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Deportaciones masivas: ¿crisis humanitaria o de seguridad?

Si queremos que las políticas públicas y los acuerdos se respeten debemos empezar por hacer valer el respeto por los derechos humanos.

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Escrito en OPINIÓN el

En casi todos los continentes persisten los casos de deportaciones masivas, derivado de las constantes crisis que subyacen en muchos países, tales como la guerra, el crimen organizado, el desempleo, la esclavitud y la opresión. Según el Banco Mundial estas cifras se han elevado desde el 2013. http://bit.ly/1nTG3cr

 

Estados Unidos ha reforzado sus leyes anti migratorias con medidas más agresivas, tomando ventaja de los vacíos legales, esta acción se manifiesta en la escasa o nula asistencia legal, además de las omisiones en el debido proceso de los detenidos.

 

Mientras tanto, México parece encontrarse en un epicentro de deportaciones masivas, por un lado, sus connacionales son repatriados de vuelta desprovistos de garantías, por el otro, los mexicanos también se vuelven ejecutores de políticas migratorias deshumanizantes contra sus hermanos centroamericanos.

 

De acuerdo al informe de Human Rights Watch, nuestro país supera en cantidad de deportados a los norteamericanos, se observaron abusos de parte de algunas autoridades migratorias al negar las solicitudes de visa humanitaria a quienes las solicitaron, un estatus que les permitiría a los refugiados residir y emplearse en suelo mexicano, y les dieron información falsa para que desistan en su intento de quedarse.

 

La palabra deportado tiene una connotación negativa, asociado a la criminalidad y riesgo, esto puede generar una condición de exclusión social y marginación, por lo que cualquier inmigrante puede llegar a experimentar una victimización secundaria de diversos sectores.

 

Una cantidad considerable de las personas deportadas en nuestro país provienen del Triángulo Norte de América Central, conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador, países que encabezan las listas mundiales de homicidios y violencia a gran escala.

 

Esto también ha generado que muchas familias manden a niños sin compañía en la travesía de cruzar la frontera mexicana y estadounidense, esperando reunirse con familiares residentes en cualquiera de los dos países, o en el mejor de los casos, la oportunidad de obtener una visa humanitaria.

 

El incremento de menores de edad viajando por su cuenta se ha vuelto alarmante en los últimos años, y ambos países se han visto rebasados por la situación; incapaces de resolverlo, optan por las deportaciones masivas, puntualizando el asunto como una cuestión exclusiva de migración económica, y trasladando el problema de una frontera a otra.

 

Aunado a esto, la detención se utiliza como un recurso disuasorio a otros países para no aplicar beneficios a las solicitudes de asilo político, sin distinguir adultos de niños, muchos llegan a ser sujetos de arrestos arbitrarios y remitidos a refugios temporales hasta definir su situación jurídica. Sin embargo, las leyes internacionales señalan que los menores de edad no deben ser detenidos, existe la obligación de brindarles protección y cuidados sin encierro de por medio. http://bit.ly/1M3UE26

 

Aunque nuestro país no puede enfrentar la situación por sí mismo, tenemos una responsabilidad con la comunidad internacional, las problemáticas derivadas de la violencia y el crimen organizado nos atañen a todos, y si queremos que las políticas públicas y los acuerdos se respeten, debemos empezar por hacer valer el respeto por los derechos humanos.

 

América del Norte y Centroamérica firmaron la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, o su protocolo de 1967, el cual establece los sistemas para procesar las solicitudes de asilo, incluso diplomáticos mexicanos promocionaron la Declaración Cartagena sobre Refugiados de 1984, en esta última incluye una ampliación al término de violencia generalizada. http://bit.ly/2c3hCHK

 

El aumento en las medidas de control migratorio tiene un efecto colateral que benefician a bandas criminales y funcionarios corruptos, los cuales aprovechan la desesperación de las personas al forzarlas a pagar cuantiosas sumas para evitar la detención e inevitablemente aumenta el tráfico ilícito de indocumentados.

 

Actualmente se habla de levantar muros fronterizos, desde el discurso político emana un juicio segregacionista, que no sólo busca separar a los territorios, también se produce un distanciamiento de relaciones humanas, donde conceptos como el nacionalismo y el racismo buscan rechazar a los desprotegidos, a los inocentes y a las víctimas.

 

Nuestra sociedad está fragmentada por los intereses ajenos a quienes viven estos conflictos, el poner barreras y cerrar fronteras no es una solución, es enajenarse de los problemas, nuestra propia indolencia nos lleva directo a una crisis indiscutible de seguridad, pero sobre todo, humanitaria.

 

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