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De la nostalgia pasada al destape tres punto cero

El PRI habrá aceitado nuevamente su maquinaria para enfrentar una de las elecciones más difíciles del México|El destape de Meade |Gustavo Ferrari Wolfenson

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Escrito en OPINIÓN el

El 27 de noviembre de 2017, apareció en la sucesión presidencial de México una nueva figura.

Corría el año 1969 y vivíamos en Managua, Nicaragua. Mi padre era el representante de la FAO, Naciones Unidas en ese país y yo me encontraba en plena adolescencia.

Siguiendo lo que hoy llamaríamos chats o grupos en línea, con mi hermano mayor heredamos el pasatiempo que tenían mis padres de ser radioaficionados.

Ese hobby era la única fuente de comunicación con el mundo exterior más allá de los escuetos telegramas que llegaban ocasionalmente.

La radio afición nos unía con el mundo, con la familia lejana, con entrañables amigos que sin conocernos, manteníamos largas conversaciones hasta altas horas de la noche. Era nuestra conexión con el más allá y punto de encuentro de muchas aventuras juveniles.

Una noche en pleno “chat” pidió permiso para incorporarse al grupo, un nuevo amigo del Distrito Federal, cuyo nombre era Rodolfo. A partir de esa noche, Rodolfo se sumó a la cofradía y todas las noches, coincidiendo con mi edad, nos pasábamos largas noches platicando de la vida, música, futbol, omitiendo los propios códigos que decían, nada de apellidos, nada de política, nada de religión.

Seguimos alimentando ya esa amistad durante muchas noches y en vísperas de la Semana Santa del 70, decidimos con mi hermano irnos a pasar las vacaciones al Distrito Federal donde Rodolfo nos invitó gentilmente a hospedarnos en su casa.

Tomamos un avión de la ya legendaria Pan American y al aterrizar en suelo azteca, nos sorprendimos de que todo un aparato de seguridad nos rodeó y Rodolfo nos esperaba en la puerta del propio avión.

El hijo del destapado


Ese Rodolfo con quien durante tantos meses habíamos compartido todas las noches largas platicas de “cambio y fuera”, era nada menos que Rodolfo Echeverría Zuno, cuyo padre, Luis Echeverría, acababa de ser destapado por el PRI como candidato a la presidencia de México, en pocas palabras como el próximo presidente.

Alojados en la aún vigente casona de San Jerónimo vivimos y fuimos testigos durante todos esos días de  las cortesanas caravanas de los diferentes sectores políticos que venían a dar su beneplácito y sumarse al proyecto que bajo el lema Arriba y Adelante, y una letra “e” extendida semejante a la del navegador “Explorer”, don LEA traía para México. Las tertulias en el comedor familiar eran enriquecidas con las ideas progresistas emanadas del mayo francés que entusiasmados contaban el hermano mayor Luis Vicente y  su entonces esposa Rosa Luz que habían vivido como estudiantes en París en esa etapa de efervescencia juvenil.

La recordada y querida María Esther envuelta en sus tradiciones y en sus afectos de “madraza” nos arropaba con sus atolitos y comidas típicas. Eran muchos los personajes jóvenes que se sumaban a ese aire fresco que cobijaba Luis Echeverría y lo alimentaban de las ideas propias de los tiempos y que muchas con posterioridad marcaron muchos de los fracasos de su gobierno.

Al pasar los días, la campaña electoral se fue intensificando. Rodolfo nos invitó a que nos quedáramos un tiempo más junto a él acompañándolo en las giras, viendo cómo todo el aparato del sistema abrazaba la figura de la nueva esperanza del México setentista y ese breve fin de semana de vacaciones planeado para 4 días se prolongó a un mes de recorridos por todo el país, viviendo desde su interior cómo se preparaba un candidato para ser presidente de un país y cómo en el propio casamiento de su hermano Álvaro, fui testigo de  una de las ceremonias de besamanos más inolvidables que haya visto.

