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De documentales, dietas veganas y mi amor por el tocino

"Mientras más conozco a las personas, más amo a mi perro" Mark Twain

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Escrito en OPINIÓN el

Hace unos días vi en Netflix el documental “What the Health” dirigido por Kip Andersen y producido por Joaquin Phoenix. El documental ha causado tal revuelo desde su lanzamiento, que algunas amistades me han dicho que a causa de él se harán veganas (algo que -aclaro- no tiene nada de malo).

What the Health se suma a una larga lista de documentales, libros, artículos, blogs y películas de ficción que abordan los males de la dieta omnívora en nuestros tiempos. El documental pregona un cambio radical en nuestra alimentación y promueve al veganismo como la única opción de cambio.

El término “vegano” nació en 1944 de la mano de Donald Watson y otros activistas de los derechos de los animales. La dieta vegana es prácticamente igual a la vegetariana, pero con la salvedad de que la vegana prohíbe el consumo de productos derivados del animal como los lácteos y los huevos. Algunos de los vegetarianos/veganos más destacados son Pitágoras, Leonardo da Vinci, H.D. Thoreau y Peter Singer.

El veganismo de unos años a la fecha ha pasado de ser de un movimiento underground a uno mainstream. Lo anterior, quizá por la preocupación del millennial por el medio ambiente, el apoyo a la causa de varias celebridades y recientes estudios que demuestran que las dietas omnívoras occidentales son dañinas para nuestro cuerpo y el planeta. Sobre este último punto, considero oportuno señalar que dichos daños se originaron por excesos. Particularmente, por ese voraz y desbocado apetito por el dinero que tiene la industria alimenticia de generar más, sacrificando calidad y sanidad, aunado a la insuficiente regulación por parte de los gobiernos a tan lucrativo negocio.

Me gustan mucho los documentales y creo que no exagero si digo que he visto más de cien de ellos. Y si bien dicen que no existe documental objetivo, he comprobado que una gran cantidad de documentales son descaradamente parciales. Aparentan ser análisis neutrales de fenómenos en específico, pero en realidad intentan adoctrinar subliminalmente al espectador.

Este propagandista tipo de documentales puede ser mucho más disuasivo que una película de ficción o este artículo de opinión. Lo anterior, ya que su sesgo está camuflado por un tono serio de investigación que le hace creer al espectador que todo está filmado de manera neutral o que el realizador va descubriendo la verdad oculta de la mano del espectador. Así, no presenta contrapesos, usa escandalosas y descontextualizadas cifras y/o presta su micrófono a un grupo de expertos que valida su mensaje.

What the Health (de los creadores de Cowspiracy) entra -y con creces- en este grupo de documentales. Y aunque comparto la opinión de sus creadores de hacer cambios esenciales en nuestras dietas, creo que se equivoca al irse al extremo y satanizar a lo que se opone, rehuir al debate y buscar convencer con miedo, chantaje emocional y medias verdades.

Quiero aclarar que esto no es una crítica al veganismo sino a la ilusiva forma en la que el documental que comento busca persuadir. Pareciera que el fin justifica los medios para sus realizadores. Pareciera también que su punto de vista no admite escala de grises y busca uniformar al pensamiento. El mensaje no es “incrementa el consumo de frutas y verduras y disminuye el consumo de productos animales”. Más bien es “vuélvete vegano o morirás”.

No obstante lo anterior, el tema me atrapó. ¿Ser omnívoros acabará con nuestra salud y la del planeta? Dudo que la única salvación posible consista en que toda la sociedad se vuelque de un extremo al otro. Creo (espero) que se pueda ser ecologista sin dejar de comer tacos de bistec. El trato cruel a los animales debe desaparecer, pero no estoy seguro que dejar de consumir productos animales en la dieta se contraponga a ello.

Sé que mi postura puede sonar tibia (y probablemente lo sea). No sé si algún día me convierta en vegano, pero hoy me cuesta trabajo entender por qué comer tocino me equipara con un cazador furtivo (como algunos furibundos comedores de tofu sostienen).

En tiempos de la llamada sociedad abierta, la cerrazón arrogante de algunos veganos sorprende. Todavía recuerdo con humor cuando una radical vegana me abordó en una tienda sobre su movimiento y después de contestarle apenado que traía el tiempo limitado, me lanzó un (con un tufo de superioridad moral innecesario) “cuando tengas tiempo para tu planeta, nos buscas”.

Ya divagué mucho pero concluyo señalando que hay acciones que -aunque se tilden de abúlicas- pueden contribuir a la causa ecologista y de paso mejorar nuestra salud. Por ejemplo incorporar más verduras a nuestras dietas sin necesariamente brincar al veganismo, comprar algunos alimentos orgánicos, dejar de consumir tantos lácteos y evaluar el compromiso con el medio ambiente de las marcas de comida que compramos. Además, comienzan a nacer movimientos como el flexitarianismo (el consumo principalmente de vegetales, complementado con pequeñas dosis de carne, pescado, huevos y lácteos) que algo pueden abonar a la causa.

¿Por qué no convencer sin antagonizar ni infundir miedo? ¿Por qué no soñar con tener una industria agrícola autosustentable que erradique la crueldad animal de sus prácticas? ¿Por qué no aspirar a tener diferentes tipos de dietas que –aunque diversas- sean balanceadas y saludables? Pregunto todo esto porque, quizá así, podré seguir comiendo tocino sin tanta culpa.

@alejandrobasave