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De la retórica Mancera, a la retórica Sheinbaum

El informe de Sheinbaum muestra una visión completamente tradicional del funcionamiento de la ciudad y el uso de una retórica muy adjetivada. | Leonardo Martínez

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Escrito en OPINIÓN el

Quedó atrás la etapa de la frivolidad exasperante de Mancera y su extraña visión de ciudad, emanada de sus confusiones epistemológicas sobre el fenómeno urbano, y nos llega la era Sheinbaum, distinta de muchas maneras pero nada prometedora para subsanar los graves problemas que aquejan a los habitantes de la Ciudad de México.

La imagen que deja la labor de todos los gobiernos es, siempre, una composición de claroscuros. Cuando éstos son buenos la imagen resalta la claridad de los aspectos positivos, y cuando los gobiernos son malos, la imagen se oscurece y lo que sobresale son los aspectos negativos que heredan a los ciudadanos. El paso de Mancera dejó sin duda una ciudad oscura y ensombrecida. La era Sheinbaum apenas comienza, pero ya se vislumbran los primeros trazos del mosaico que representará su paso por la ciudad.

El apenas presentado primer informe de gobierno permite conocer en un solo documento las rutas que ha definido para tratar de avanzar en la solución de la multitud de problemas que padecemos. Resalta desde el inicio el énfasis que pone en hacer efectivos los derechos de los habitantes y la veneración a los mismos principios enarbolados por su jefe político, en particular el de la austeridad republicana. Pero hay que decir que, si esto último es efectivo para el manejo de las percepciones, no lo es tanto para resolver los problemas más graves que enfrentamos.

De hecho, la vaguedad con la que utilizan el concepto de austeridad hace que Sheinbaum lo confunda en su informe con la corrupción, pues presume que “La austeridad es efectiva: eliminamos privilegios y terminamos con los moches”. Si hay algo bueno es que aparentemente no se ha dedicado a aplicarla esquizofrénicamente como lo ha hecho el gobierno federal, destruyendo instituciones y programas que cumplían probadamente con una función social.

Un primer vistazo al informe de Sheinbaum muestra una visión completamente tradicional del funcionamiento de la ciudad y el uso de una retórica muy adjetivada que sirve para camuflear una falta de comprensión profunda de los ecosistemas urbanos. Es cierto que sí demuestra una voluntad que nunca tuvo Mancera por mejorar la eficiencia de operación de los sistemas que dependen del gobierno, pero carece por completo de una visión transformadora.

Las soluciones que requiere la ciudad no se pueden alcanzar simplemente mejorando las eficiencias de los procesos urbanos, pues éstos están entrampados en círculos viciosos de los que no han podido salir desde hace décadas, en buena parte debido a un marco jurídico anacrónico y pegajoso, que en vez de facilitar la vida de la gente, la complica de mil maneras.

De hecho, la planeación que se hace del desarrollo de la ciudad con base en ese marco legal, es una planeación epidérmica porque trata de guardar una congruencia transversal, completamente superficial, entre diferentes ordenamientos jurídicos, al tiempo que ignora y descuida las formas en las que los instrumentos se proyectan e inciden sobre los procesos y sobre las múltiples relaciones entre actores y sectores que son los que verdaderamente definen el funcionamiento de la ciudad.

Sheinbaum insiste y reitera que sus acciones deben respetar los ordenamientos legales, lo cual es un buen principio, pero lo malo es que muchos de los ordenamientos vigentes son también causa de los problemas que enfrentamos.

Por ejemplo, dice que va a promover “…un desarrollo urbano ordenado conforme al marco legal vigente establecido en los Programas por Alcaldía y Parciales de Desarrollo Urbano.” Esto me resulta escandaloso porque lo que menos necesita la ciudad es ese desarrollo urbano, el que siempre se ha hecho, con más o menos corrupción, pero basado en programas que arrastran una visión anacrónica y acartonada del fenómeno urbano y cuyos resultados son la ciudad problemática e ineficiente que tenemos.

En su afán por transmitir la idea de que preside un gobierno que respeta los derechos (lo cual no deja de ser un recurso retórico como lo ha demostrado ella varias veces cuando se trata de la violencia de género y los abusos policiacos contra las mujeres) insiste en respetar los programas de desarrollo urbano porque éste ha sido un desarrollo “…desordenado que pone en riesgo la sostenibilidad del medio ambiente” y plantea “…la construcción de una ciudad inclusiva, resiliente y funcional”. Para su desventura, no sabe que el desarrollo urbano que padecemos se ha hecho respetando la mayor parte de lo que dicen los programas y en ningún lado se explica qué son y cómo se miden los conceptos que usa de desarrollo ordenado, inclusivo, resiliente y funcional.

Hay otros dos temas en los que los propósitos gubernamentales están muy alejados de la realidad, de los que ya hemos hablado en otras ocasiones, el de la movilidad y el del medio ambiente, en particular el de la contaminación atmosférica. Pero hay tanto que decir que será mejor comentarlos con más calma en ocasiones posteriores.

Lamentablemente, el gobierno de cuatas y cuates de Sheinbaum nos pinta un panorama brumoso para el futuro de esta ciudad. Hay algunos claros, pero son muchas las nubes negras que hay que vigilar. Entre estas últimas preocupan especialmente las relativas a la inseguridad, la violencia contra las mujeres, el desarrollo urbano y los impactos de la contaminación atmosférica sobre la salud de la población. Estaremos en eso.