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Contra la violencia, hagamos comunidad

A parte de las acciones que puedan realizar los gobiernos para revertir la violencia, es imperativo fortalecer los lazos de solidaridad en la sociedad. | Jaime Rochín

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Escrito en OPINIÓN el

La historia de México no se explica sin la violencia. Pareciera que es un elemento consustancial a su organización social. De hecho, la Historia de México es la historia de sus violencias: las de las culturas mesoamericanas, la de la guerra de Conquista, la de Independencia, Reforma, Revolución, las represiones obreras, políticas, estudiantiles, la Guerra Sucia, el zapatismo y, hoy día, la guerra contra el crimen organizado.

Concretamente, esta última espiral de violencia se incrementa a partir de 2006  y no ha variado independientemente del partido en el gobierno en turno (PAN, PRI, Morena).  Marzo de 2020, con todo y una disminución notable de la actividad cotidiana a causa de las directrices de prevención por el covid-19, será uno de los meses más violentos en lo que va de la presente administración, cerrando con aproximadamente con 3000 víctimas de homicidio y feminicidio.

Podemos decir con Jean Franco: “el escenario donde circulan la droga, la violencia y el capital, mientras las personas –migrantes sobre todo– son traficadas y asesinadas, no es el que imaginábamos para el inicio del nuevo milenio, pero es el que tenemos y es nuestra responsabilidad reflexionar sobre él".

La violencia estructural (pobreza y marginación) y la del Estado (militarización de la seguridad pública) han acelerado un proceso de descomposición social que ha dañado profundamente las relaciones humanas. Bien leía hace días en un artículo que nadie presta atención a la gran patología mental que nace de la desigualdad social.

El capital social (a diferencia de la cohesión social, que implica otros elementos) hace referencia a la redes sociales no virtuales, que fortalecen a las personas en comunidad: relaciones familiares o geográficas (el barrio, la colonia); o aquellas que las unen a grupos más grandes como las iglesias, clubes deportivos, escuelas,  universidades, etc. Sin duda, en muchas ocasiones, dichas “comunidades” han sido también focos de violencias pero no por ello se puede negar que, cuando se desarrollan sanamente, contribuyen de manera sustancial al desarrollo de las comunidades, generando un ambiente de solidaridad y confianza.

Independientemente de las acciones que puedan realizar los gobiernos para revertir la tendencia hacia las violencias, es imperativo fortalecer desde la sociedad organizada estos lazos de solidaridad y emprender acciones hacia una dinámica que transforme el escenario actual mediante la confianza. 

Hagamos comunidad. Van algunas propuestas:

a) Fortalecer la vida vecinal (por ejemplo,  el modelo de “cadena de vecinos”, ideado por habitantes de Ciudad Satélite, en el que cada casa estaría vigilada por las personas que viven en otras cinco. De esta forma, cada casa es el centro de una cadena de casas vigilantes, en formación panóptica. Entre las medidas que tomaron los vecinos están: tener actualizada la agenda telefónica de todos ellos; dar copia de las llaves al vecino de más confianza y no dejarlas a la vista; tocar el cláxon cuando lleguen a casa; portar un distintivo para autos propios y de visitas; instalar una insignia al exterior de la casa; encender la luz exterior de la vivienda; avisar cuándo no estarán en casa o saldrán de vacaciones; identificar a jardineros, lavacoches y trabajadores de la zona; quitar la publicidad de los buzones vecinos cuando no hay gente y colocar la basura en su canastilla; mantener contacto con la policía municipal y estatal; y avisar si ven algún vehículo sospechoso.

b) Inclusión social. Promover siempre una visión incluyente, de manera transversal. Esto se refleja en aspectos tan concretos como la arquitectura, el diseño de los espacios públicos, la normalización de las diversidades, etcétera.

c) Dialogar en la diversidad.  Aprender a escuchar, ponderar y rectificar no significa debilidad. Por ello, se deben desarrollar habilidades para argumentar sin atacar a las personas, es decir, sin generar violencias.

d) Participar en la vida pública. O sea, respetar y exigir respeto a las autoridades. Exigir con fundamento y motivación. 

e) Certeza. Evitar difundir noticias falsas y saturar los canales de información.

f) Fortalecer las redes sociales presenciales más que las virtuales, puesto que las últimas representan un arma de doble filo. Diríamos con Weber que se trata de una sociable insociabilidad. Está comprobado que cuando la gente abandona Facebook o Twitter por una temporada, disminuyen  considerablemente sus niveles de estrés. Por ello, resulta necesario vigilar que las redes ayuden a construir y no al contrario.

#HagamosComunidad