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Después de vestirse de naranja ¿qué sigue?

Todos los días nos encontramos con distintas oportunidades para ayudar a combatir la violencia contra las mujeres. | María Elena Estavillo

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Escrito en OPINIÓN el

El pasado 25 de noviembre fue el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. También se le llama Día Naranja porque se convoca a que todos usemos una prenda naranja para apoyar el movimiento simbólicamente.

Ese día muchísimas personas y organizaciones se uniforman, difundiendo imágenes e iluminando espacios públicos y privados, todos en naranja.

Pero después de haberse tomado las fotos y difundirlas en redes sociales, eventos públicos y campañas mediáticas, ¿qué sigue?

No se trata de despreciar el acto simbólico, que tiene su utilidad, pero si no va acompañado de acciones congruentes, se quedará apenas en un tímido coqueteo, en un asomo momentáneo por una rendija invisibilizada hasta el año entrante, cuando llegue el momento de renovar las fotografías.

Incluso cuando una persona con amplia influencia es quien difunde la imagen naranja, la capacidad de mover a otras personas podrá llevarlas a emular la foto, unirse en el color, pero sin otras acciones que trasciendan el símbolo, no traerá cambios en las estructuras y comportamientos sociales que perpetúan la violencia en sus distintas manifestaciones.

Quizá algunas personas se sientan muy ajenas a la violencia de género porque no han experimentado sus expresiones más extremas y porque muchas veces las víctimas la viven en soledad por el miedo a ser estigmatizadas y revictimizadas. Otra razón, es la falta de conciencia sobre las distintas formas que toma la violencia de género, que no solamente se manifiesta de forma física o sexual. Por ello, podemos estar viviendo en el centro de este fenómeno pernicioso sin darnos cuenta.

Es posible que muchas personas estén convencidas, de buena fe, que al acomodarse el pañuelo o la corbata naranja hacen un compromiso para que en el “extremo caso” de enfrentarse a una situación de violencia de género, estarán listos para enfrentarla. Pero la verdad es que las diferentes expresiones de la violencia en contra de las mujeres nos rodean todos los días: violencia económica, patrimonial, laboral, psicológica, verbal, física, sexual, institucional o simbólica.

La violencia se encuentra, lamentablemente, en todos los espacios de convivencia: la familia, la escuela, el trabajo, la calle, el transporte público, los medios de comunicación, el internet.

Para dar mayor visibilidad y crear compromisos en la sociedad, desde el año 2008 la ONU lanzó la campaña UNiTE, apoyada en distintas acciones, entre las cuales están los 16 días de activismo contra la violencia de género, del 25 de noviembre hasta el 10 de diciembre, que es el Día de los Derechos Humanos.

La ONU decidió que durante los próximos dos años UNiTE se enfoque en combatir la violación sexual, reconociendo que esta terrible forma de violencia contra las mujeres no es un fenómeno que pueda eliminarse de forma aislada, puesto que se relaciona con un complejo entramado de creencias patriarcales, estructuras de poder y control que perpetúan una estructura social que normaliza la violencia sexual. Dicha cultura se alimenta del uso de lenguaje misógino, la cosificación de cuerpo y la glamurización de la violencia. La violación suele acompañarse de la revictimización, objetivación sexual, así como la negación o banalización de los hechos.[1]

Las campañas internacionales como #MeToo, #BalanceTonPorc o #NiUnaMenos han ayudado a crear conciencia sobre la proliferación y gravedad del fenómeno, aunque llama la atención que en México la reacción ha sido más limitada o contenida que en otros países.

Todos estamos inmersos en la cultura que permite la violencia, y todos podemos ayudar a combatirla.

Más allá de usar la prenda naranja, aquí sólo algunas ideas de cómo podemos convertirnos en parte de la solución y dejar de ser testigos silenciosos o, incluso, cómplices involuntarios.

No reproducir noticias y discursos de violencia misógina, ni utilizar eufemismos que banalizan o invisibilizan la violencia. Por ejemplo: el término “feminazi” en todos los casos es un insulto; las niñas no “se embarazan”; en los casos de violación no se establecen “relaciones sexuales”. Estas expresiones nunca deberían usarse.

