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De circo y pasarelas

Un ejercicio ahora calificado de "litúrgico", pretendidamente ungió a un grupo de aspirantes presidenciales

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Escrito en OPINIÓN el

Desde que la cúpula, en un ejercicio ahora calificado de "litúrgico", pretendidamente ungió a un grupo de aspirantes para participar en el proceso interno por la candidatura presidencial priista, todo ha sido la construcción del andamiaje para ratificar el dedazo, o al menos así parece.

Uno a uno, sectores y organizaciones priistas se aprestan a organizar su propia “pasarela” y desde el gobierno también se arman eventos a modo para el lucimiento personal de los presidenciables del gabinete.

Sin embargo, dichos funcionarios (todos priistas, salvo uno) extrañamente no han manifestado de forma clara y pública su aspiración presidencial. Todo se mueve en el lenguaje de los entendidos, del tapadismo tan priista del siglo pasado.

En el dobleteo de ostentar y ejercer las facultades de cargos ejecutivos del gobierno federal y al mismo tiempo perfilar sus no declaradas aspiraciones, los presidenciables del gabinete se prestan al circo.

Con pasarelas a modo, sin más cercanía con la base que el apretón de manos a ritmo de matracas y porras, sin mayor autocrítica, el PRI se aleja más y más de la actualidad social y regresa a los rituales que había dejado atrás.

Por eso, cuando este lunes compartí la comida con unos trabajadores de la construcción en Tlalpan, me sentí muy a gusto, lejos de la parafernalia litúrgica del pasado.

Personas trabajadoras, mexicanos esforzados, me comentaron sobre los problemas que enfrentan todos los días por el encarecimiento de los productos de la canasta básica y me dieron la oportunidad de compartir algunas vivencias.

Ese afortunado encuentro, sentados en círculo sobre cubetas de pintura, confirmó mi convicción de recurrir siempre a la gente para enterarme de los problemas y de hablar directo, sin intermediarios, vengan como vengan los comentarios y las opiniones, sin filtros y con libertad de crítica.

¿Que si participaré en alguna pasarela? No lo creo. Me quedo con las reuniones francas y provechosas con la gente trabajadora, en mercados, barrios, talleres y la plaza pública. Ahí se conoce mejor los problemas de nuestro México, más claramente que en diplomados y posgrados en el extranjero.

Me decían los trabajadores que les parece extraño que haya gente que viaje fuera del país para aprender sobre los problemas sociales, sobre la pobreza, cuando lo único que hace falta es darse una vuelta por las calles y los barrios, ahí están las necesidades del pueblo.

Totalmente cierto: las credenciales académicas son buenas, las estadísticas y los estudios son útiles, pero a final de cuentas todo lo reducen a números. Y la gente es mucho más que números. Se trata de personas que requieren del compromiso y convicción social de quienes aspiran a ser sus gobernantes.

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