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Derecho a morir

En el DF existe la Ley de Voluntad Anticipada, que parte de elementos básicos, bajo los cuales cualquier persona puede decidir no continuar con un tratamiento que prolongue de manera desproporcionada la vida.

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Escrito en OPINIÓN el

Brittany Maynard fue una ciudadana estadounidense, a quien se le diagnosticó en diciembre de 2013, cáncer terminal en el cerebro. Según la prognosis, ella tendría pocos meses de vida y el tumor le produciría deformaciones corporales y la pérdida progresiva de razón y capacidades motrices. Ante esa circunstancia, decidió mudarse a la ciudad de Portland, Oregon, para terminar de manera anticipada con su vida.

 

La premisa esencial no fue si moriría o no, sino cómo y en qué condiciones lo haría. Naturalmente, el caso ha despertado las más diversas reacciones en la comunidad internacional. Desde aquellos que repudian la decisión sobre terminar con la propia vida y aquellos que defienden la libertad para hacerlo.

 

Presumo que la gran mayoría de las personas desearía poder decidir la forma de morir. La historia de Brittany Maynard retoma esos planteamientos básicos del ser humano. ¿Somos dueños de nuestro destino y de nuestra vida? ¿Podemos decidir en qué momento terminar con ella o debemos, en cualquier caso, prolongar el sufrimiento personal y familiar que una enfermedad terminal provoca, en tanto que la vida se nos es prestada y estamos sólo de paso?

 

Junto con el estado de Oregon, Washington, Montana, Vermont y Nuevo México, reconocen el derecho a una muerte con dignidad. Cada estado sostiene condiciones distintas para poder acceder a los servicios médicos que terminarían con la vida de cualquier ser humano. Sin embargo, la esencia en todos los casos, es el hecho de que cada individuo tiene el derecho a decidir sobre su propia vida y, sobre todo, cuándo y cómo morir. No se trata de una apología al suicidio, en realidad debe ser considerado y reconocido como el último derecho fundamental del ser humano. En Suiza, el Doctor Ludwig Minelli, conocido como el doctor muerte, fundó una asociación no lucrativa a finales de los noventa llamada Dignitas, en la cual ayuda a gente a morir en las condiciones que ellas quieran. Su argumento central radica en que la persona puede y debe decidir cuándo terminar con su vida con dignidad.

 

En el Distrito Federal existe la Ley de Voluntad Anticipada, que si bien no reconoce de forma amplia el derecho a morir, parte de elementos básicos, bajo los cuales cualquier persona puede decidir no continuar con un tratamiento que prolongue de manera desproporcionada la vida. A esto le llama obstinación terapéutica, que es definida como la utilización innecesaria de los medios, instrumentos y métodos médicos, para mantener vivo a un enfermo terminal. No es propiamente eutanasia lo que regula la Ley, sino la ortotanasia, que no implica inducir a la muerte, sino únicamente no prolongarla de forma irracional.

 

Para que el derecho a morir con dignidad pueda ser ejercido en el Distrito Federal, cualquier ciudadano mayor de 18 años puede acudir ante un Notario Público o con funcionarios de la Secretaría de Salud, a firmar un documento denominado de “voluntad anticipada”, con la única finalidad de no ser sometido a tratamientos que propicien la obstinación médica. Según información de la Secretaría de Salud del Distrito Federal (a julio de 2013), 2135 personas han firmado el documento de voluntad anticipada. Es una cifra realmente menor, si se considera que la Ley fue publicada en enero de 2008.

 

La dignidad vista como una cualidad inmanente de la persona, hace que el derecho a morir en los términos y condiciones que cada quien decida, deba ser reconocido como el último de los derechos fundamentales. Entre otras razones, porque implica de suyo un acto de soberanía y libertad individual. En suma, porque el Estado no puede ni debe decidir sobre el destino individual e interior de las personas.

 

La historia de Brittany Maynard debe servir para que como sociedad, reflexionemos en el valor común de la libertad individual. Para decidir sobre nuestro propio destino, con todas sus implicaciones, incluso si el reconocimiento pleno de esa libertad conlleva la decisión sobre nuestra muerte.

 

 

@gstagle