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Conversaciones con un ateo

Una plática con Héctor Diego Medina sobre sus experiencias religiosas personales. | Alejandro F. Basave A.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Desde hace tiempo me han interesado las religiones y sus efectos (positivos y negativos) en las personas. Desde luego me interesa mucho el aspecto filosófico/histórico de las religiones, pero todavía me llaman más la atención las consecuencias que generan en sus feligreses. Y es que, en mayor o menor medida, la religión rige gran parte de nuestras vidas. Por ello, me propuse platicar con creyentes (de diversas religiones), agnósticos y no creyentes o ateos sobre sus experiencias religiosas personales. Esta es la primer entrega.

Es importante hacer un disclaimer; soy católico (con las reservas que en otras ocasiones he expresado). Aclarado eso, quiero que estos diálogos no se conviertan en discusiones que antagonicen sino en conversaciones libres de prejuicios y cuyo objetivo sea comprender al entrevistado y acrecentar la empatía que tanta falta le hace al mundo.

Empecé este ejercicio con una persona que admiro y estimo mucho; Héctor Diego Medina. Héctor Diego es quizá más conocido públicamente por su trabajo como editorialista y anchorman de Milenio. Entre sus otras facetas destacan la de ser autor del libro Vocación Total, ser profesor universitario y hasta ser autoridad galáctica en todo lo concerniente al mundo de los Beatles.

  • AF: Muchas gracias por aceptar participar en este ejercicio. Sé que te disgusta la etiqueta pero, ¿te consideras ateo?

  • HD: Al contrario, gracias por la invitación. Me sirve esta plática para el libro que estoy escribiendo del tema. Entrando en materia, sí soy ateo desde el punto de vista técnico ya que no creo en Dios. Ahora bien, depende cómo definas dios. Si tú me dices “dios es amor y bondad” entonces no soy ateo porque sí creo en ello. No creo en el Dios tradicional, el Dios personal. Con la evidencia con la que yo cuento es genuino y honesto decir que no creo en un dios personal. Lo que no me gusta de la etiqueta “ateo” es que el concepto se construye desde la negación de algo.

  • AF: El místico Anthony De Mello decía que lo único que podemos saber de Dios es que es incognoscible. Por ello sostenía que el ateo comete el error de negar aquello sobre lo que no se puede decir nada mientras que el teísta comete el error de afirmarlo. Espero no descontextualizar esta polémica frase del jesuita, pero me da la impresión que defiende la humildad de no querer afirmar ni negar algo que simplemente no podemos entender. Creo que incluso defiende entre líneas al agnosticismo. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

  • HD: Yo creo que todos los ateos son agnósticos en cierto grado. Me gusta esa postura de De Mello, me parece muy taoísta. El tao es aquello que no se puede nombrar ni ver, existente y no existente a la vez. Regresando al tema, esto se convierte en una discusión semántica. Negarlo es negar una definición de dios. El concepto existe, eso nadie lo puede negar. Algo debemos de necesitar de ese concepto para tenerlo presente durante toda nuestra historia. Dios existe pero como concepto.

  • AF: Tú fuiste educado católico, además durante tu vida has estudiado a diversas religiones organizadas y en algún punto de tu vida te convertiste al budismo. ¿Qué fue lo que te movió ahora al ateísmo?

  • HD: Yo tenía un ateísmo intrínseco desde hace tiempo pero no lo quería ver. De niño era muy creyente, iba a misa y me la tomaba muy en serio desde un punto de vista muy espiritual. Según yo, hablaba mucho con dios. Le rezaba habitualmente y si no lo hacía me sentía mal. Pero también desde niño empecé a cuestionarlo. Me acuerdo en la primaria cuando en la clase de catecismo le escribí una carta a dios y la puse atrás de una piedra. Después del fin de semana pasé a ver si se había llevado la carta y vi que no había sido el caso. Recuerdo que les dije a mis papás: “si Santa Claus se lleva mis cartas del pino, ¿por qué dios no se llevó esta?”. Mis padres amorosamente me explicaron que dios estaba en todas partes y que por lo tanto no era necesario que se la llevara, pero incluso con todas estas justificaciones yo pensaba “¿por qué me quedó mal si dios sabe que yo no sabía eso?”. Continué cuestionando conforme fui creciendo, investigué y luego en mi faceta budista me di cuenta que para vivir mi espiritualidad no era necesario poner en el centro de mi vida a un dios personal. Y a cuentagotas de pronto se desbordó el vaso y me dije “realmente a quién estoy engañando, ya no estoy rezándole, no creo que exista como tal”.