Desfilaban los aspirantes a aspirantes y al oído muy graciosamente, Rodolfo nos iba diciendo a qué le tiraba, qué pretendía, cuáles eran las posibilidades que tenía y cómo lo veía en la jugada.

Nuestro regreso a Nicaragua a continuar las clases no impidió que todas las noches, Rodolfo, utilizando las frecuencias radiales del estado mayor presidencial, se enganchara a platicar con nosotros sobre las aventuras del día y los avances del proceso.

Nuestro siguiente encuentro fue luego de las elecciones. Volvimos a viajar al DF. Nos despedíamos para cada uno irnos a estudiar a otros países y seguir vía epistolar las largas pláticas y amistad.

Todavía visito a Don Luis


El traslado años después de mi padre como representante de las Naciones Unidas para  México y el Caribe, afianzó  la relación entre las familias, una relación que sigue perdurando y cada vez que encuentro la oportunidad de estar en la Ciudad de México, visito a Don Luis, en la casa de San Jerónimo, recordamos aquellos tiempos, y paso con especial nostalgia a expresar un pensamiento de cariño y recuerdo por el lugar que recuerda a doña María Esther y a mi amigo Rodolfo.

Echeverría manejó su transición destapando a seis de sus secretarios. Recuerdo que en esos días en una reunión diplomática me encontré con Porfirio Muñoz Ledo que llego resfriadísimo y el comentario general era porque lo habían destapado, a lo cual se sumaba con especial sonrisa.

José López Portillo sucedió a Echeverría, con la confianza de que empezaba un tiempo de esperanza y progreso para el país que terminó en uno de desgracia. 

A partir de allí se han escrito cientos y miles de páginas sobre el proceso de designar el candidato y el momento de decirle “tú eres el bueno”.

Hoy la caballada ha elegido, curiosamente con las mismas formas, un nuevo nombre para encabezar el proceso de un México más pluralista, democrático y republicano que el de los setentas. La figura de José Antonio Meade, es el ejemplo más claro de los cuadros técnicos surgidos a partir de los noventa en casi todas las estructuras políticas del país, cuadros que han sostenido un sistema y que hoy con su designación, se han sobrepuesto a los cacicazgos clásicos de la partidocracias.

Contentar al jefe


El PRI tiene la virtud de reconocer internamente sus fallas. Otorga la libertad al presidente en funciones hacer hasta lo que a este le plazca durante el  pleno ejercicio de los 2190 días que dura su mandato. 

Nadie discutirá sus acciones, pero también el propio partido se encargará de que, el día siguiente, su sucesor corrija los errores y abandere un nuevo proyecto cuasi, perdonando la expresión quizá un poco fuerte, defenestrando o ignorando lo hecho por el mandatario saliente.

Ser candidato marca el triunfo burocrático administrativo en la carrera de cualquier funcionario. Su paso señalará la “institucionalización” de sus normas de vida, a veces caprichos, vestimenta, gustos o pasatiempos, ya que estos caracteres serán repetidos e imitados por parte del entorno que se crea a su alrededor, por todos los funcionarios de su gobierno, quienes tratarán por cualquier medio de “contentar al jefe”.

El 27 de noviembre, apareció en la sucesión presidencial de México una nueva figura. Habrá un presidente en ejercicio, pero en retirada y un candidato electo, que sin llegar aun a competir, ya le están alabando su vestimenta, sus pasatiempos y su forma de ser y pensar.  

Habrá también una campaña alrededor del país llena de discursos, propuestas, ágapes y concentraciones populosas. 

El partido habrá aceitado nuevamente su maquinaria para enfrentar una de las elecciones más difíciles del México de hoy,  pero como diría ese filosofo suburbano contemporáneo Tupak Shakur las guerras vienen y van,  pero los  soldados son eternos

Mi recuerdo hacia aquel destape setentista y este tres punto cero.

@gferrariw | @OpinionLSR | @lasillarota