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Disputar el sentido común

¿Es posible un Podemos mexicano? No insistan en hacer un Podemos –insiste Monedero.

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Escrito en OPINIÓN el

En una de sus visitas a México –recuerda Juan Carlos Monedero– un escritor le comentó que los narcos estaban tan envalentonados que hasta se vestían como narcos. Esa idea inspiró la frase con la que inicia su libro Curso urgente de política para gente decente: “Vivimos un tiempo en el que la gente decente anda perpleja, y los canallas, envalentonados.”

 

Esta semana el fundador de Podemos volvió a México tras una larga temporada de no visitarnos. Vino a invitación de Revista La Zurda y Fundación para la Democracia en el marco de la formación de Por México Hoy. Junto con otros colegas, tuve el enorme privilegio de acompañarlo a sus conferencias, entrevistas, encuentros con estudiantes y liderazgos políticos y sociales.

 

De estas charlas tomé notas en una libreta negra que se ha vuelto mi fiel acompañante. Ahora transcribo y organizo mis jeroglíficos con el fin de compartir con ustedes las ideas-fuerza de uno de los pensadores –y actores– más lúcidos y que más están influyendo en nuestra época. De paso, revivo las conversaciones. Me disculpo de antemano por alguna distorsión de mi no tan fiel memoria, con la certeza de que en términos generales esto fue lo que escuché.

 

¿Qué es la decencia? Proviene de la misma raíz que la palabra dignidad. Es una negociación con uno mismo y con nadie más. La decencia consiste en no humillar a nadie ni dejar que nadie te humille. Lo contario a la dignidad es no tener empatía, no estremecerte ante el dolor de los demás.  Cuentan que en una ocasión, un capataz tiró el pago de un trabajador al suelo. Al verlo impasible, le preguntó: ¿qué no lo vas a levantar? A lo que el trabajador respondió: En mi hambre mando yo.

 

Sobre el humor. El humor se contrapone a la solemnidad de los estúpidos. Españoles y mexicanos compartimos la característica de ser muy irreverentes, pero a la vez muy obedientes. Los chistes tienen que servir para deconstruir las órdenes y los mandatos, para exhibir al rey desnudo.

 

Sobre el éxito de Podemos. Podemos es una fuerza que ha cambiado el escenario de España y de Europa porque se atrevió a pensar de manera diferente. A veces hay que desaprender para poder cambiar las cosas, liberarnos de los lastres que nos indicaban hacia dónde teníamos que mirar.

 

Lo pasado no termina de marcharse y lo nuevo no termina por llegar. Frente a cambios tan confusos como veloces, es preciso polemizar con una de las tesis centrales del marxismo: Si antes los filósofos solo se dedicaban a interpretar al mundo y había llegado la hora de transformarlo, ahora, para cambiarlo, hay que volverlo a interpretar.

 

El éxito de Podemos radica en que partió de un diagnóstico diferente. Mientras que la izquierda tradicional seguía reivindicando la consigna “No Pasarán”, esta organización admitió que nuestros adversarios se habían metido hasta la cocina. Nos habían derrotado. Desde la derrota había que nacer, había que hacer algo.

 

Sobre la esclavitud. La libertad de los esclavos se mide por la longitud de sus cadenas.

 

El neoliberalismo. La semilla del neoliberalismo no se siembra en los gobiernos de Thatcher y Reagan, como suele afirmarse. El laboratorio precursor fue el golpe de Estado de 1973 al gobierno socialista de Salvador Allende en Chile y el subsecuente ascenso del gobierno militar y represor de Augusto Pinochet. Tres años después de consumada la usurpación, Milton Friedman, uno de sus asesores económicos, fue galardonado “por su demostración de la complejidad de la política de estabilización”. Desde entonces, el neoliberalismo se ha convertido en el sentido común imperante de la época. La resignación y el miedo se han entronado como políticas de Estado.

 

El mundo se ha convertido en un gran mercado. Se puede comprar alimento, vestido, casa, educación, ocio, deporte, amistad, sexo y cualquier otra cosa que se nos ocurra. Destrozado, un amigo le cuenta a otro que recién lo había dejado su pareja. –No sabes cuánto invertí en mi relación– se lamenta. Su colega se limita a responder: ¡haberla querido más!

 

Si como dice el poeta Machado, todo necio cofunde valor con precio, entonces aquellos actos que hacemos motivados por la solidaridad y no por un precio, son actos revolucionarios.

 

En la sociedad neoliberal todos somos empresarios de uno mismo. Estamos obligados a invertir en nosotros, en hacernos más rentables y atractivos. Aquí no hay pobres, hay “losers”. El neoliberalismo convierte los problemas colectivos en problemas individuales. Así, cada quien es responsable único de su fracaso. Allá tú si tras una jornada laboral de doce horas (más las de traslado de vuelta a tu casa), no te pusiste a las cinco de la mañana a estudiar chino mandarín.