  • AF: Tocaste un tema muy interesante, ¿se puede concebir la espiritualidad sin una religión?

  • HD: Definitivamente. Aunque los que no tenemos religión podemos aprender mucho de las religiones como su disciplina y sus calendarios por ejemplo. Creo que la religión ayuda mucho, pero no se necesita ser religioso para ser espiritual. Es una herramienta para alcanzarla pero no es la única.

  • AF: Y a todo esto y para ti, ¿qué es la espiritualidad?

  • HD: Es una forma de ver el mundo. Es difícil de definir pero podríamos decir que es un “camino”, una forma de vivir que aspira al desarrollo humano a través de la absoluta presencia y la contemplación.

  • AF: Normalmente una persona es instruida en una doctrina religiosa desde su infancia. Es decir, un niño que apenas se está desarrollando crecerá con una especie de imposición ideológica (de diversos temas) de sus padres dependiendo del lugar geográfico, la condición socioeconómica y el momento histórico en el que nació. Desde tu perspectiva no religiosa, ¿cómo puede abordar un padre (creyente o no creyente) la educación religiosa de su hijo de una manera ética?

  • HD: Yo creo que no hay una manera correcta que descarte a todas las demás. Lo que sí sé es que no hay nada peor que imponer. Se pueden mostrar diferentes caminos. Yo he dejado que mi hija siga la tradición católica por una cuestión social más que religiosa. Ahora bien, la religión es un buen un sustento espiritual. La educación religiosa jesuita le ha venido muy bien a mi hija ya que le ha fomentado el cuestionamiento. Creo que la religión -cuando no es prohibitiva- es una buena manera de empezar el ejercicio espiritual de un niño. Con ese ambiente, el niño podrá empezar a cuestionar las cosas por su cuenta conforme crezca.

  • AF: Hace un momento hablabas de un ateísmo intrínseco que antes te negabas a reconocer. Abundando más en ello, ¿qué te distanció de la religión organizada?

  • HD: Darme cuenta que no era necesario tener lineamientos o creencias específicas para cultivar mi espiritualidad. Por otro lado, mi honestidad intelectual. Estuve en varios cursos y pláticas con grandes cristianos y en algunas ocasiones yo decía: “¿cuáles son los no negociables?” Y cuándo me los decían me daba cuenta que yo no estaba de acuerdo con ellos. Con el exclusivismo empezó el problema para mí. Y llegué a la conclusión de que yo puedo extraer lo que me parece positivo de las religiones sin tener que practicarlas.

  • AF: Dices que hay cosas positivas que se pueden tomar de la religión si se convierte en una herramienta para alcanzar la espiritualidad. Además de eso, ¿qué es lo más poderoso o positivo de las religiones organizadas?

  • HD: La comunidad, sin duda. Por eso Alain de Botton propone en uno de sus libros generar lugares de reunión espiritual para los no religiosos. Desde el punto de vista sociológico y psicosocial, las religiones funcionan muy bien para el ser humano. En los rankings de felicidad por ejemplo, ciudades como Monterrey salen altas (aunque no creo que sean necesariamente muy espirituales) por tradiciones como el verse todos los domingos en misa.

  • AF: Un importante incentivo de algunos creyentes para hacer el bien es el más allá. Si una persona practica valores universales y practica el bien (con lo ambiguo que pueda sonar), tendrá un premio. Por otro lado, si esta persona hace lo opuesto, no tendrá un premio o quizá hasta pueda tener un castigo. Entiendo que para un ateo esto pueda parecer un método para hacernos responsables de nuestros actos o hasta un infantil sistema de recompensas. Pero entonces, ¿qué hay después de la muerte?

