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Deadline

Le afligía no poder escribir. Tenía toda la semana intentando hacerlo y no tenía el tema definido.

Por
Escrito en OPINIÓN el

No es que no tuviera imaginación, la había tenido y prodigiosa desde niño, pero le faltaba un método, siempre había dejado las cosas para el último, sin embargo, por extrañas razones también siempre había salido bien librado.

 

Toda su vida era una colección de dejar al final lo que a él no le importaba, ¡pero esto si le importaba! y ahora estaba varado sin poder pulsar una sola tecla, estaba asustado.

 

Mientras llegaba la noche decidió ir a caminar, a pasos agigantados que le robaron el aliento llegó hasta una esquina y decidió seguir andando. Caminó hasta que sus pies le exigieron descansar, pero nada, todavía no tenía una sola idea en concreto.

 

Su mente estaba en otro lugar, en el limbo creativo: La nada.

 

Pensó que tal vez sería una buena idea escribir sobre la nada, pero nada podía decirse de ella, ¿qué características podrían enumerarse de esa extraña y aburrida dama? “seguro es mujer” -pensó- si no lo fuera se llamaría “el nada”, y así siguió pensativo tratando de encontrar alguna palabra que le permitiera describir a su personaje.

 

Comenzó a sentirse más cansado y se encontró a sí mismo muy lejos de donde provenía, palabras de algunos se mezclaban en sus oídos produciendo un enjambre de ruidos de todos los idiomas sin reconocer alguno. De repente no recordaba si estaba caminando o permanecía en algún lugar, se dijo “siempre estamos en movimiento”.

 

Pero para gracia del relato sucedió algo, que casi siempre era preferible a nada, pero se había encariñado tanto con la ausencia (como le había apodado afectuosamente) que ignoró el suceso, se instaló de lleno en la vacuidad.

 

Ostentoso y millonario se sentía poseedor de nada, al menos él era el dueño de algo y una leve y breve sonrisa se dibujó en sus ojos porque sus labios no decían nada. Abundaba en las posibilidades de vender nadas a otros y se puso a soñar, se sentía en paz y comprendió que la armonía que le producía esta modorra mental provenía de ahí en donde se encuentra ninguna parte.

 

Sin duda la vida es injusta y muchas veces no permite que la felicidad sea plena, por eso el tiempo, celoso y efímero nos arrebata cada segundo del presente con la venta del futuro y para colmo de males le incrustó en la mente una idea…

 

Una terrible y maravillosa idea, llena de curvas y escondites, de destellos y delicadezas, era la idea más sublime que jamás había tenido y era de él, exclusiva, sensual y deliciosamente de él pero había un problema, la nada se le iba y seguro estaba que la iba a perder, nunca nadie había sido dueño de algo tan insignificante, mientras todos saltaban rebosantes de ideas, él había sido el único que se jactaba de no tener ninguna.

 

Hizo una pausa, tosió, sintió que se le iba la vida misma, temía por su salud; “no es nada” pensó y de repente fluyó de nuevo toda la insignificancia, de golpe y para siempre, que le había acosado instantes atrás, se supo dueño terrible y exclusivamente de nada y decidió parar de caminar.

 

Cayó…

Calló…

 

Recostado en el suelo, sobre su hombro pegado su cabeza al pavimento no sentía nada, no esperaba nada, no tenía nada, no quería nada…

...y fue feliz.