 

Ante la creciente incapacidad de comunicarnos y confiar en los demás, deambulamos en los circuitos del aislamiento y la soledad. No es casualidad que en las librerías del país la sección que más se expande sea la de los libros autoayuda personal. ¿Quién se ha robado tu queso? ¡A mí qué me importa! En realidad, la única autoayuda que sirve es colectiva. Se llama política.

 

Sobre la lucha intergeneracional. Nuestros mayores deben tener la generosidad para que las nuevas generaciones no sean obligadas a cargar los fardos y los errores de la izquierda en el Siglo XX. Por lo demás, cuando las peleas son genuinas y honestas, están llenas de generosidad.

 

¿Es posible un Podemos mexicano? No insistan en hacer un Podemos –insiste Monedero. Trabajen más bien en generar un inmenso movimiento popular de indignados que impugne desde abajo las limitantes del sistema. El 15-M en España fue una gran conversación en la que más que respuestas, hubo preguntas: A la democracia representativa se le cuestionó, ¿por qué no me representas? A la economía, ¿por qué no me incluyes?

 

Cuando los jóvenes salieron a la calle, súbitamente todos los partidos políticos envejecieron. En España la alianza fue entre la gente, no entre organizaciones de izquierda tradicional que prestan sus siglas para cocinar una sopa de letras. Son las ganas de la gente a juntarse y no los pactos entre dirigencias partidistas lo que amalgama a este nuevo tipo de movilizaciones.

 

Disputar el sentido común. Hay que sacar al sentido común imperante de nuestras cabezas. Tarea que no se antoja sencilla: Es más fácil sacar al chimpancé de la jungla que la jungla del chimpancé. Lo mismo pasa con los principios y valores del neoliberalismo. Los tenemos tan interiorizados, que los portamos en nuestras mentes en forma de machismo, en el trato a las personas como si fueran mercancías o en la reproducción de estereotipos. Así, la disputa por el sentido común se vuelve una lucha incluso en contra de uno mismo.

 

Todo comienza cuestionando la forma en que el neoliberalismo nombra las cosas. Quien le pone nombre a las cosas, suele adueñarse de ellas. De tal modo, se refiere a la tortura como “procedimiento para facilitar la obtención de información”; el estancamiento económico es “crecimiento cero”. El eufemismo para los despidos es “ajuste de plantilla laboral”, y al cierre de oficinas lo conocen como “racionalización de los recursos”. ¿Qué es eso de decirle a los trabajadores recursos humanos? El 15-M fue una gran conversación que cambió el relato. Empezaron a cambiar las palabras. Con un lenguaje diferente, se impugnó lo existente y comenzó a reconstruirse la realidad. A las llamadas crisis, se les comenzó a decir por su nombre: estafas.

 

Detrás de todo monólogo, hay un acto de violencia. Por eso todo proceso previo a una revolución de las conciencias implica una gran conversación. Por sí solo, el diálogo ya implica reconocer al otro. Disputar el sentido común de la época implica comunicar un discurso que la gente entienda, hablar como la gente habla, preocuparse por lo que la gente se preocupa. Necesitamos liderazgos políticos que se asemejen a este México vibrante. La única forma de transformar es volver a emocionar. Lo que no emociona no moviliza.

 

La libertad de expresión pertenece a las personas, no a los dueños de los medios de comunicación. Hay que salir a dar la pelea por el sentido común en los espacios en los que se construye. Si antes el revolucionario se iba a la sierra, ahora acude a los sets de televisión a disputar el sentido común.

 

Sobre el PRI. El PRI es como el retrato de Dorian Gray. Se presenta al público como un joven galán de telenovela. Mientras tanto, guardado bajo llave en un baúl, se encuentra su retrato, el cual se desfigura y envejece por él. Ese es el rostro verdadero del PRI.

 

Sobre México. El problema de México es que ha agotado sus esperanzas utópicas en muy poco tiempo. Este país, salvo por algunos recreos esporádicos, ha transitado de derrota en derrota. Sin embargo, es mentira que protestar no sirva de nada. Toda protesta va dejando huellas, enseñanzas. Todos los dolores en este país están guardados en una memoria social. La tarea pendiente es convertir este dolor en conocimiento, identificar su origen para tener la voluntad de acabar con él. Tenemos que adueñarnos del relato de nuestro propio sufrimiento y conducirlo hacia posiciones emancipatorias.

 

Finalmente, se agradece su humor: “entre otras cosas, los gladiadores romanos padecían una alta inestabilidad laboral”. “Si vas un paso adelante de la gente, vas alumbrando; pero si les llevas cien, ya te perdiste. Hay que ser intelectuales de retaguardia”.  

 

¡Buen viaje, y hasta pronto, Juan Carlos!

 

@EncinasN