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La degeneración engordada y el exilio centroamericano

Por Gustavo. A. Ferrari Wolfenson

Por
Escrito en OPINIÓN el

Centroamérica es  la región geográfica dentro del continente americano comprendida entre América del Norte y América del Sur. Está rodeada por el océano Pacifico y el Atlántico  llamado en esa parte Mar Caribe. Políticamente se divide en ocho países independientes: Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá y muchos autores consideran que la parte sur de México comprendida por los estados de Chiapas y Yucatán, también pertenecen a esa región geográfica.  La historia nos dice que fue parte del imperio de Iturbide y Vicente Fox la incluyó en ese tan mentado y soñador Plan Puebla-Panamá, que quiso darle una nueva vitalidad a  la histórica relación que siempre ha tenido Centroamérica con México.

En las últimas semanas, dos países de la región centroamericana, sobresalieron en  la agenda de las relaciones bilaterales del gobierno federal al convertirse en el refugio de dos de los personajes más buscados (?) de la vida política del país.  Javier Duarte y Roberto Borge, ex gobernadores de Veracruz y Quintana Roo respectivamente, cuates, compadres, ambos engrosados de tejido adiposo y de la rapiña del erario público, fueron arrestados por las autoridades del Interpol en Guatemala y Panamá respectivamente, en donde vivían un voluntario exilio que supuestamente les amparaba la impunidad que ellos mismos habían construido en sus años en el poder.

Con las detenciones de estos dos personajes, la nueva generación política, que hace unos años abanderaba y orgullecía el partido tricolor en un recambio generacional que auguraba un nuevo estilo de gobernar, quedaba enterrada en sus propios latrocinios demostrando que la edad no es excusa para robar y que al contrario,  el viagra del poder, era tan o más efectivo,  que el relato que habían escuchado de lo que ocurría en tiempos de sus antepasados.

Creo que podríamos regar con kilómetros de tinta los millones de pesos que llenaron sus alforjas justicieras en busca de un poder eterno que hoy se disfruta en las frías cárceles centroamericanas, llenas de mareros sin códigos y de deportados sin patria.  Si uno piensa en la edad biológica de estos personajes, sólo queda preguntarse el para qué, si los próximos 50 años de vida útil que puedan tener, estarán plagados de la indiferencia, del olvido, del desprecio y de su propio funeral político.

Las tierras, yates, propiedades, despojos, lavado de dinero, que fueron depredando en su favor, serán parte del botín de guerra de muchos de sus abogados, de sus propios prestanombres, de la distancia de sus propias familias y de lo más triste que puede sufrir un ser humano, ni el olvido,  ni el perdón.

Las noticias de las últimas horas  nos trasladan el cambio de actitud de Duarte  donde ahora si acepta la extradición a México, tras considerar que las acusaciones en su contra por delincuencia organizada, tráfico de influencias, desvío de recursos, peculado y abuso de autoridad son “infundadas, ligeras, vagas e imprecisas”. De repente el niño rebelde, el ex gordito que nunca ha perdido su risa sarcástica,  se somete a la justicia divina mexicana que lo juzgará, lo castigará,  lo encubrirá o simplemente habrá negociado su silencio.

Hace muchos años un secretario de gobernación de un país sudamericano, expresó: “yo robo para la corona”, en clara alusión que el dinero que se le imputaba de haber sustraído de las arcas públicas, no quedaba en su bolsillo, sino era distribuido hacia el aparato político-partidario que tenía un destinatario final que era “el Jefe”

Sería muy inocente pensar que los gobiernos provinciales oficialistas no son participes del financiamiento del aparato político prebendario y no apoyen a las instituciones afines en los permanentes procesos electorales que se presentan. De algún lado tiene que salir el cada día mayor costo de la política y no dudo que parte de la defensa de Duarte, mucho más que la de Borge, haya sido: “negociamos o hablo”.

En el caso de Borge, es distinto. Hoy con muchísimos kilos de menos, más enamorado que nunca de una novia que hoy se fotografía y pasea con Silvano Aureoles, confinado en una celda en Panamá al cuidado de la higiene de los baños del penal, teniendo como compañero de recreo, según fotos que circulan,  a un mulato parecido al de Whats App,  (esperemos que no se le caiga el jabón), se siente solo y abandonado. Para sumar a su desgracia nunca fue un aliado del poder de Atlacomulco que lo veían como un gordito pillo y ratero. Para colmo, Peña Nieto no ganó en Quintana Roo y esa fue una factura que siempre le cobraron. Es ahí que el robo de Beto no fue para la corona, sino para saciar con la misma fogosidad que ingería sus alimentos, su apetito por el poder, la omnipotencia, el sentirse todopoderoso y demostrar su total autoritarismo.   Arrastraba como carga la herencia recibida de su señor Jefe, el ex gobernador que desde el primer día lo ató de pies y manos para conservar todos los recovecos que el poder ejerce. La venganza silenciosa de Beto Borge fue quizá, el saber que nunca tuvo el real poder en sus manos pero si el real control de la caja del estado. Y en eso fue implacable e insaciable.

