Para nadie es un secreto que en México vivimos tiempos de incertidumbre y desconfianza institucional sin precedentes. Llegamos a 2015 con una economía en recesión, un sistema judicial cuestionado y un descontento creciente y generalizado hacia la clase política. Así, se perfila una de las elecciones más complejas tanto para los partidos políticos como para el Instituto Nacional Electoral y los 17 órganos electorales locales que arbitrarán los comicios.
Los diez partidos que competiremos en esta elección tenemos también un reto titánico: Alejarnos de los golpeteos en medios, de los espionajes y la rumorología, y convencer a la ciudadanía con ideas nuevas y viables que permitan cambiar el rumbo a la deriva al que han movido a México.
En lo que respecta al PAN, enfrentamos dos grandes dilemas: Trabajar en unidad para aprovechar el crecimiento que tenemos en preferencias electorales o seguir alentando pugnas internas por una dirigencia que se definió con el voto libre de la militancia en mayo pasado; cada camino que decidamos tomar, como integrantes de una misma institución, nos llevará a escenarios diametralmente opuestos.
Por un lado, si se decide apostar por prolongar el proceso interno de 2014, a seguir atizando el conflicto, el linchamiento, las victimizaciones, y las acusaciones con denuncias a medias en medios, es muy probable que cancelemos la ruta ganadora que recorrimos al ganar la gubernatura de Baja California, seis capitales en disputa, o las decenas de diputaciones locales ganadas en los dos procesos electorales más recientes.
Una situación así arrastraría al partido a obtener malos resultados y haría beneficiarios, por default, al PRI y el resto de la oposición. Y una derrota de Acción Nacional en junio próximo no será una derrota sólo para quienes colaboramos en el Comité Nacional, sería una derrota para el PAN, los panistas, y de paso, para los mexicanos que buscan otorgar un nuevo voto de confianza al partido que ha demostrado ser el más responsable, desde la oposición y desde el gobierno.
Si, por el contrario, decidimos poner por encima las coincidencias que nos unen para procesar candidaturas competitivas y de unidad, como ya lo hicimos en Baja California Sur, Campeche y Querétaro, y también salimos unidos de los procesos internos en Colima, Nuevo León, Sonora y San Luis Potosí, entonces potencializaremos la oportunidad de tener hasta 6 nuevas gobernadoras y gobernadores de Acción Nacional.
Si en esta elección los panistas logramos poner la mira en lo que podemos construir, y salimos a las calles a hablar con los ciudadanos, a escuchar sus reclamos y aspiraciones, seguramente alcanzaremos la meta de 200 o más diputaciones federales para la próxima Legislatura.
Con una fuerza así, estaremos en condiciones de empujar las legislaciones anticorrupción, del sistema de justicia, a favor del salario digno, contra la reforma fiscal y tantos otros pendientes que el gobierno federal y sus aliados pretenden archivar en la congeladora o aprobar a conveniencia.
Estamos ante una oportunidad inmejorable y decisiva de encabezar los cambios de fondo que los mexicanos esperan. La apuesta del panismo debe ser el cierre de filas y la generosidad hacia todos los candidatos, indistintamente de filias y fobias.
Hay mucho trabajo por hacer. Concentrémonos en lo importante.
PD: Agradezco a Roberto Rock y a La Silla Rota por la generosidad para integrarme a la amplia y plural cartera de colaboradores de la sección de opinión en este portal; espero también que, a través de este espacio, se fomente la discusión constructiva y respetuosa sobre temas económicos, electorales y políticos que nos deben ocupar a todos.