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Cuba: la revolución romántica

Por: Gustavo Ferrari Wolfenson.

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Escrito en OPINIÓN el

Siempre Fidel Castro tuvo el ideal de ser un líder independiente y tener una revolución independiente. Nunca lo logró, pero tampoco jamás dejó de intentarlo.

 

Cuando sus barbudos bajaron de la Sierra Maestra un crucifijo colgaba en el pecho de muchos de ellos. La influencia cristiana y la educación jesuítica de la mayoría, para nada contradecían con esos ideales de justicia social por los que Cristo había pregonado y hasta dado su vida. A los siete años un maestro del colegio jesuita escribió en la boleta de calificaciones de Fidel: “este niño cambiará la historia de Cuba” y su profería no estuvo equivocada.

 

Quizás ese ideal revolucionario del movimiento 26 de julio fundado por los hermanos Frank y Josué Pais, nacidos también en una clase media burguesa nacionalista católica, fue la primera chispa de la revolución. Sus críticas al stalinismo soviético, eran tan vehementes como las que le hacían al capitalismo mafioso de Al Capone y Meyer Lansky que había cooptado la isla. La revolución era para liberar al pueblo de los yugos y esos yugos no tenían más ideología que la de la propia revolución.

 

Pero el primer movimiento popular romántico del siglo XX se dio cuenta que para dirigir un país hacia falta algo más que un sentimiento. Se necesitaba infraestructura, recursos, ordenar administrativamente a un pueblo cuya naturaleza era desordenada. Es así que cuando Castro lanzó al mundo esa famosa frase “soy marxista leninista”, y la revolución encontró un canal ideológico para su capitalización.

 

La guerra fría estaba en su apogeo. La guerra de Corea, había acentuado mucho más las líneas ideológicas trazadas por las grandes potencias emergentes luego de la segunda guerra mundial. El capitalismo y el comunismo se habían enfrentado en esa lucha asiática quedando prácticamente empatados. Ya Stalin había dejado su puesto a otro hombre fuerte del sistema: Nikita Kruschev. Kennedy desde Berlín lanzaba su famosa defensa al mundo occidental. El intento de invasión de Bahía de Cochinos y el conflicto por la instalación de misiles rusos en Cuba (la recordada Crisis de Octubre) habían ubicado a la pequeña isla,  llave de la conquista española hacia la América, en el nuevo foco ideológico del conflicto Este - Oeste.

 

Nunca Castro perdonó a Kruschev “la traición” de no haberlo consultado en retirar los misiles en Cuba. Nunca la URSS llegó a entender plenamente a ese personaje folclórico latinoamericano que jugaba al marxismo como una circunstancia no llena de convencimiento, pero importante para sus fines personales.

 

Los inicios de la revolución fueron eso: experimentos. Del nacional cristianismo de Camilo Cienfuegos, al leninismo de Raúl Castro y Carlos Rafael Rodríguez, pasando por el marxismo histórico pro chino de Guevara basado en los principios más filosóficos de Mao, Fidel jugaba con el pragmatismo de “démosle color propio a nuestra revolución”.  Es así que al día de hoy todas aquellas personas con influencia en el Gobierno recuerdan con especial crítica al comandante Che Guevara en su paso como Ministro de Industria y Presidente del Banco Central. Guevara era una persona que poco creía en los incentivos humanos, en la unidad monetaria como prenda de cambio (es por eso que sus famosos billetes firmados como Che, representaban la poca importancia que él le daba al dinero) y en los bienes de producción como factor del motor económico de un país.

 

El Che guerrillero sigue siendo el ícono revolucionario y mediático más influyente en el mundo contemporáneo. El Che funcionario, administrativo, ministro, banquero, fue quedando en el olvido, hasta su sacrificio el 9 de octubre de 1967 en un La Higuera, un pasaje de la selva boliviana.

 

Hasta el próximo episodio.

 

*Gustavo Ferrari WolfensonDoctor en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Consultor de las Naciones en temas de fortalecimiento institucional para gobiernos. Profesor de Gobernabilidad y Ejercicio del Poder del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard  y del ITAM. Residente buena parte del tiempo en el estado de Quintana Roo.

 

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