El Poder Legislativo no es (no debe volver a ser) un mero apéndice del Presidente de la República, sea éste del partido que sea. Se necesita un Congreso que exprese la pluralidad del país y no una asamblea de vasallos del Ejecutivo.
Volver a los tiempos del absolutismo presidencial, del Sí Señor Presidente, es condenar al país a un terrible retroceso y a una involución política que saldría muy cara a la nación.
En una democracia sana y una República federalista son necesarios los pesos y contrapesos entre poderes, para que se vigilen mutuamente y no se presenten excesos ni abusos.
El Congreso de la Unión aprueba, entre otros aspectos, la política fiscal y de ingresos del país, y la Cámara de Diputados tiene como facultad exclusiva aprobar el Presupuesto de Egresos de la Federación.
Equilibrio de poderes
Un Poder Legislativo que sea tapete del Presidente y se someta acríticamente a sus designios puede avalar decisiones que impacten terriblemente las finanzas nacionales y la economía, como autorizar una deuda pública exorbitante o elevar los impuestos. También puede afectar las libertades ciudadanas o erosionar gravemente los derechos humanos.
Hay candidatos y candidatas a diputados o senadores, muchos con negros antecedentes, que no tienen más oferta que presentarse como llaveros del candidato presidencial del partido que los postula, no tienen ni méritos propios ni defienden más causa que la del oportunismo.
Esperamos que la ciudadanía sepa valorar la importancia de cada poder y cargo en disputa y elija mediante un voto razonado a los integrantes del Poder Legislativo que garanticen la pluralidad de la representación nacional. Necesitamos un auténtico equilibrio republicano, ningún poder subordinado a otro, una genuina colaboración institucional y no convertir al Congreso en una Oficialía de partes del Ejecutivo.