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¿Cuántas más?

¿Qué se requiere para que por fin recuperemos la tranquilidad perdida? | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

Prácticamente todos los días nos enteramos principalmente a través de los medios de comunicación o redes sociales, de personas que han sido víctimas de la inseguridad y la violencia a grado tal, que se ha vuelto parte de la normalidad y en la mayoría de los casos se les presta poca atención incluso por parte de las autoridades que apenas dedican alguna escueta declaración lamentando los hechos. Aunque el presidente insista en que su gobierno está enfocado en atender las causas mediante los programas sociales y que todos los días se reúne a primera hora con el gabinete de seguridad, lo cierto es que no hay resultados, las tragedias se siguen acumulando y pocas veces se detiene a los responsables prevaleciendo una gran impunidad.

Haciendo una rápida revisión de lo que ha pasado tan sólo en las últimas semanas, podemos darnos una idea de la dimensión de la crisis humanitaria por la que atraviesa nuestro país.

El 23 de marzo, Evelin Afiune, de 22 años salió a una cita de trabajo en Cuautla, Morelos y tres días después fue encontrada sin vida en un terreno baldío. Al parecer fue víctima de una red de trata de personas.

El 3 de abril se reportó la desaparición de María Fernanda Contreras de 27 años en la ciudad de Monterrey, y el 9 de abril fue hallada sin vida en un domicilio en Apodaca donde aparentemente se iba a reunir con un compañero de trabajo que le debía dinero.

El 8 de abril se localizó el cuerpo de Victoria Guadalupe de 6 años, quien dos días antes se había dirigido a una papelería cercana a su casa en Querétaro.  También el 8 de abril falleció Sofía, de 17 años, a quien intoxicaron en un bar en la Ciudad de México.

El 11 de abril asesinaron a 8 integrantes de una familia en Tultepec, seis mujeres y dos hombres de los cuales cuatro eran menores de edad.

El 21 de abril se encontró el cuerpo de Debanhi Escobar, de 18 años, en la cisterna de un motel tras 13 días en que desapareció al salir de una fiesta en Monterrey.

El 9 de mayo fueron asesinadas en un estacionamiento en Veracruz Yesenia Mollinedo y Sheila Johana García, 4 días antes se encontró el cuerpo de Luis Enrique Ramírez quien había sido secuestrado en su casa en Culiacán con lo que suman 11 periodistas en lo que va del año.

El 20 de mayo, un niño de 2 años murió de un balazo al interior de una iglesia en Fresnillo, Zacatecas, cuando unos gatilleros perseguían a otra persona que entró a buscar refugio.

Este sábado fue asesinada Cecilia Monzón, abogada y activista comprometida con la defensa de mujeres violentadas, por dos sicarios en motocicleta mientras circulaba en su vehículo en Cholula, Puebla.

El lunes, asesinaron a Humberto Valdovinos, defensor de los derechos indígenas en Pinotepa Nacional, Oaxaca.

La semana pasada Viridiana Moreno salió a una entrevista de trabajo en Veracruz y no se volvió a saber de ella hasta este martes - que ha sido el segundo día más violento durante la administración de López Obrador con 118 homicidios dolosos- en que fue encontrada sin vida.

En este escenario de terror, habría que preguntarnos ¿cuántas mujeres más desaparecidas y asesinadas, cuantas niñas, niños y adolescentes, cuántos periodistas y activistas, cuantas familias masacradas, cuantas madres y padres tendrán que seguir dejando todo para buscar a sus seres queridos? ¿qué tiene que pasar para que por fin despertemos como sociedad y alcemos la voz? ¿cuándo vamos a exigir a las autoridades que dejen de culpar al pasado y asuman su responsabilidad presente? ¿hasta cuándo vamos a permitir que sea más importante la popularidad, las aspiraciones y contiendas políticas que la vida e integridad de las personas? ¿qué se requiere para que por fin recuperemos la tranquilidad perdida?