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COVID-19 y caos desde la sala de Urgencias

“Si la gente supiera cuántos ventiladores hay en un hospital, se estaría quedando en su casa desde ya”. | Laura Raquel Manzo

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Escrito en OPINIÓN el

La OMS afirmó el sábado que en México hay cosas que se están haciendo bien, sin embargo el caos ya es descrito como tal por los propios doctores desde dentro de los hospitales en la Ciudad de México. El Gobierno Federal, en voz del subsecretario López Gatell, aplaza cada día y estira la liga a como dé lugar, pero la realidad (dicho por las propias fuentes médicas que atienden diariamente la contingencia en los hospitales) es que ya estamos en la famosa “fase dos”. Y habríamos entrado en ella desde hace 15 días.

Ahí, en las salas de espera, en las salas de urgencias y las de terapia intensiva la vorágine va en aumento al igual que la paranoia, la desinformación y el desconcierto. De hecho, la desinformación y la falta de campañas hacia la sociedad -en todos sus niveles- ha sido la omisión más perjudicial en el camino, aseguran los doctores. Y lo mismo ocurre en el terreno de la salud pública que de la privada. Por ejemplo, en el Hospital Ángeles Lomas (en donde la prueba del COVID-19 tiene un costo de $5,220) esta semana estuvieron llegando alrededor de cien personas diariamente. El proceso debe ser validado por los médicos en Urgencias. Es decir, es ya tal la afluencia frente a la capacidad del hospital privado, que les es imposible la realización indiscriminada para todos. De la gente que llega, la mayor parte (más del 60%) no presenta síntomas, sin embargo esta gente quiere que se les haga la prueba, e incluso llegan a mentir con tal de aplicársela. Como es un hospital de paga, a la gente le cuesta entender que no se tiene la capacidad de personal o infraestructura suficientes para dar atención que exceda la propia emergencia. A estas alturas, ante sus ojos, ante los ojos médicos, ni los públicos ni los privados, ningún hospital tendrá la capacidad de ocuparse de la creciente demanda, de la imparable afluencia de personas queriendo pruebas y ni siquiera de atención médica a pacientes que se encuentren en estado de gravedad. “La semana que viene vamos a tener que rechazar pacientes aun teniendo síntomas que no podamos atender, o que tengan que esperar tres horas”, cuenta Mireille Arango, especialista en medicinas de Urgencias y Alta Especialidad en Toxicología Clínica del Ángeles Lomas, donde tienen hoy en día nueve espacios de aislamiento además de los de Terapia Intensiva. Arango agrega que esta semana supo que ya hubo hospitales, (públicos y privados), que no pudieron internar pacientes. “La prueba dio positivo y se les tuvo que pedir que buscaran otro hospital donde internarse”, contó. 

A este ritmo, los doctores calculan estar en el pico de la crisis en dos o tres semanas, y esto si se logra contener que la gente deje de tener contacto social de forma indiscriminada. “Si no se logra hacer la contención necesaria, como cerrar lo que no es indispensable”, calcula Arango, “la situación se va a alargar a meses y va a suceder en México lo mismo que pasó en Italia”.

El hospital Ángeles Lomas, me cuenta, espera tener pronto terminada una carpa a un lado del edificio principal para poder recibir más pacientes y diagnosticarlos con mayor rapidez. “Entre más pruebas hagamos, mejor sabremos qué tanto está creciendo esto”, explica Arango, y agrega que hoy en día el hospital ya no debe enviar las pruebas al gobierno para que éste las apruebe. 

“La mayoría de los infectados no se quedan en el hospital, pueden irse a casa aislados, y solo hay que monitorearlos”, explica la doctora. Por otro lado, pacientes positivos de COVID-19 que tienen neumonía deben aislarse por completo, y no pueden quedarse en una habitación normal del hospital porque el grado de contagio es alto. Mientras que los que tienen dificultad para respirar son los que van a Terapia Intensiva (TI), donde están los respiradores que hacen la función del pulmón. “Si la gente supiera cuántos ventiladores hay en un hospital, se estaría quedando en su casa desde ya”, asegura. “Porque si se llega a infectar y llega a requerir un ventilador, tal vez ya no haya”. Este problema lo estaremos viendo desde ya tanto en los hospitales públicos como en los privados. Los ventiladores son apartados muy sofisticados que tienen un costo que va desde los 600 mil hasta el millón de pesos. Imaginemos si llegamos a los números de España o la devastada Italia. 

La doctora (quien también trabaja en el IMSS desde hace 15 años) asegura que el instituto cuenta con ventiladores pero que los que funcionan para atender la gravedad del COVID-19 son muy pocos. “Hay unos que son muy viejos, tienen unos 30 o 40 años y no tienen las características para manejar a estos pacientes”, dijo. “También hay nuevos, no tenemos los mejores pero la cantidad es muy limitada”, agregó. Y por si fuera poco, los espacios privados, de ‘privado’ no tienen nada, ya que son separados únicamente con sábanas colgadas del techo. Entre los doctores del instituto se comenta la gravedad de que éste no tenga un plan de acción contra esta pandemia. Si a veces hay desabasto de Paracetamol -ya no se diga de antibióticos de última generación-, ¿qué se puede esperar con esto?  

El mejor escenario para México, confiesan, sería que en tres meses pudiéramos estar trabajando de manera normal, en el caso que no hubiera más casos de inserciones comunitarias. ¿Y el peor? Que hasta los médicos tengan que internarse y que no haya personal suficiente para atender a los pacientes. “El punto esencial”, insiste Arango, “es que la gente no salga de sus casas. Y si están en casa, que mantengan cierta distancia hasta con sus familiares”. O sea, frenar la curva antes que la curva nos frene a todos.