  • HD: Tengo un buen amigo católico que siempre me plantea la apuesta de Pascal; “¿Qué tienes que perder si crees en Dios? En cambio, tienes mucho que perder si no crees en Dios”. A lo que yo le respondo que su argumento está interesante pero que yo no puedo ser deshonesto con lo que yo pienso. El universo no tiene que ser bueno necesariamente. En él hay destrucción para que haya equilibrio. Es cierto que la fe en una religión ayuda a la calma y la certidumbre de la persona. ¿Qué hay después de la muerte? En eso sí soy agnóstico.

  • AF: Si una persona no tiene religión y por lo tanto no cree en el más allá, ¿puede realmente tener una sólida brújula moral? Si bien es cierto que no se necesita una religión para procurar hacer el bien siempre, también es innegable que muchas veces el argumento de “hazlo porque es lo correcto” es insuficiente para detener los peores impulsos humanos.

  • HD: No se requiere de una religión para la moralidad y la ética. Porque hasta desde un punto de vista egoísta conviene ser bueno. Todos queremos trascender de una u otra forma. Esa trascendencia va más allá de nuestra muerte. En ese sentido como en la vida y después de la muerte nuestras acciones tienen consecuencias. Creo que los derechos humanos (aunque pueda sonar Occidental) deberían de ser aceptados por todas las religiones y son los “no negociables” de la ética humana. Es difícil la incertidumbre que genera el no tener una religión. Aunque sé que la fe tampoco significa absoluta certeza. El camino espiritual debe ser siempre un libro abierto. No se puede decretar nada. Y una de las cosas que más me debato es lo del cielo y del infierno, que aunque no creo que existen, me he cuestionado si valdrá la pena vivir como si lo hicieran.

  • AF: Me llamó la atención lo que dijiste sobre el camino espiritual y como debe ser un libro abierto sin fin. Eso descubre una modestia no propia del estereotipo del ateo. Y aunque detesto los estereotipos y los prejuicios que generan, creo que en ocasiones pueden acertar en englobar las características que una mayoría de un grupo social comparte. Aclarado eso, el estereotipo del ateo generalmente lo define como una persona enojada con la vida y/o la religión, con aires de superioridad moral y con una enjundia propia del más fervoroso fanático religioso. ¿Lo compartes? Y si sí, ¿a qué crees que se deba esto?

  • HD: Creo que es una reacción. No sé si llamarle natural o de rebote. Es algo propio a un tipo de transición. Por ejemplo la de España en la que, cuando muere Franco, pasa al otro extremo. Los ateos normalmente ya han pasado por la religión y eso que comentas puede ser una reacción. Si son honestos consigo mismos creo que llegará el momento de la reconciliación con la religión. Es como un divorcio en el que muchas veces la primer reacción es odio y rechazo, pero luego viene una reconciliación y respeto mutuo aunque se mantenga la separación. A mí me molesta mucho el ateísmo militante o misionero porque creo que tiene muchos de los elementos religiosos que tanto critica.

  • AF: Una de las críticas más comunes al ateísmo es que algunos ateos famosos se convirtieron a una religión en su lecho de muerte. La crítica casi siempre va acompañada de nombres como Friederich Nietzsche y C.S. Lewis. ¿Qué responderías a esta crítica?

  • HD: Es debatible si por ejemplo, Nietzsche, se “convirtió” en toda la extensión de la palabra. Pero lo que sí es cierto es que, se den cuenta o no, las personas buscan ser más espirituales con la edad, con la enfermedad, o con las dificultades mayores de la vida. Podríamos decir en el otro sentido de algunos papas, o de la Madre Teresa de Calcuta que al final de sus vidas cuestionaron mucho su propia religión. Creo que el acercamiento a la muerte nos hace más espirituales, no necesariamente más religiosos.

  • AF: Llegamos a la última pregunta. ¿Le tienes miedo a la muerte?

  • HD: Mucho. Aunque más que a la muerte en sí, le tengo miedo a la soledad que implica. Uno de mis grandes objetivos de la vida es perder ese miedo. Hasta ahora no lo he logrado del todo. Espero que la meditación y la contemplación me ayuden como lo han hecho con muchas personas, con o sin religión.

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