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¿Cómo gestionar la incertidumbre?

Una adecuada gestión de crisis contribuye a reducir los efectos negativos de la incertidumbre. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

Agobiado por la pandemia del covid-19, el mundo asiste a una de las épocas de mayor incertidumbre. La mayoría de los gobiernos están lidiando hoy con la falta de garantías, tranquilidad y seguridad en el futuro, pero sobre todo con los problemas de sobrevivencia y emocionales que día a día están afectando a tanta gente.

La incertidumbre provoca ansiedad, tensión, intranquilidad, preocupación, parálisis, desesperanza y es un detonador poderoso de conflictos. A diferencia del miedo —que puede ser un recurso capitalizable para algunos regímenes, sobre todo los autoritarios— esta emoción se puede convertir en un riesgo para la gobernabilidad, sobre todo cuando se gestiona en forma inadecuada.

La incertidumbre es uno de los mayores retos a los que se enfrenta el líder. Las decisiones políticas que debe tomar para lograr la confianza de la gente son mucho más complejas. Además, las acciones de comunicación política para reducirla tienen un alcance limitado y temporal. Los especialistas en gestión de crisis lo saben: “El riesgo puede calcularse. La incertidumbre, no” (Prada, 2020).

Consulta: Jesús Rey, Víctor Ladero y Emilio Muñoz. "Covid 19 genera miedo e incertidumbre. El peligro de los escépticos y los sarcásticos ante la pandemia". Cambio 16, 28 Mayo 2020.

La pandemia y los efectos graves que ha tenido en la economía o en el sostenimiento del tejido social nos han puesto un velo que complica los procesos de toma de decisiones. El no saber lo que debemos hacer, ni las consecuencias, ni los tiempos en que llegarán las soluciones que se requieren merman nuestra capacidad para actuar y resolver.

Si el riesgo es calculable, a la incertidumbre se le debe quitar la carga de los asuntos que tienen solución en el escenario multicrisis que caracteriza al actual escenario. Cuando las soluciones no sean posibles en el corto plazo, es conveniente informar a la ciudadanía los pasos a seguir y los plazos a cumplir.

Además de lo anterior, es altamente recomendable para los líderes de cualquier sector:

1. Presentar a sus audiencias —en forma periódica— el diagnóstico concreto y apegado a la verdad de lo que está sucediendo. El énfasis debe estar en los temas y asuntos que se están resolviendo y en los que, aunque complejos, tendrán solución en el futuro. La información debe ser concreta, directa y sencilla. El líder la debe presentar con asertividad, sinceridad y serenidad.

2. Privilegiar en la agenda pública los modelos de corresponsabilidad, negociación y acuerdo entre los sectores más importantes de la política, la economía y la sociedad. El modelo en el que un solo líder tiene el poder para resolver todo no existe y tampoco resulta creíble.

3. Mantener una actitud positiva, mesurada y optimista: sin exageraciones, equilibrada, sin demagogia y sin tanto rollo. Esto no significa que los opositores hagan a un lado el debate o los señalamientos de lo que consideran que se está haciendo mal. Pero sus narrativas también deben tener una carga positiva, propositiva y esperanzadora. 

4. Reducir el número de conflictos reales o aparentes. La tensión de la gente se incrementa cuando los pleitos entre los líderes opaca las noticias relacionadas con los problemas más apremiantes que enfrentan las personas y las familias. La sensibilidad ante la tragedia y la problemática cotidiana de la gente siempre es altamente apreciada. Por eso, es preciso replantear el paradigma de que la confrontación —y no el debate de altura— es el eje de una precampaña o campaña electoral.

5. Informar con frecuencia sobre los resultados que se están obteniendo. Sin embargo, el líder debe tener cuidado en no crear falsas expectativas. Los logros pequeños no se tienen que presentar como enormes y los errores deben reconocerse con sinceridad y a tiempo.

El buen líder debe inspirar confianza para lograr la credibilidad de sus seguidores. La saturación informativa, la multiplicidad de fuentes, los dobles mensajes, el desorden en la agenda, la manipulación o la propaganda superficial basada en narrativas débiles e inverosímiles solo contribuyen a crear confusión y desconcierto. La desinformación es uno de los factores que incrementa la incertidumbre y el miedo a lo desconocido.

Te recomendamos: Luis Farías Mackey. "Incertidumbre y credibilidad", Opinión La Silla Rota, 31 Mayo 2019.

Por otra parte, no existe una adecuada gestión de crisis si no se demuestra la capacidad para reducir la incertidumbre. En lo general, el concepto se ha interpretado casi siempre como algo negativo. La realidad es que —al no saber con precisión lo que va a suceder en un escenario incierto— también se puede construir un futuro mejor. Para eso existe la Prospectiva.

La Prospectiva es una disciplina teórica que permite explorar, predecir o diseñar el futuro a partir de la interpretación y diagnóstico de escenarios pasados y presentes. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Prospectiva es “una herramienta de apoyo a la estrategia y de observación del entorno a largo plazo que tiene como objetivo la identificación temprana de aquellos aspectos y tecnologías que pueden tener un gran impacto social, tecnológico y económico en el futuro”.

También puedes leer: Michel Godet. Prospectiva Estratégica: problemas y métodos. Laboratoire d´Investigation Prospective et Stratègique y Prospektiker, Francia-España, Enero 2020.

Para las instituciones, los estudios prospectivos deberían ser una prioridad. Más en los tiempos donde domina la incertidumbre. Anticiparse a los acontecimientos contribuye a esclarecer no solo las acciones, sino a mantener el control y la conducción de un país que está siendo apabullado en los sectores estratégicos de su economía y cuyos efectos en los diversos grupos de la población son ya devastadores.  

Las aportaciones que puede hacer la Prospectiva en el diseño de las estrategias políticas y de comunicación tienen un gran valor dentro de los procesos de toma de decisiones. Sin embargo, es un recurso poco utilizado en las altas esferas del poder político, que siguen concentrándose en la coyuntura y en los beneficios de corto plazo, casi siempre desde una perspectiva electoral. 

¿Hasta cuándo se logrará consolidar la visión de Estado y de largo plazo que necesita el país?

Recomendación editorial: Albino Prada Blanco. Caminos de incertidumbre. Tecnologías y sociedad. España, Editorial La Catarata, 2020.