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Democracia

La democracia ni se declara, ni se decreta, se vive. | Javier Tapia*

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Escrito en OPINIÓN el

Decía Karl Popper, filósofo austriaco: “La Democracia consiste en poner bajo control al poder político”. Las recientes elecciones en Estados Unidos, han sido muestra de la toma del control del poder político a manos de los ciudadanos. El mandato democrático expresado a través del voto, puede leerse como una forma de tomar el control de ese poder.

Las y los ciudadanos estadounidenses cumplieron con una responsabilidad cívica de la mayor trascendencia en la vida democrática de una Nación: votar.

Entender la democracia es asumir los retos del día a día, nunca libres de complicaciones, nunca exentos de vicisitudes o de malos ratos, por el contrario, siempre caracterizados por la diferencia de pensamientos, de concepciones, de significados, de simbolismos, de ideas, de apreciaciones, etcétera, pero todo esto enfocado hacia un objetivo fundamental, vivir en un mundo mejor, de oportunidades para todos, de libertades, en armonía y con paz.

La democracia se vive día a día, sustentada en las libertades de las personas y en el respeto a los derechos humanos como pilar de un Estado Constitucional, Democrático y de Derecho, como el nuestro.   

Pero con independencia de posturas ideológicas o políticas, como mexicano de a pie -como dicen algunos amigos- asumimos con prudencia una idea de la democracia. Una que va más allá de un limitado entendimiento como: procesos y procedimientos electorales, elecciones, votaciones y resultados. Es, a final de cuentas, la viva imagen de la voluntad popular o ciudadana. 

Algunos elementos fundamentales en el camino hacia una democracia, lo constituyen la participación política de las y los ciudadanos, empero esa participación no puede quedar en la simple selección de los administradores del Estado, sino en el permanente y constante seguimiento a su trabajo, vigilante y crítico, resaltando aciertos, pero también desaciertos, proactivo en la solución de los problemas públicos y sociales, entre otros, quizá todo esto sería una forma de asumir el control del poder político.  

Nuestra sociedad -hay que reconocer- se desarrolla a pasos agigantados, de la misma manera las necesidades crecen exponencialmente y todo ello requiere de la prudencia, tolerancia y respeto a nuestras diferencias de pensamientos, a nuestras instituciones democráticas, así como a las autoridades y representantes populares, elegidos bajo un sistema político electoral establecido en nuestra Constitución Federal.

La democracia ni se declara, ni se decreta, se vive. En un Estado Constitucional como el nuestro, la democracia se percibe con la existencia de contrapesos políticos -dígase entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial-, no puede limitarse a la concepción o idea de contrapuestos -que es distinto-. 

Antes bien, estos contrapesos políticos, son elementos complementarios entre sí, toda vez que mientras al titular del Ejecutivo, por ejemplo, corresponde administrar e intervenir de manera incisiva en la economía del Estado mexicano, para que esa labor se realice de manera legítima, efectiva y más conveniente, requiere del acompañamiento de desarrollos normativos, producto de la labor de los legisladores. 

De lo anterior podríamos desprender una serie de componentes del constitucionalismo que nos llevarían al estudio del control del poder político como una pieza clave para el sostenimiento de la democracia. Quizá hablar del control del poder político, debe conducirnos a aceptar que todos somos corresponsables del ejercicio de ese poder, en la medida que dicho ejercicio se realiza por las personas elegidas mediante el poder de nuestro voto libre y secreto; ese será el reto de México en 2021, con las elecciones más grandes en la historia democrática del país. 

* Javier Quetzalcóatl Tapia Urbina

Docente de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.