde sus inicios en 2007, no hace más que admirarnos por su crecimiento a base de esfuerzo propio y apoyo de sus familiares y amigos.

Donovan vio en el patinaje la forma de expresar su talento, y persistió en su práctica, con la ayuda de un buen entrenador que creyó en él, y nada lo hizo desistir. A falta de espacios especializados, se entrenó en la pista de un centro comercial, y cuando cerró, cambió de residencia a León, Guanajuato. Era un joven de menos de 15 años.

En 2016 saltó a la fama cuando en un certamen internacional participó con la música del gran Juan Gabriel, quien había fallecido recientemente. Entonces ya destacaba Donovan por sus cualidades técnicas y artísticas, pero en México fueron muchas más las personas que se fijaron en el tema musical y especuló sobre las razones de usarlo. Pero siguió adelante.

Hoy vemos a un joven pleno en el desarrollo de sus habilidades en una disciplina difícil y poco común en nuestro país, como es el patinaje sobre hielo. Pero el niño que empezó a patinar en una pista de centro comercial hoy es un atleta olímpico que se ha ganado un lugar en la historia, pero aún más importante: ha cumplido su sueño.

¡Cuántas y cuántos jóvenes, niñas y niños hay en nuestro país con sueños similares al de Donovan en diversas disciplinas, áreas de desarrollo, en materias que muchas y muchos ni siquiera imaginamos! Y solo basta creer y fuerza de voluntad, claro, pero con un empujoncito del Estado Mexicano ese esfuerzo de tantas familias, esos sueños, pueden llegar a materializarse para bien de nuestro país y para el desarrollo personal de tantas y tantos soñadores.

Justo ahora, deben estar en las aulas, en el campo, en sus hogares, quienes pueden llevar su talento a niveles superiores. Debemos apoyarles.

En materia deportiva, ¿qué hace falta para que nuestro país deje de ver al deporte como una pieza aislada en el desarrollo nacional y de las personas, y se empiece a integrar a la educación, para detectar a los talentos desde edad temprana, acompañarles, apoyarles, hasta que lleguen a los niveles que sus habilidades y capacidades les merezcan?

En la ciencia y la educación, en vez de cerrar fideicomisos y reducir becas para estudios en el extranjero, ¿no será mejor reforzar esos mecanismos para que cada vez más mexicanas y mexicanos accedan a mejores oportunidades de especialización en instituciones destacadas a nivel internacional?

¿No será mejor dejar de vernos como un país apenas en desarrollo para aspirar al desarrollo pleno a partir del talento, esfuerzo y dedicación de tantas mexicanas y tantos mexicanos en disciplinas de la ciencia y la tecnología?

En materia económica, sin menoscabo de las tradiciones culturales, ¿vale la pena sostener la idea de que el destino de las y los mexicanos tiene que atarse a los sistemas tradicionales de producción? ¿Debemos conformarnos con arriar al burro para darle vueltas al trapiche?

¿O por qué no mejor aprovechamos tanta riqueza en ciencia, tecnología, educación, formación y capacidades de personas egresadas y posgraduadas que pueden y deben incorporarse al sistema de producción para revolucionar sistemas, técnicas, herramientas y mecanismos, en bien del país?

Es cuestión de voluntad. Y hay que empezar por quienes nos gobiernan, porque la voluntad de mexicanas y mexicanos está presta.

Sí se puede, y sí hay talento. Esa es la lección que nos ha enseñado Donovan.