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De nada sirve negar la realidad

La violencia intrafamiliar y de género, en aumento. | Ivonne Ortega

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Escrito en OPINIÓN el

Con verdadero estupor escuché las declaraciones, la semana pasada, del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre la violencia doméstica en nuestro país.

“El 90 por ciento de esas llamadas (al 911 para denunciar violencia contra la mujer) son falsas”, afirmó, y agregó que este dato se lo proporcionaron “las mujeres del gobierno federal: la secretaria de Gobernación, la encargada del Instituto para la atención a las Mujeres”.

Al margen del análisis que han ofrecido exponer tanto Gobernación como Inmujeres, es lamentable que el jefe del Estado Mexicano haya respondido así ante el acertado cuestionamiento acerca del alarmante incremento de llamadas al 911 para denunciar la violencia de género.

Es una realidad, y de nada sirve negarlo: desde el inicio de la contingencia por el coronavirus covid-19 y el indicado confinamiento domiciliario de la sociedad, la violencia doméstica se ha recrudecido, hecho que han destacado organizaciones como la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Unicef, o la Red Nacional de Refugios, entre otras.

No son ligerezas: en nuestro país las solicitudes de asilo en refugios contra la violencia de género se han incrementado en un 30% y las denuncias por agresiones domésticas contra mujeres y menores se han disparado entre un 60 y 80%, según las cifras de esos organismos.

Tampoco son números fríos. Detrás de cada llamada, de cada solicitud de refugio, hay mujeres, niñas y niños que quieren escapar de un hogar violentado, de un ambiente de agresiones en el que desafortunadamente ahora están encerrados.

Miles de mujeres, niñas y niños están encerrados con sus agresores y el Estado, que debiera protegerles, dice en voz de su jefe institucional: “el 90 por ciento de esas llamadas, son falsas”.

Quiero pensar que fue un descuido y no una deliberada manera de desestimar el grito de auxilio de tantas mujeres, niñas y niños que buscan salvarse del abismo psicológico que puede llegar a ser la vida cuando se comparte con la violencia personificada.

Menospreciar el problema es abonar a su crecimiento, y en un país en el que la tasa de feminicidios se incrementó en tres años de 7 a 10.5 al día, y 6 de cada 10 menores de 14 años sufren de violencia doméstica, puede llegar a ser criminal.

La violencia doméstica y de género en México no es un problema que pueda terminar de la noche a la mañana; hace falta mucho trabajo coordinado de las autoridades en todos los niveles de gobierno con la sociedad y los organismos especializados.

Hay que atender a las recomendaciones de estos últimos, en el sentido de abordar el problema desde una perspectiva integral y acompañar a los grupos más vulnerables con información y acciones de prevención, más ahora que el flagelo del covid-19 obliga al confinamiento social.

Acciones certeras, integrales y en consenso, se requieren hoy más que nunca. Y por supuesto, en nada ayudan y en mucho perjudican las declaraciones ligeras y faltas de sensibilidad.