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Como estar en la luna

Y fue como “estar en la luna”, escuchar a Patti Smith cantando A Hard Rain’s A- Gonna Fall, durante la ceremonia de entrega del Premio Nobel.

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Escrito en OPINIÓN el

Si alguien me hubiera dicho que tenía la menor posibilidad de ganar el premio Nobel, tendría que pensar que tenía las mismas probabilidades de estar en la Luna.  

Bob Dylan.

 

Y fue como “estar en la luna”, escuchar a Patti Smith cantando A Hard Rain’s A- Gonna Fall,  durante la ceremonia de entrega del Premio Nobel. Tan disruptiva ella, como el galardonado a quien representa. Canta, se emociona. Se interrumpe. Ofrece disculpas y explica que está “muy nerviosa”. Recibe un largo aplauso. El premiado es el poeta de las calles, las carreteras y los bares. El que describe cómo es más fácil cantar para 500 personas, que para cincuenta, porque en los grupos más pequeños se conserva la singularidad y el espíritu crítico de cada una/o, a diferencia de las reuniones muy vastas en donde las emociones podrían tender a uniformizarse. El poeta rebelde, entrañable. Desgreñadito.

           

Dylan, el que escribió verdaderos himnos que han marcado generaciones. El que recibió la noticia – dice- cuando andaba “en la ruta” y no supo qué responder durante quince días. Su silencio fue interpretado por algunos como arrogancia, él sólo explica lo atónito que estaba. “¿Mis canciones son literatura?” Ante ese “andar en la ruta” una no puede dejar de pensar en toda una tradición “on the road” que incluiría el manifiesto de Jack Kerouac y Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, en una primera asociación más que libre. Me pareció muy importante su respuesta: La metáfora de la búsqueda inscrita en el viaje. La poesía. El desprendimiento. La mochila y la guitarra. La tradición de las letras que denuncian el desorden del mundo y sus oropeles. Sus oropeles con tanta frecuencia bordados en el despojo, el abuso, la sangre.

 

 

La Academia Sueca lo convocaba y él andaba viajando, hacia otro lado. Conocemos su excusa: no estuvo presente porque lo retenían “compromisos previos”. Mientras, habrá pensado por días y quizá noches, ¿cuál era la negociación posible entre el hombre que es y ha sido y los trajes de gala de la ceremonia de entrega del Nobel? ¿Cómo estar sin estar? ¿Cómo ser escuchado sin que fuera su voz directamente la que hiciera escuchar sus palabras? Me hubiera gustado el Nobel para Philip Roth (lo espero, como tantos, todo los años para él), su escritura es fascinante y nunca en ningún lado entendí, lo que significa un psicoanálisis, como en esa narración cómico-trágica de El lamento de Portnoy, un verdadero clásico.

 

Nombraron a Bob Dylan. Intenté seguir (sin demasiada convicción) los debates alrededor del ¿por qué era justo? o ¿por qué era absurdo el premio para Dylan? Ya era un hecho, su premio, notamos desde el año pasado un deseo de la Academia Sueca de romper con “la rigidez de los géneros”, y observábamos este año, como ese deseo se proyectaba en una ruptura, ciertamente, más brusca. La voz de Dylan comenzó a surgir – de nuevo- desde debajo de las piedras, y desde todas las direcciones de los vientos, con esa intensidad con la que ha acompañado tantas adolescencias, tantas vidas. Digamos que el reconocimiento para Dylan dejó de ser muy pronto, para muchas personas, una pregunta intelectual y compleja, para arrojarnos hacia otras preguntas: las de Dylan que fuimos por décadas haciendo nuestras. ¿O quizá las reconocíamos en él, porque ya eran nuestras? Esas preguntas cotidianas que identifican las dificultades de cada elección, de cada camino, la necesidad y la búsqueda de sentido en cada existencia.

 

Cierras los ojos y escuchas: “¿Cuantos caminos debe caminar un hombre/ Antes de que lo llames un hombre?/ ¿Cuantos mares una paloma blanca debe de navegar /Antes de que duerma en la arena?/ ¿Cuanto tiempo tienen que volar las balas de cañón /Antes de que sean prohibidas para siempre?/ La respuesta, mi amigo, esta soplando en el viento”. Y ¿qué sería “el viento”? Sino todo aquello que una/o siente, vive, lee, mira, observa, escucha, ama, huele, detesta, sueña, intenta cuando camina, a veces eligiendo la ruta. A veces atrapado en ella. Pero, ¿acaso no hay la mayor parte de las veces un camino hacia la libertad, al menos como anhelo, como voluntad?

 

 

Patti Smith canta, se tropieza, es grande. No puedo dejar de pensar en el libro autobiográfico que escribió en homenaje a uno de los más grandes amores de su vida, el fotógrafo Robert Mapplethorpe: Éramos unos niños. No tiene nada que ver con el Nobel, no, tiene que ver con toda una época. Se equivoca tantito al comenzar una estrofa. Se escurren algunas lágrimas. En otro escenario lejano: Patti Smith, magnífica ella también, cantando: Because the night, con su chaleco y su sombrero negro. Leyendo en una librería de Nueva York su carta de amor a Mapplethorpe: Me extrajiste del más oscuro periodo de mi juventud, compartiendo conmigo el misterio sagrado de lo que significa ser un artista. Si ella está allí, elegida por Dylan para representarlo, no puede ser sino porque ambos comparten y han compartido: “el misterio sagrado”.

