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Constitución inútil

A 2 años del centenario de la Constitución, es indispensable plantear un esfuerzo político y social, para ordenar nuestro documento fundamental. Tener una Constitución sólida, firme y constante, no debe ser preocupación de académicos del derecho, sino una exigencia del pueblo.

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Escrito en OPINIÓN el

Una Constitución, que no conjunto de leyes constitucionalizadas, es el reflejo expreso de las decisiones políticas fundamentales de una unidad política, en un momento histórico determinado. Para ser considerada como tal, la Constitución debe de garantizar los derechos fundamentales e inalienables del hombre e instituir la división funcional de poderes, en garantía de esos derechos.

 

La Constitución es el referente primario de cualquier sociedad, tanto desde el punto de vista normativo, como político. Es en la norma suprema, en donde el pueblo manifiesta sus decisiones fundamentales: Como erigirse en un Estado democrático o una monarquía. Al tiempo que se decide si el sistema de gobierno, será presidencialista, parlamentario o de cualquier tipo.

 

Dentro de una Constitución, se encuentran las prescripciones que imprimen sentido y finalidad a la unidad política. En esa medida, una Constitución arroja como consecuencia la estabilidad del Estado por cuanto hace a los métodos y formas de arreglo político; brinda cauce institucional a las diferencias sociales y sobre todo, brinda seguridad, certeza y predictibilidad (respecto a derechos y división de funciones) a ciudadanos, que ejercen y no ejercen el poder, dentro de ese Estado.

 

La Constitución sirve también como referente social, en tanto que es un factor común a toda la comunidad y en su caso, debería de servir como elemento de cohesión colectiva, pues es ahí, en donde los principios (mandatos de optimización), programas y aspiraciones comunes se imprimen; es ahí, en donde la definición más general de valores colectivos (pasados, presentes y futuros), deben encontrar cabida.

 

En México tenemos un serio problema con nuestra Constitución. Si bien nuestro pacto federal se rige bajo los principios de supremacía, rigidez y regularidad, lo que la haría más estable, lo cierto es que ha sido reformada en casi 600 ocasiones (dependiendo si se toman en cuenta los decretos de reforma o artículos reformados).

 

Padecemos de lo que Jesús Reyes Heroles, en su libro “El Liberalismo Mexicano”, refirió al escribir sobre los inicios de la vida independiente de México, de “euforia constitucional”. Esa característica política por la cual todos los arreglos y pactos, para que tengan validez y legitimidad, deben de estar reflejados en la Constitución. Como si por ese simple hecho, la solución institucional se impregnara en gobierno y gobernados por ósmosis o por simple gravedad.

 

Tenemos una Constitución con artículos de 17 palabras (Artículo 47) y otros de diez páginas de extensión (Artículo 27 y 41). Disposiciones de grado reglamentario, como el espacio de los partidos políticos en medios de comunicación en tiempo electoral y apartados esenciales que contienen decisiones políticas fundamentales como el Artículo 40 Constitucional.

 

No hay consistencia normativa en la Constitución, ni en su semántica, ni en su articulación jurídica, ni en su consistencia y valor. Si algo ha sido vapuleado en nuestra historia moderna, es la Constitución. Cualquier pacto político es elevado a rango constitucional sin el menor miramiento y bien podría decirse, que su procedimiento “dificultado” de reforma, es una simple apariencia sujeta a la política imperante.

 

A 2 años del centenario de la Constitución, es indispensable plantear un esfuerzo político y social, para ordenar nuestro documento fundamental. Pues en ello, va la estabilidad del Estado y su sociedad. Tener una Constitución sólida, firme y constante, no debe ser preocupación de académicos del derecho, sino una exigencia del pueblo.

 

Es a partir de la Constitución, en donde el Estado de Derecho inicia; en donde los arreglos e incentivos políticos se definen y en donde todos, deberíamos de encontrar seguridad y certeza sobre el actuar de nuestros gobernantes.

 

Es, en fin, un reflejo de lo que aspiramos como ente colectivo. El trato que se le ha dado a nuestra Constitución, no ha hecho sino quitarle el valor y la finalidad que debería de tener. No es extraño, que un país con los problemas que tiene México, haya reformado a su Constitución en casi 600 ocasiones. Es más bien un reflejo. A sus casi 100 años de vida, debemos considerar seriamente, empezar por refundar nuestro proyecto de país desde el principio, desde una Constitución que refleje nuestra finalidad, nuestros valores y que sirva de elemento de identidad y de cohesión para los mexicanos.

 

@gstagle