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CNDH, la reelección y Maquiavelo

Los órganos constitucionales autónomos surgieron, como la CNDH, por una necesidad remedial. Resulta ahora que la solución se nos convierte en problema.

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Escrito en OPINIÓN el

 

Cómo hacer de la CNDH un problema más que una solución puede ser una cuestión también de reglas. Maquiavelo destacaba la relevancia de los medios para conseguir los fines: las reglas en la CNDH colocan a la reelección como un fin. Si hay fines, hay estrategias para conseguir la reelección o para impedirla.

 

La combinación resultante entre una función en la que deben defenderse los derechos frente al poder, y que para continuar defendiendo los derechos se depende de éste, es un cóctel muy de esta temporada. Ante la natural propensión a la reelección, el inevitable cálculo político conduce a moverse entre obtener la alabanza y evitar la censura. La combinación conduce al dilema y en este terreno “los hombres ofenden antes al que aman que al que temen”, dice el florentino.

 

Cuando un órgano como la CNDH, el IFAI o la Suprema Corte desempeñan funciones de control del poder, las reglas crean diversos incentivos. En las dos últimas instituciones no se prevé la reelección, de manera que en las decisiones de “alabanza” o de “censura” no es ese el motivo, aunque puede haber otros.

 

La reelección no es solamente una expectativa, es un poder de quien la otorga. Si no se concede puede ser una censura, si se otorga puede ser un reconocimiento o la ausencia de veto. La reelección posibilita un acto ante las fuerzas políticas que no es solamente una evaluación de lo hecho, sino de un premio o un castigo asociado, depende.

 

La reelección es un poder de quien decide para establecer los términos del apoyo o del rechazo. Es un poder que inhibe la “obligada ingratitud”, diría Peschard, del designado hacia el designante.  La reelección posibilita la venganza del ofendido.

 

“Vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse”,  Maquivelo dixit.

 

La reelección incentiva la autocensura o el arrepentimiento, pero no por cuestiones de conciencia sino de consecuencia. El destino de un buen ombudsman es ser odiado por aquellos en cuyas manos está la reelección. Porque en un contexto en el que abundan las violaciones a derechos -por todos los partidos-, sólo puede ser víctima de sus méritos. Así como Álvarez Icaza, el indeseable para los partidos.

 

La reelección lleva a los opositores o rivales a incrementar el conflicto. No es solamente la oposición por cuestionar el desempeño, sino cuestionar a la persona aprovechando sus errores para colocarse en su lugar.

 

La reelección afecta a la autonomía y es una trampa constitucional para la eficacia de la propia Constitución. Los órganos constitucionales autónomos surgieron, como la CNDH, por una necesidad remedial. Dada la insuficiencia del autocontrol en las administraciones federal y locales y de los controles judiciales, había que inventar controles no jurisdiccionales. Resulta ahora que la solución se nos convierte en problema.

 

A esto, hay que ver los titulares sobre la CNDH de estos días también como un problema institucional. Los derechos humanos requieren buenas instituciones. Ya lo decía Maquiavelo que como teórico del poder era buen teórico de las instituciones: “Cuando los hombres están bien gobernados, no solicitan ni apetecen otra libertad”.

 

@jrxopa