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Cuando faltan los grandes

Uno voltea a las siguientes generaciones para ver quién puede llenar sus espacios.

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Escrito en OPINIÓN el

Durante las últimas dos semanas nos dejaron católicos que cambiaron la historia de su entorno y de su tiempo. Dos personas que lograron transformar sus sociedades y que entregaron la vida en el servicio y en el mejoramiento de sus países, me refiero a Lorenzo Servitje Sendra y Ricardo Arias Calderón.

 

Tuve la oportunidad de conocer a los dos y de recibir sus consejos y apoyo. A don Lorenzo lo conocí por la política, por el IMDOSOC y por la USEM. Una persona sencilla y cercana que promovió la Doctrina Social de la Iglesia y la responsabilidad social en el empresariado. Su labor política, siempre desde su realidad empresarial, fue promover la democracia y a los políticos que concordaban con su ideología. A Don Lorenzo no le bastó con hacer una de las empresas más grandes del mundo y con mejor situación laboral para sus trabajadores, también utilizó gran parte de su vida y de su fortuna a dignificar el trabajo y a los trabajadores, para promover los valores más necesarios y más nobles de la humanidad: la dignidad, la solidaridad, la subsidiariedad y el bien común.

 

A Ricardo Arias Calderón lo conocí en el año 2000. Uno de los homenajes luctuosos que se hicieron con motivo de la muerte de mi padre (Carlos Castillo Peraza) fue organizado por el PAN, con su entonces presidente Luis Felipe Bravo Mena. El homenaje se hizo en el Alcázar del Castillo de Chapultepec y con el mismo Bravo Mena, Felipe Calderón y Héctor Aguilar Camín, don Ricardo Arias pronunció un discurso que conmovió a todos los que lo escuchamos, recuerdo bien un fragmento:

 

“Él vivió con intensidad otra tensión. La tensión entre la metodología dubitativa y crítica de su razón, y la experiencia confiada y oblativa de su fe. Él vivía una situación poco confortable en la política; por necesaria y enriquecedora que sea para él y para la sociedad. Él no estaba hecho para la política cotidiana, él estaba hecho para la política de la gran empresa democratizadora de México y cuando sintió que su tarea se cumplía se retiró militante. Él encontraba como intelectual creyente que era extraño estar entre los poderosos y entre los aspirantes a poderosos. Esa condición y la dinámica de esa condición explican para mí lo inesperado de su decisión de separarse de la política militante y explican también el conflicto vital que siempre tuvo con los medios de comunicación, a quienes les dijo lo que pensaba, porque no tenía el temor del político que no se atreve a decirle a los medios lo que piensa. Él se los decía como intelectual y como creyente, y pago el precio por decir lo que sentía y lo que creía, y los medios no supieron apreciarlo, lo dice quien ya tampoco tiene temor de decir lo que piensa”.

 

Cuando los grandes faltan, uno voltea a las siguientes generaciones para ver quién puede llenar sus espacios y si bien los zapatos de un empresario y de un político son relativamente sencillos de llenar, acercarse a la trascendencia y a la generosidad de vida que tuvieron tanto Ricardo Arias como Lorenzo Servitje es algo prácticamente imposible.

 

La democracia, la economía social de mercado, el combate a la desigualdad y la lucha por las libertades mucho le deben tanto en México como en Panamá a estos dos personajes.

 

Su legado es responsabilidad de aquellos que los conocimos, pero su historia y su generosidad es patrimonio de dos países que se quedan un poco huérfanos ahora que nos hacen falta.

 

@JulioCastilloL 

@OpinionLSR