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Colombia: claves para comprender la derrota del “Sí” en el plebiscito por la paz

A partir de ahora se abre un nuevo escenario que plantea la renegociación.

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Escrito en OPINIÓN el

Empiezo esta reflexión con una confesión: quedé sorprendido por la ajustada derrota del “Sí” en el plebiscito sobre los acuerdos de paz de Colombia realizado el pasado 2 de octubre. No había revisado en detalle el acuerdo firmado entre el gobierno colombiano y las FARC-EP en La Habana el 26 de septiembre del año en curso, pero me llamó la atención el que casi todas las encuestas publicadas semanas, e incluso días antes del plebiscito, proyectasen una cómoda victoria del “Sí”.

 

A diferencia de la mayoría de mis coterráneos que celebraron la victoria del “No”, en parte obnubilados por su fervoroso antichavismo que usan como lentes para darle lectura a casi cualquier acontecimiento de la política mundial, demostrando el manejo de niveles de desinformación alarmantes para repetir hasta el hastío que “no puede haber paz sin justicia”, en mi caso no estaba a gusto con el resultado y me pregunté cómo puede haber gente que se oponga a un proceso que busca acabar con una guerra civil que ya tiene más de 50 año con un saldo de miles de víctimas fatales, personas desaparecidas, desplazadas, etcétera.

 

Para comprender los resultados del plebiscito quise darle una mirada en primer lugar a los altos niveles de abstención: más de 60% de los casi 35 millones de electores habilitados para esta jornada decidieron quedarse en sus casas. Especialistas afirman que buena parte de la población caribeña de Colombia no acudieron por las tormentas que azotaron a la región en esos días, sin embargo, qué pasó con aquellos que no tuvieron limitantes de índole climática para quedarse en casa.

 

Sobre este punto, me atrevo a arrojar las siguientes hipótesis explicativas: a) muchas de esas personas no han vivido en carne propia la experiencia devastadora de la guerra, por lo que les es indiferente o son poco empáticas con las implicaciones que ha tenido para el país en general, pero sobre todo para las víctima históricamente más golpeadas por la guerra; b) consideran que el acuerdo es poco claro en relación con el castigo y la pena que deberán cumplir los responsables de los crímenes cometidos durante el conflicto; c) afirman que con la incorporación de los guerrilleros a la vida civil, se impondrá un proyecto político cercano al castrismo y chavismo; d) vieron con recelo la poca neutralidad del país que albergó las conversaciones entre las partes previas a la firma del acuerdo (La Habana, Cuba); e) muchos simpatizan con el expresidente Uribe y su estrategia militar de enfrentamiento con los grupos guerrilleros (financiamiento y vinculación con grupos paramilitares incluidos).

 

Creo que estas hipótesis no sólo ayudan a comprender la alta abstención del 2 de octubre, sino que también arrojan luces para sobre el hecho de que poco más del 50% de los votantes decidió respaldar la opción del “No”. En esto creo que también influyó significativamente la estrategia desinformadora de Uribe y sus seguidores, enfocada en infundir el miedo entre la población sobre las posibles consecuencias de refrendar el acuerdo de paz.

 

También ha habido analistas que señalaron que en la votación del “Sí” influyó el miedo, particularmente en aquellos sectores rurales donde la guerrilla tiene mayor presencia. Lo cierto es que la distribución territorial de la votación evidencia las desigualdades que imperan en la sociedad colombiana: el “No” ganó en las principales ciudades y zonas urbanas, mientras que “Sí” lo hizo en su mayoría en el interior del país y zonas rurales, siendo éstas últimas las zonas más afectadas por una guerra civil que ya tiene más de 50 años y en donde sus habitantes anhelan poder vivir tranquilamente y en paz.

 

A partir de ahora se abre un nuevo escenario que plantea la renegociación del acuerdo, que haga explícitos los mecanismos específicos que pondrá en marcha el gobierno colombiano para aplicar la justicia transicional que todo el país requiere, etcétera. Lo que sí parece inminente para impedir el saboteo al proceso de paz que la sociedad colombiana merece es el reconocimiento e inclusión de un actor que hasta ahora había quedado fuera de las negociaciones: Álvaro Uribe y sus partidarios. 

 

Por lo pronto, veo con optimismo la entrega del Premio Nobel de la Paz al presidente Santos, él mismo simboliza el reconocimiento al esfuerzo que ha emprendido su gobierno para poner punto final al conflicto armado más largo de nuestra historia latinoamericana.