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Discurso de odio: allá... y acá

Bueno será que lo ocurrido en El Paso, Texas, por discurso de odio, genere una nueva perspectiva de gobierno acá. | Joel Hernández Santiago

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Escrito en OPINIÓN el

Lo que pasó el domingo en El Paso Texas cuando un enloquecido americano de 21 años acribilló a un grupo de compradores en una tienda y cuyo objetivo era “matar tantos mexicanos como fuera posible", es clímax funesto en el proceso de descomposición social por discurso de odio; un discurso que cala en la conciencia de muchos y que resulta en tragedia, como fue este caso.

Durante años, aun como empresario y luego como político, Donald J. Trump, el republicano presidente de Estados Unidos de América, ha reiterado ideas de odio hacia gente del exterior de su país, pero de forma muy particular en contra de los hispanos; y más aún, en contra de México, lo mexicano y los mexicanos...

Durante su campaña para llegar a la presidencia de EU uno de sus recursos retóricos más repetidos y más enfáticos ‘apelaba a las más bajas pasiones, como la xenofobia, el machismo, la intolerancia política y el dogma religioso’. Y más:

No se cansaba de gritar a los cuatro vientos estadounidenses que en caso de ser presidente deportaría de su país a unos 11 millones de inmigrantes en situación irregular y prometió mandar a construir un gigantesco muro en la frontera con México (3,169 kms): “La cuenta por la construcción y la protección del muro será enviada al gobierno de México”, exultaba.

Luego, cuando ganó las elecciones y desde el 20 de enero de 2017 cuando tomó posesión del cargo como el presidente número 45 de la Unión Americana, ese discurso de odio se incrementó: no había día, noche o semana en la que dejara de referirse a México de forma agria y grosera, humillante y racista, xenófoba y de odio. Cada día aumentaba su indignación ya en el poder y cada día exigía la construcción del muro y la salida de mexicanos del país del norte.

Todavía hace unas semanas insistió en que se autorizaran recursos para la construcción del muro; se lo han impedido los legisladores demócratas de su país. Todavía hace unos días dijo que haría redadas para expulsar de Estados Unidos a indocumentados latinos o con orden de expulsión...

Y luego lo de los aranceles; y luego la exigencia de vigilancia extrema en la frontera de México con Guatemala y un muro militar –ya pagado por los mexicanos– en el norte del país, para impedir el paso de migrantes centroamericanos a EU. A todo esto subyace el discurso de que los mexicanos llevan enfermedades, son violadores, criminales y un peligro para la nación estadounidense.

El resultado está ahí, en El Paso, Texas, cuando uno de los enfebrecidos seguidores de los dichos de Trump, Patrick Wood Crusius, disparó en contra de gente que compraba en una tienda a la que acude una gran mayoría de mexicanos. Y lo sabía, y por lo mismo recorrió casi 900 kilómetros desde Allen Texas, para llegar a su cita asesina. Mató a 22 personas: Ocho mexicanos.

Discursos radicales

Durante años Trump ha machacado en la conciencia de los estadounidenses el odio hacia México. Y han asumido este discurso miles de estadounidenses que se ven en supremacía racial, que aumentan su xenofobia cada día y que odia a lo que suponen una invasión en su blanco territorio ‘anglo-saxon’.

Ese discurso dañino es el mismo que utilizaron Hitler, Mussolini, Stalin y tantos más que recurrieron a inocular el odio hacia razas o grupos de distinto origen al suyo, en un nacionalismo absurdo y mal entendido por su supremacía racial y por su desprecio a la novedad democrática de la inclusión y la convivencia armónica: el mundo de todos y para todos...

Y así como en EU, en todos lados se cuecen habas. También acá. De un tiempo a esta parte, el discurso de odio ha estado presente a lo largo de los días, semanas, meses... El discurso de la descalificación de unos y la exaltación de ‘los que están con nosotros en la 4T’.

Porque es así. Esa forma de discurso, en la que unos son los representantes buenos que impulsan y pregonan el cambio hacia una transformación prometida aun inconclusa, y los que objetan, miran, critican, observan, opinan de uno o más elementos de esa transformación: los buenos y los malos; los chairos y los fifís; los transformadores y los conservadores... Los valientes y los cobardes...

Y ese discurso radical en contra de lo que está en contra, se mantiene desde el 2 de julio de 2018. Ciertamente el gobierno de Peña Nieto fue un verdadero fracaso y hasta de traición a los intereses de México y los mexicanos; pero precisamente en base a ese fracaso se montó el triunfo del nuevo gobierno; en mucho ese triunfo se debe a gente que deploró y despreció en las urnas la sola repetición de esos seis años... Y no más hacia la derecha de los doce anteriores...

No hay que olvidar que si bien el triunfo electoral fue excepcional con más de treinta millones de votantes a favor, muchos de estos treinta millones –el cálculo es que la mitad de ellos– fueron votos en contra de Peña Nieto, no en favor de AMLO. Y que el país tiene a 129 millones de habitantes para los que deberá gobernar y administrar sus bienes el Ejecutivo. Para todos ellos hace falta un buen gobierno, constitucional, justo, solidario y de inclusión.

Volcar el desprecio hacia lo que no apoya no es sano. No es bueno. Y es, también, discurso de odio. Ese discurso dañino y peligroso. Ese discurso que es más conflicto que solución. Ese discurso que ya enfrenta a quienes están a pie juntillas con la 4T, y los que observan y hacen propuestas distintas. No siempre se está en contra del cambio, pero sí de forma racional en contra de algunas de las rutas que se siguen, la forma de hacerlo y el impacto dañino en muchos...

Discurso de odio en Estados Unidos en contra de mexicanos. Discurso de odio en México en contra de opositores nacionales.

Bueno será que el ejemplo de El Paso, Texas, sirva de aliciente para dejar ya ese discurso de confrontación; de desprecio; de coraje e indignación. Bueno será que lo ocurrido ahí, por discurso de odio, genere una nueva perspectiva de gobierno acá, siempre incluyente, democrático, propositivo, de izquierda, sí, pero de izquierda sólida, social y colectiva en donde todos tengan derechos y libertades, la de expresión, la principal. La de la exigencia en democracia, también.