 

La Academia Sueca dejó claras las razones de su preferencia por Dylan: "Haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense". Durante la ceremonia Horace Engdhal, leyó un texto muy bello que nos recordaba los orígenes de la poesía: “En un pasado remoto, toda la poesía era cantada o recitada, los poetas eran rapsodas, bardos, trovadores, y ‘lírica’, viene de lira”. También habló de cómo los dioses, “bailan y cantan”. La poesía viajaba de ciudad en ciudad, no se escondía sólo en los espacios cerrados y selectos, ocupaba las plazas. Engdhal citó a Lafontaine para explicar la ruptura de los géneros literarios: Cuando un maestro como Lafontaine aparece, la jerarquía de los géneros, la estimación de lo que es grande y de lo que es pequeño, alto y bajo en literatura, queda anulada.

 

La Embajadora de Estados Unidos en Suecia leyó las palabras de Dylan, quien se siente “en tan rara compañía” junto a lo que llamamos “los monstruos de la literatura”. En tan “rara” y feliz compañía. Tremenda elección la presencia de Patti Smith, quien hizo de la ceremonia un territorio inolvidable. Todos engalanados los allí presentes, y esas estrofas extraordinarias que nombran el dolor del mundo. Les comparto (por si no lo han escuchado y mirado, el video de la ceremonia) y la traducción de Es muy dura la lluvia que caerá. Qué contento saber a Dylan entre sus “compromisos previos” y un paseo por la luna. Es tan dura la lluvia que nos cae, es tan dura. Y a pesar de todos los a pesares: la voz del poeta viaja.

 

 

 Es muy dura la lluvia que caerá.

 

Oh, ¿dónde has estado,

mi querido hijo de ojos azules?

¿dónde has estado,

mi joven querido?

 

He tropezado con la ladera

de doce brumosas montañas,

he andado y me he arrastrado

en seis autopistas curvadas,

he andado en medio

de siete bosques sombríos,

he estado delante

de una docena de océanos muertos,

me he adentrado diez mil millas

en la boca de un cementerio,

y es dura, es dura,

es dura, es muy dura,

es muy dura la lluvia que va a caer.

 

Oh, ¿y qué viste,

mi hijo de ojos azules?

Oh, ¿qué viste,

mi joven querido?

 

Vi lobos salvajes alrededor

de un recién nacido,

vi una autopista de diamantes

que nadie usaba,

vi una rama negra

goteando sangre todavía fresca,

vi una habitación llena de hombres

cuyos martillos sangraban,

vi una blanca escalera

cubierta de agua,

vi diez mil oradores

de lenguas estaban rotas,

vi pistolas y espadas

en manos de niños,

y es dura, es dura,

es dura, y es muy dura,

es muy dura la lluvia que va a caer

 

¿Y qué oíste,

mi hijo de ojos azules?

¿Y qué oíste,

mi joven querido?

 

Oí el sonido de un trueno,

que rugió sin aviso,

oí el bramar de una ola

que pudiera anegar el mundo entero,

oí cien tamborileros

cuyas manos ardían,

oí diez mil susurros

y nadie escuchando,

oí a una persona morir de hambre,

oí a mucha gente reír,

oí la canción de un poeta

que moría en la cuneta,

oí el sonido de un payaso

que lloraba en el callejón,

y es dura, es dura,

es dura, es muy dura,

es dura la lluvia que va a caer.

 

Oh, ¿a quién encontraste,

mi hijo de ojos azules?

¿Y a quién encontraste,

mi joven querido?

 

Encontré un niño pequeño

junto a un pony muerto,

encontré un hombre blanco

que paseaba un perro negro,

encontré una mujer joven

cuyo cuerpo estaba ardiendo,

encontré a una chica

que me dio un arco iris,

encontré a un hombre

que estaba herido de amor,

encontré a otro,

que estaba herido de odio;

y es dura, es dura,

es dura, es muy dura,

es muy dura la lluvia que va a caer.

 

¿Y ahora qué harás,

mi hijo preferido?

¿Y ahora qué harás,

mi joven querido?

 

Voy a regresar afuera

antes que la lluvia comience a caer,

caminaré hacia el abismo

del más profundo bosque negro,

donde la gente es mucha

y sus manos están vacías,

donde el veneno

contamina sus aguas,

donde el hogar en el valle

encuentra el desaliento de la sucia prisión,

y la cara del verdugo

está siempre bien escondida,

donde el hambre amenaza,

donde las almas están olvidadas,

donde el negro es el color,

y ninguno el número,

y lo contaré, lo diré, lo pensaré

y lo respiraré,

y lo reflejaré desde la montaña

para que todas las almas puedan verlo,

luego me mantendré sobre el océano

hasta que comience a hundirme,

pero sabré bien mi canción

antes de empezar a cantarla,

y es dura, es dura,

es dura, es muy dura,

es muy dura la lluvia que va a caer

 

@Marteresapriego

@OpinionLSR