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¡Dinero por aplausos; decálogo para AMLO!

Se anuncia una epidemia que puede acabar con la democracia misma. | Ricardo Alemán

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Escrito en OPINIÓN el

Los dos llevan el apellido López.

Uno fue presidente y el otro aún es presidente de los mexicanos.

Los dos son populistas trasnochados.

Los dos llevaron a México a la ruina.

Pero también los dos son epítome de la intolerancia a la crítica.

El primero, José López Portillo, acuñó la mítica expresión de: “no les pago para que me peguen”.

Y el segundo, López Obrador, no sólo difundió en Cadena Nacional su repudio a la crítica, sino que dejó en video su alocada intolerancia a los críticos; pieza que se puede resumir así: “les pago para que me aplaudan”.

Como ya lo explicamos aquí, en la “mañanera de fusilamiento” del 12 de mayo pasado, López Obrador disparó contra los propietarios del Grupo Imagen –la familia Vázquez Aldir–, porque el conductor de su informativo nocturno, Ciro Gómez Leyva “está un día sí y otro también atacándonos”.

El presidente se dijo sorprendido porque los dueños de los hoteles Camino Real, de los hospitales Ángeles, del diario Excélsior y del Grupo Imagen, también posean algunas de las principales cárceles privadas del país; establecimientos por cuyos servicios paga el gobierno federal.

Y dice López Obrador que la familia Vázquez Aldir “no está contenta” con el hecho de que su gobierno no le haya quitado el contrato de los reclusorios, sino que, al contrario, Gómez Leyva “ataca” al gobierno federal todos los días, a pesar de que el conductor tiene un salario millonario, según el presidente.

Queda claro que López Obrador, igual que López Portillo, entiende que la publicidad oficial y los negocios con el gobierno son la zanahoria que se ejerce de forma discrecional y arbitraria, para mantener callados a los críticos.

Y, en efecto, López Obrador lo consigue en medios como Televisa, Azteca y diarios como La Jornada –entre otros–, en los que gracias a “cañonazos” oficiales de muchos dígitos, son silenciadas las voces críticas.

Es decir, el presidente del siglo XXI mexicano, cree que la defensa de su gobierno y de su imagen, como presidente, se logra “sí y sólo sí” mediante la censura, la mentira y el engaño.

López Obrador no quiere entender nada sobre “libertad de expresión” y “derecho a la información” y menos acepta que la opinión y la crítica son el mejor termómetro para medir la salud democrática; termómetro que en México anuncia una epidemia que podría acabar con la democracia misma.

Por eso, aquí le regalamos a López Obrador y a su pandilla un decálogo que les podría servir para entender que sólo en dictadura los gobiernos se defienden con censura, mentiras y engaños.

Aquí el decálogo.

1.- Cuando el poder autoritario de los presidentes mexicanos –como el de López Obrador–, pretende callar las voces ciudadanas o censuran las acciones de la sociedad civil organizada, en realidad el presidente en turno está dictando no sólo una intimidación sino una condena, como lo hizo con Ciro Gómez Leyva y con la familia Vázquez Aldir.

¿Por qué?

2.- Porque en la “chabacana” concepción autoritaria de los populistas como AMLO, una intimidación o una condena es igual a la persecución.

3.- A su vez, la crítica social se produce en función de los errores, los horrores, los desatinos y las torpezas de las mujeres y los hombres del poder.

4.- Es decir, que, de manera idéntica a la Tercera Ley de Newton, a todo error, desatino y torpeza oficiales, corresponde una reacción social igual, pero en sentido contrario. Y esa reacción es la crítica social y periodística.

Y el tamaño de la crítica al político, al gobierno o al régimen, es del mismo tamaño que el desatino y el error oficiales.

5.- Y es que nadie puede olvidar que la crítica es un derecho y una libertad propios del ciudadano; de la llamada “opinión pública”, que es una institución fundamental para la democracia.

6.- A su vez, y contrario a lo que supone Obrador, los gobernantes y servidores públicos –en tanto mandatarios de los ciudadanos, que son los mandantes–, están obligados a la rendición de cuentas y a garantizar –con toda veracidad–, “el derecho a la información” que asiste a los ciudadanos.

7.- Pero, además –y contra lo que suponen muchos–, la opinión no está obligada a ceñirse al estricto molde de la verdad.

¿Por qué?

a) Porque la opinión es una apreciación individual, íntima, personal y única del desempeño de un político, gobernante o autoridad alguna.

b) Porque existen tantas opiniones como individuos, como gobernantes, como gobiernos y políticos.

c) Y porque existen tantas percepciones del quehacer de un gobierno o de una autoridad, como existen ciudadanos y opiniones en el mundo entero.

8.- La “libertad de expresión” y “el derecho a la información” –como su nombre lo dice–, son libertades y derechos fundamentales de cada ciudadano, pero además significan el reconocimiento y garantía de una institución política fundamental en democracia, que es “la opinión pública”.

Pero “la opinión pública” debe ser libre y está indisolublemente ligada con el pluralismo político que, a su vez, es un valor fundamental y un requisito para el funcionamiento del Estado democrático.

9.- Y si la crítica y la opinión son “la joya de la corona” de la “libertad de expresión”, además de que son derechos exclusivos de los ciudadanos, de la misma manera es una obligación del gobierno y de las instituciones del Estado garantizar “el derecho a la información” oficial, la cual se debe basar “sí y solo sí” en la mayor veracidad posible.

10.- Por tanto, la defensa de la obra de todo gobierno no puede y no debe estar basada en la mentira, el engaño y la censura. De lo contrario se estará pavimentando el camino a la dictadura.

¿Queda claro que López Obrador pavimenta el camino a la dictadura?

Al tiempo.