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Destrucción del Convento del Desierto de los Leones

Naturalmente, habrá algunos daños que serán irreparables y esa recuperación será todo un reto (con cargo al erario público), sobre el cual a los ciudadanos nos corresponderá estar muy atentos.

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Escrito en OPINIÓN el

Desde la infancia, el Ex Convento del Desierto de los Leones ha sido uno de los sitios que más he disfrutado visitar. Situado en medio del bosque homónimo, el lugar tiene una especial mística que permite imaginar fácilmente la vida ascética de los monjes carmelitas que desde el siglo XVII lo habitaron.

 

Hace apenas algunos meses, decidí llevar a ese lugar a algunos amigos extranjeros que visitaban México. Sentí una mezcla de tristeza y vergüenza con gran parte de lo que encontramos.

 

El edificio del Ex Convento, sus jardines y ermitas están catalogados como monumento histórico por declaratoria de 1932, al amparo de la Ley sobre Protección y Conservación de Monumentos y Bellezas Naturales de 1930. Esa protección continúa vigente de acuerdo al Artículo Transitorio Tercero de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos.

 

No obstante, sus espacios han sido dañados sistemática y descaradamente por la irresponsabilidad y negligencia de la Delegación Cuajimalpa, que desde 1999 administra el Parque Nacional del Desierto de los Leones. Las intervenciones –que han sido realizadas sin autorización ni supervisión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), como marca la Ley– van desde la instalación de concreto sobre la superficie del bosque, en el espacio que conecta la nave principal con una de sus ermitas (el “Jardín de los Secretos”), hasta la penosa instalación de una cantina al interior del edificio.

 

Por si eso no fuera suficiente, el lugar se encontraba repleto de ambulantes y pude enterarme que sus espacios son arrendados para todo tipo de eventos sociales y empresariales. La lógica es muy clara: el patrimonio histórico convertido en un área comercial, sin importar si eso conlleva su destrucción.

 

Muy afortunadamente la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, a propuesta del Grupo Parlamentario de Movimiento Ciudadano, tomó cartas en el asunto solicitando la intervención del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que ha dictaminado la existencia de los daños y ha procedido a ordenarle al Jefe Delegacional, Adrián Rubalcava, un proyecto integral de restauración.

 

Naturalmente, habrá algunos daños que serán irreparables y esa recuperación será todo un reto (con cargo al erario público), sobre el cual a los ciudadanos nos corresponderá estar muy atentos.

 

Lamentablemente, la historia del Convento del Desierto de los Leones no es única. También sigue latente el caso de los daños irreversibles provocados a la estatua “El Caballito” por una empresa –sin experiencia alguna– contratada mediante una sospechosa adjudicación directa.

 

Peor aún, el caso de la famosa estatua de Manuel Tolsá continúa sin que se hayan determinado sanciones por la irresponsable actuación de autoridades y empresarios. Sobra decir que a la fecha –y a pesar de los múltiples esfuerzos por recuperarlo, principalmente de la sociedad civil y la academia– “El Caballito” continúa encapsulado por una serie de rejas y mantas que buscan ocultar lo que debería poder ser apreciado y disfrutado por todos.

 

El manejo del patrimonio cultural e histórico de nuestro país debe ser uno de los temas más sensibles para cualquier esfera o nivel de gobierno. Se trata de un orgullo para todos los mexicanos, de una herencia para las generaciones futuras y sobre todo, de objetos o espacios tan valiosos, como irremplazables. Como sociedad, no debemos quitar el dedo del renglón. En el caso del Ex Convento del Desierto de los Leones, debemos detener su destrucción y exigir a las autoridades asumir de lleno su responsabilidad.

 

 

@r_velascoa