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Desigualdad brutal

La pandemia ha acentuado las desigualdades que viven la mitad femenina de la población. | Edgar Cortez

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Escrito en OPINIÓN el

La enfermedad del covid-19 puede dejar múltiples secuelas en las personas afectadas, en tanto que la pandemia está generando múltiples efectos sociales y económicos.

El pasado 17 de mayo el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) presentó los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), correspondiente al primer trimestre del 2021. Entre los datos está que, de los empleos perdidos durante la pandemia, aún falta recuperar 2.1 millones y de éstos 1.5 millones corresponde a empleos de mujeres, lo que representa el 71 por ciento. Es decir, de cada diez empleos perdidos 7 corresponden a mujeres.

Otro dato es que la precarización del empleo aumenta, pues parte de los empleos recuperados tienen peores salarios y/o demandan más horas de trabajo.

Esta situación tiene como efecto que la brecha de la desigualdad se profundice de manera general, pero en el caso de las mujeres la desigualdad se torna brutal.

Por supuesto que esta desigualdad no la provocó la pandemia, pero sí la acentuó; lo que nos obliga como sociedad a preguntarnos por las medidas necesarias para cerrar la brecha.

Revertir tan injusta situación requiere desarrollar una política de género que, como insisten las feministas, rompa el pacto patriarcal expresado en el mundo laboral, entre otros.

Algunos de los aspectos que podría considerar esta propuesta tiene que ver con dar vigencia a postergadas exigencias, como salario igual a trabajo igual, combate a la discriminación que existe de facto para que las mujeres accedan a cargos directivos, así como acotar y desterrar el acoso laboral, entre otras.

Como muchos de estos problemas suceden al interior de empresas privadas, el Estado tendría que proponer incentivos para establecer nuevas prácticas, antes que pensar en acciones punitivas.

También se tendría que considerar un extenso desarrollo de los mecanismos de atención y cuidado de niñas y niños, como pueden ser escuelas de tiempo completo y servicio de guarderías. Algo similar tendría que suceder en términos de los cuidados de las personas mayores. No podemos obviar que son las mujeres quienes realizan las labores de cuidado de niñas, niños y personas mayores.

Otro aspecto básico es que el diseño de esa política debería trabajarse por mujeres y con numerosos mecanismos de participación diversa del mayor número posible de mujeres.

La pandemia ha acentuado las desigualdades que viven la mitad femenina de la población y si no exigimos, como sociedad, la formulación de política social, económica y laboral de género, lo único que sucederá es que la brecha será cada vez peor.