El verbo castellano "corromper" está ligado al verbo latino rumpere , "romper", pero es sólo cuando se le antepone el prefijo latino cum - (o nuestro castellano "con-"), que se obtiene el verbo "co-rromper"; "romper junto con otro". El que "corrompe" o "se corrompe" participa entonces de una acción compartida. Hacen falta dos para bailar. También hacen falta por lo menos dos para que haya un acto de corrupción, porque no es una acción individual sino "colectiva". El homicidio puede ser un delito individual, en el que uno es la víctima y el otro el victimario. Desde el momento en que es una acción que se consuma entre dos o más, la corrupción implica, al contrario, complicidad . No me corrompo: sea quien haya sido el tentador y quién el tentado, nos corrompemos.

Aquí reside la extraordinaria peligrosidad social de la corrupción: en que ella atrae cada vez a un jugador más a su siniestro juego. Comenzando por el tentador, ella arrastra al tentado y tiene así un carácter expansivo. El tentado, que era inocente hasta el momento en que cayó en la tentación del tentador, puede convertirse después en un nuevo tentador que arrastrará a un nuevo tentado.

La corrupción genera una serie de complicidades sucesivas hasta convertirse en una red de conductas convergentes, en una hidra de muchas cabezas que, aunque algún esforzado caballero corte aquí o allá a alguna de ellas, termina por proyectarse hacia la entera sociedad hasta configurar ya no actos aislados de corrupción sino un verdadero estado de corrupción, un proceso infeccioso que deja maltrecha a la nación.

Cuando el círculo de las complicidades se extiende lo suficiente, la nación cae en el pozo de un estado de corrupción, bajo una hidra de muchas cabezas de cuya acción maléfica un número creciente de funcionarios y empresarios ya no quedan exentos.

¿Qué "rompe" entonces el estado de corrupción? Rompe nada menos que el mayor capital social de una nación: la confianza entre sus miembros. Como el plus de prebendas, trampas y favores que obtienen los miembros de una red de corrupción es ilegal y clandestino, la nación entera empieza a vivir en un estado de "sospecha" (suspicio significa literalmente "miro hacia abajo, de reojo" al otro) en medio del cual se destruye la relación de confianza entre sus miembros. La corrupción, cuando se generaliza, disuelve el nexo mismo que nos une como conciudadanos, generando, más que una sociedad, un campo de batalla que amenaza con justificar el famoso lamento de la letra de un tango que dice  que quedemos "en el mismo lodo, todos manoseaos".

Según la leyenda, a Tebas la asolaba un monstruo maligno, “la Esfinge”, que después de proponer a sus transeúntes un enigma, los devoraba en el caso de que no supieran resolverlo hasta que Edipo, develando el fatal acertijo, la destruyó. Si la corrupción es la Esfinge de nuestros pueblos, la pregunta es ¿quién será nuestro Edipo?

Con razón o sin ella, este México de nuestros días en donde hoy aparecen las cabezas de Duarte y de Borge, lleva años de percibir a la Esfinge y eso no ha pasado por un tema de ideologías o de modelos económicos, como muchos lo quieren percibir.

Se han votado gobiernos de derecha, de izquierda, de centro, coaliciones, populistas, y siempre se ha percibido  a la Esfinge. Por eso siempre creemos en aquellos que nos liberan de la corrupción, pero, lamentablemente siempre el sucesor disipa esta ilusión.

Al estar pendientes de lo que suceda, vienen a mi mente algunos pasajes bíblicos que me permito transcribir. El evangelio según San Mateo (Mt.16,16) nos dice “Tú eres el Mesias, el Hijo de Dios Vivo, para luego agregarY yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos y lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. -Mateo 16: 13-20.

Hoy la Esfinge de la corrupción ya se hizo presente nuevamente en el Duarte-Borgegate vía Centroamérica. Y mientras  se supone que seguirán sumándose  en rápida sucesión casos y más casos, siento que aún seguimos esperando al verdadero liberador moral y quizá estemos condenados a que nunca  llegue ese Edipo redentor.

@gferrariw