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¿Cuidado con los jóvenes?

Para la mayoría, el canal de expresión más confiable, abierto e influyente lo han encontrado en las #RedesSociales 2.0.

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Escrito en OPINIÓN el

Los jóvenes universitarios han vuelto a ser el centro de las noticia. Desde el debilitamiento del #YoSoy132 salieron prácticamente de la agenda pública nacional. Hoy están de regreso, para recordarnos que la situación que viven es delicada y preocupante.

 

Se ve en sus rostros el enojo y la desesperanza.

 

Se percibe también, en muchos, su miedo, inseguridad, indignación, decepción, frustración e impotencia. Estar presente en alguna de las marchas o manifestaciones recientes poco tiene que ver con la forma en que las proyectan los medios de comunicación.

 

Vivir de cerca un suceso así impacta y sensibiliza.

 

Algo similar sucede al ingresar a los planteles. Aunque se sigue sintiendo la energía propia de su edad, y sus ganas de vivir, también se intuye su preocupación por el futuro. Un futuro que se ve difícil por la situación económica del país, por la falta de empleo, por la corrupción, violencia e inseguridad, cada vez más cerca de ellos.

 

Sus opciones de expresión han sido limitadas.

 

Pocos conocen los mecanismos de la participación activa, la protesta y la movilización. Para la mayoría, el canal de expresión más confiable, abierto e influyente lo han encontrado en las #RedesSociales 2.0.

 

La tecnología modificó las formas de interacción.

 

En el pasado, la libertad, rebeldía y derecho a disentir de los jóvenes se reprimían con la fuerza política, persuasiva y coercitiva del Estado. Los trágicos acontecimientos de 1968 y 1971 son los mejores ejemplos, pero las nuevas generaciones no los conocen a fondo.

 

Algunos ni siquiera comprenden qué sucedió.

 

Lo cierto es que la sociedad supo canalizar la situación generada por la muerte de cientos de jóvenes en un proceso que, años más tarde, nos llevaría a un modelo de democracia más abierto, transparente y con la capacidad de reducir los abusos de los grupos en el poder.

 

La transición a la democracia se la debemos también a los jóvenes de entonces.

 

Sin embargo, el modelo económico, político y social no ha respondido a los jóvenes de hoy con la justicia que merecen. Los indicadores estadísticos demuestran que siguen en situación de desventaja, a pesar de los esfuerzos institucionales que se han realizado desde los gobiernos, organismos internacionales, universidades, partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil.

 

Para muchos, el futuro es incierto.

 

Ante la gravedad de los hechos, llama la atención que en la clase política no los consideren un peligro. Al menos no en los términos que los analistas, asesores y funcionarios lo vieron en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. La realidad la perciben distinta y con menores riesgos, no obstante los focos amarillos que se encendieron con #YoSoy132 en la campaña presidencial de 2012.

 

Pero no todo es eterno.

 

El caso de los normalistas desaparecidos de #Ayotzinapa y el conflicto en el #Politécnico, entre otros, podrían dar un giro a la historia de nuestro país. La movilización está resurgiendo con características que deberían tener preocupados y ocupados a más de uno.

 

Por una parte, debido a su influencia y magnitud.

 

La fuerza que ha adquirido el movimiento de los estudiantes del IPN va en proporción directa de la respuesta que le ha dado el Gobierno de la República. Si bien no se han alcanzado los resultados deseados por ambas partes, los jóvenes han asumido una actitud ejemplar.

 

En contraste está lo que hicieron los normalistas de #Ayotzinapa.

 

La quema de edificios gubernamentales, la toma del Palacio de Gobierno y el Congreso de Guerrero tuvieron expresiones de violencia y confrontación que se deben atender con extremo cuidado, más porque las acciones fueron hechas de manera conjunta con maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación (CETEG).

 

Tienen razón en su enojo, pero no en la forma de protestar.

 

Está demostrado que hay otras rutas. Los paros que se están realizando en la UNAM, la UAM y la Universidad de la Ciudad de México no han registrado hasta ahora incidentes delicados, aún cuando casi no se han concedido espacios de importancia a sus líderes en los medios de comunicación.

 

Ante la complejidad del escenario, es posible que el conflicto escale.

 

Y más si las autoridades no dan los resultados esperados en el corto plazo, por lo menos en los expedientes más trágicos y sensibles. La ruta de solución no será fácil porque al mismo tiempo el gobierno debe atender las repercusiones internacionales, que están afectando la imagen del país y la percepción negativa que los acontecimientos han provocado en los inversionistas extranjeros.

 

Por lo visto, parece que no todo está bajo control.

 

El reto de corto plazo es muy grande y podría complicarse más al acercarse el día de las #Elecciones2015. Esta hipótesis la confirman las diversas encuestas que se han publicado recientemente, en las que queda bien claro lo que la sociedad espera de sus autoridades.

 

Las palabras no bastan.

 

Si no se quiere entrar en una crisis política, con alto nivel de conflictividad social, hay que dar –además de resultados-, certidumbre y confianza a los jóvenes que están descubriendo su verdadera fuerza dentro de la democracia.

 

 

Preguntas y comentarios a sosaplata@live.com

Twitter: @sosaplata