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Desmantelamiento

En un mundo globalizado, el todos no integra unidad posible.

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Escrito en OPINIÓN el

La crisis de la política es global y se ensaña en romper todos los lazos societales que nos unen en polis. Familia, gremio, religión, partido e, incluso, el mismo Estado-nación van siendo uno a uno arrumbados en el cuarto de los trebejos inútiles, dejándonos en una suerte de orfandad y aislamiento individual frente al mercado.

 

Ya no una República de ciudadanos, ni un sindicato de trabajadores, ni un club de amigos concitados en torno a algún tema, ni un grupo familiar cohesionado y solidario; menos aún una nación con identidad, orgullo, sentido de pertenencia y proyecto común; solo individuos aislados en un enjambre sin sincronía ni comunicación; adictos al consumo, en caída libre y sin red de contención en un vacío llamado globalización que excluye, enfrenta y genera incertidumbre, produce y esparce miseria y fructifica en soledad.

 

El odio, el terror y la xenofobia son hoy en día las principales mercancías políticas. El otrora American Dream es enterrado por Trump en su avance demencial sobre las ancas del miedo al otro y que acerca el holocausto, que creíamos muerto y enterrado, al continente del mestizaje. Lo que los Reyes hispanos dieron por zanjado con las Leyes de Indias, lo que Morelos tuvo por resuelto con los Sentimientos de la Nación y lo que la sangre de un millón de mexicanos muertos en la Revolución pagó para que la justicia social fuese asignatura a cargo de la sociedad organizada en Estado, es algo que hoy sabemos no se conquista de una vez y para siempre, y que requiere del concurso de todos para preservarlo en un plebiscito de todos los días.

 

Sin embargo, el concurso de todos es hoy una contradicción en sus términos. En un mundo globalizado, el todos no integra unidad posible. Las antiguas formas de enfrentar juntos los desafíos han dejado de funcionar y las nuevas son onanismo en la dimensión de las redes sociales, donde el individuo se encuentra más solo que nunca en la historia de la humanidad, conectado, sí, a una red fría y aislacionista, pero incomunicado de toda relación personal y de todo calor humano.

 

Lo más que tenemos son los indignados que salen a las calles y toman las plazas, pero más como un desahogo y performance que como construcción de comunidad y generación de unidad de acción política. Las primaveras, es cierto, han demostrado su capacidad para derrumbar edificios estatales, pero no para construir salidas eficaces a problemas sociales. Millones de migrantes pisoteando el ensueño de la opulencia en la era de la globalización lo acreditan diariamente en calles y plazas europeas.

 

Por otro lado, hoy en día no se requiere más allá de un soplido para derrumbar lo poco que queda del Estado-nación frente a un poder globalizado, es decir, extraterritorializado del dinero.

 

El hecho es que los cimientos de la solidaridad social y de la responsabilidad comunitaria han sido minados, la política ha sido reducida al mundo del espectáculo, al manejo de la imagen y al culto a celebridades mediáticas, fugaces e intercambiables, como fundas de celular.

 

En lo económico, Guy Standing, ha acuñado el concepto de “precariado” para juntar los términos de proletariado y clase media. En el fondo todos somos desclasados en vías de lumpenización.

 

Nuestra generación es muda testigo del desmantelamiento y descrédito de las instituciones que permitían la construcción de visiones, programas y proyectos comunes.

 

Hoy asistimos impertérritos, y algunos hasta gustosos, a la desaparición de un partido político, el Partido del Trabajo. El presidente del INE dejó correr por sus mejillas lágrimas de cocodrilo olvidando en cada una de ellas el garantismo que tanto presume de sus maestros europeos. Como cabeza de la Junta General Ejecutiva comandó la pérdida del registro cuando aún no existe una votación total ni una elección de 300 diputados, pues media la nulidad del distrito I de Aguascalientes para ello y el PT está a 1,572 votos de alcanzar el 3% requerido por el 41 constitucional.

 

Pero no es un problema del PT, de sus simpatías o antipatías, sino del derecho de asociación política de los mexicanos. Qué difícil, casi imposible, es obtener registro como partido; cuán fácil y displicente les resulta a las autoridades quitarlo.

 

En ese mismo sendero, pero con diferente canción, vemos el furor de la “broncomanía”; más como un castigo a un sistema de partidos hundido en el más profundo de los descréditos, que como un aliento novedoso y genuino de quehacer político.

 

Quienes crean que el fenómeno de los independientes es producto de la sapiencia de El Bronco y su Ipad, yerran en su apreciación. Tras El Bronco se ocultan grandes intereses por terminar de desmontar el entramado institucional político en México para que finalmente quedemos los individuos, ya no los ciudadanos, solos frente al mercado.

 

Claro, de ello El Bronco será el último en enterarse, después, por supuesto, de su caballo.

 

@LUISFARIASM