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Desencuentros y mudez

En México la deliberación brilla por su ausencia.

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Escrito en OPINIÓN el

Concuerdo con Silva Herzog Márquez (Reforma 15 ii 16) en que los excesos mediáticos terminan por caricaturizar lo que tocan, correspondiendo hoy al Papa Francisco el bautizo de la chabacanería mediática mexicana y su consecuente enanez y saturación.

 

No puedo sin embargo reprimir mi sorpresa por el milagro franciscano de recuperar el discurso como instrumento de comunicación humana. No sé qué me sorprenda más: Que nuestros medios sí sean capaces de entender y transmitir un discurso coherente y con contenido, o que la opinión pública mexicana aún puede ser movida por él. El hecho es que el Papa Francisco ha demostrado que el discurso como herramienta de convivencia humana sigue siendo eficaz, reconocida y necesaria.

 

En algún quiebre del camino los mexicanos perdimos el discurso. Tal vez fue su desgaste y hartazgo, quizás el empequeñecimiento de nuestra clase política, acaso nuestra crisis educativa, posiblemente su mimetización con el ruido constante y molesto de los medios. El hecho es que hoy el discurso como parte sustantiva de la política y la pluralidad no existe. Los hombres que viven de la política hablan más que en ninguna otra época, pero no hay uno solo de sus discursos que pueda rescatarse para el futuro.

 

Sorprende por ello que el discurso del Jefe de la Iglesia Católica haya podido sobrevivir a los cánones mediáticos y a la apatía y desinterés ciudadanos.

 

Podrá o no acompañarse su mensaje, lo importante es su existencia, transmisión y recepción. Parafraseando a McLuhan: El mensaje es el mensaje. Un mensaje coherente, claro y sobre temas con densidad específica; una transmisión que a pesar de nuestras taras y excesos mediáticos logra comunicar ideas y razonamientos; finalmente una recepción que mueve a la reflexión y al debate.

 

La visita de este Papa ha servido para rescatar la palabra y con ella la reflexión y la deliberación. A los políticos mexicanos y a sus publicistas la capacidad discursiva del Francisco I debiera moverlos a vergüenza. A nuestros medios y sus personeros e intelectuales al ostracismo. No es cierto que el mexicano no entienda más que de sandeces e insultos; no es cierto que el mexicano no quiera o no pueda deliberar públicamente temas de gran densidad; no es cierto que sólo estemos preparados para el escándalo, la riña electorera y el futbol.

 

De repente alguien nos recuerda que la convivencia implica la conversación pública.

 

El discurso del jerarca católico sorprende porque discurre ideas no proclamas o vacuas denuncias, porque desmenuza los temas para analizarlos y razonarlos, finalmente porque a través de ese discernimiento y razonamiento llega a conclusiones que llaman a la cavilación y discusión.

 

El zoon politikon de Aristóteles sólo se entiende con su segunda definición del hombre como zoon logon ekhon (ser vivo capaz de discurso), porque el discurso es la expresión del pensamiento y el instrumento del entendimiento. La política no es otra cosa que discurso y acción; discurso por medio del cual se delibera y construye un consenso que mueve a la unidad de acción de lo plural.

 

No obstante en México la deliberación brilla por su ausencia. La deliberación se ha substituido por “pactos” en lo obscurito. El Diario de Debates de nuestras cámaras debiera desaparecer o cambiársele de denominación, porque lo único que no hay en el Congreso es debate.

 

El debate no es asignatura pendiente solo en nuestras cámaras, sino de nuestro haber como sociedad. México se nos deshace entre las manos pero sólo discutimos escándalos, reyertas insulsas o las mangas del chaleco, jamás temas de calado y seriedad.

 

Nuestro pecado es de omisión y silencio, preferimos seguir la agenda insubstancial que dicta la comunicación cibernética a ver de frente nuestra desastrada realidad, a reflexionar sobre ella y deliberar abiertamente nuestra circunstancia.

 

“No se cansen de dialogar, las guerras se van gestando de poquito a poquito por la mudez y por los desencuentros” (Francisco I).

 

Discutir, discurrir y discursar es lo que se echa de menos. Tuvo que venir alguien de fuera a recordarnos su urgente necesidad.

 

@LUISFARIASM