Rechazar y detener las bromas y expresiones misóginas que devalúan la imagen de las mujeres en diferentes ámbitos como la familia, la escuela o el trabajo.

No conducirse de manera permisiva dentro de los grupos exclusivamente masculinos. Las bromas y lenguaje misógino “entre hombres” perpetúa la idea de que ciertas conductas sexistas pueden ser toleradas siempre que se expresen en privado o dentro de algunos círculos, lo que crea un ambiente normalizado de violencia. Este trato diferenciado entre grupos de hombres y mixtos por otra parte propicia una actitud condescendiente que infantiliza a las mujeres, cuando se les excluye de ciertas conversaciones.

Ante agresiones verbales y físicas en los espacios públicos (transporte, calle), no hay que voltear hacia otro lado. En lo posible hay que ponerse abiertamente del lado de la víctima y defenderla.

Cuando se conozca de casos de acoso u otro tipo de violencia en el entorno cercano, ofrecer ayuda a la víctima, buscar intervención de autoridades y organizaciones de apoyo.

Las personas relacionadas con la impartición de justicia, la seguridad y quienes cuentan con altas responsabilidades en cualquier tipo de organización deben tener muy presente la importancia de creer en las víctimas, protegerlas y evitar toda revictimización.

Por otro lado, para romper el círculo de la violencia es esencial que las mujeres se empoderen, razón por la cual necesitan tener acceso a oportunidades de todo tipo y, principalmente, a las económicas. La independencia económica es uno de los factores más poderosos para que las propias mujeres puedan defenderse de situaciones de violencia.

Así, las personas relacionadas con la contratación de personal, otorgamiento de promociones, bonos, premios, becas y reconocimientos, deben hacer un esfuerzo especial por concientizar sus propios sesgos y evaluar objetivamente los méritos de cada candidato. En caso de que no tengan candidatas dentro de sus opciones, es fundamental buscarlas.

Quienes se encuentran en posiciones de influencia para impulsar la representación de mujeres en ámbitos de decisión, deben estar conscientes de que los desequilibrios de poder también facilitan la violencia, por lo que una forma de contribuir es apoyando que las mujeres accedan a los círculos donde se toman las decisiones.

Los maestros, periodistas, publicistas, historiadores y todas las personas encargadas de comunicar, tienen la responsabilidad de identificar, reconocer y transmitir las iniciativas y aportaciones de las mujeres, en el discurso e imágenes, así como reflejar adecuadamente que nuestra sociedad se compone tanto de mujeres como de hombres y que en las construcciones históricas han contribuido tanto unos como otras.

Está al alcance de todos combatir la violencia contra las mujeres erradicando el discurso agresivo, los términos denigrantes, las bromas y expresiones sexistas. También, evitando juzgar a las mujeres por no ajustarse a roles tradicionales o estereotipos; dejando de suponer que las mujeres tienen que hablar, vestirse, reaccionar o liderar de ciertas formas específicas. En suma, respetando la individualidad de cada mujer y sus decisiones.

Este respeto, en un sentido amplio, también implica entender que las mujeres tenemos derecho a estar enojadas y el reclamo no puede ser siempre amable. Una forma de apoyar el combate a la violencia de género es escuchar con atención las demandas enfurecidas de las mujeres. Chimamanda Ngozi Adichie lo señala:

“Claro que es rabioso. La situación en materia de género es muy injusta. Estoy rabiosa. Todos tendríamos que estar rabiosos. La rabia tiene una larga historia de propiciar cambios positivos. Y además de rabia, también tengo esperanza, porque creo firmemente en la capacidad de los seres humanos para reformularse a sí mismos para mejor”

Lo cierto es que en nuestra cotidianidad todos los días nos encontramos con distintas oportunidades para ayudar a combatir la violencia contra las mujeres. No pongamos pretextos, ni nos quedemos en la fotografía, el gracioso guiño o la moda.


[1] Tomado de: https://www.unwomen.org/-/media/headquarters/attachments/sections/what%20we%20do/evaw/16-days-2019-concept-note-en.pdf?la=en&vs=1538