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¿Civilidad? ¿Y entonces qué vendo?

No es sólo un asunto de legalidad, también lo es de comportamiento civilizado y responsable.

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Escrito en OPINIÓN el

Nuestros partidos y elecciones no admiten análisis político, sólo psiquiátrico.

 

Cuauhtémoc Velasco de Movimiento Ciudadano justifica la no firma de un pacto de civilidad aduciendo que “sería como formalizar algo que luego no tuviera defensa y no se trata de eso, sino de anticiparse a los problemas que se puedan presentar durante un proceso en forma civilizada”.

 

Mauricio Tabe, del PAN, sostiene que basta con el cumplimiento irrestricto de la ley.

 

El impresentable Batres, alega que el pacto de civilidad no es otra cosa que una “alianza contra Morena”.

 

El Verde y PRI firman cuanto pacto de civilidad les pongan enfrente, pero sus actos han pavimentado en gran parte el descrédito de nuestra democracia y totalmente la ilegitimidad que los define.

 

Empecemos por Tabe. La ley es un imperativo que se debe cumplir, incluso bajo el uso legítimo de la fuerza por los órganos encargados de su vigencia. La civilidad, por el contrario, es sociabilidad, que implica convivencia y ésta, respeto y tolerancia al otro. Por civilidad también se entiende urbanidad, que no es otra cosa que cortesanía, comedimiento, atención y buen modo. Civilidad, pues, es un modo educado de comportarse.

 

La ley se acata, es un mandato exógeno, una imposición; la civilidad es una actitud, un comportamiento volitivo, algo cultivado, un compromiso para hacer posible y llevadera la vida en sociedad. Se puede cumplir la ley siendo un patán y se puede ser una sedita en dulce sin jamás cumplir la ley.

 

El problema de nuestros partidos es precisamente de actitud ante la ley. Si bastase con cumplirla irrestrictamente, no estaría el PAN trampeándola con el registro manido de Xóchitl Gálvez, con el cual, además, ha desplegado una campaña anticipada embozada en su supuesta defensa y menos estarían impulsando a alguien que mintió a los hidalguenses y a la autoridad electoral dos veces (fue candidata al gobierno e intentó ser diputada ahora), registrándose en el padrón de Pachuca cuando jamás ha vivido allá.

 

Desentrañemos ahora a Velasco, de ser posible. Sostiene que su partido no firma porque de lo que se trata es “anticiparse a los problemas que se puedan presentar durante un proceso en forma civilizada”. ¿Y luego? ¿Cómo anticiparse en forma civilizada si no a través de un acuerdo de civilidad? Si de eso se trata, ¿por qué no firma?

 

La clave, sin embargo, radica en la primera parte de su explicación: no firma porque sería “formalizar algo que no tuviera defensa”. Veamos qué diablos trató de decirnos Don Cuauhtémoc. Si el acuerdo de voluntades es sobre un comportamiento educado, comedido, atento, correcto; por qué su formalización implicaría algo que luego no podría tener defensa. ¿Requiere defensa un comportamiento civilizado y pactado? ¿Por qué lo requeriría?

 

Nuevamente, o el vocero tiene un grave problema de entendimiento y razonamiento, o cayó en un lapsus mentus. No firman porque no quieren comprometerse a un comportamiento que no piensan cumplir y que entonces sí “no tuviera(n) defensa”. En otras palabras, no firmo porque no pienso cumplir y requiero defender mi incumplimiento.

 

Batres y su dueño no requieren mayor análisis, lo suyo son los molinos de viento, los “complo”, las mafias perversas y la eterna lucha entre el bien y el mal, encarnado el primero por ellos. Lo suyo no es ganar, sino ensuciar, desacreditar, escindir, conflagar.

 

Llegamos así al fondo del problema: No hay democracia posible con jugadores desleales.

 

Jugadores que juegan a reventar el juego; que litigan no contra violaciones a las reglas, sino contra las reglas mismas; que exigen la aplicación a rajatabla de la ley contra sus contrincantes, pero la excepción y flexibilidad máximas para con ellos; que reclaman todos los derechos, pero desconocen cualesquier obligación; que demandan prerrogativas y protección de la autoridad, pero la desconocen y guerrean contra ella. Que gozan del carácter de institución, pero mandan a las instituciones al diablo un día sí y otro también. Jugadores que no juegan a ganar, sino a volar el juego por los aires.

 

Es imposible construir una democracia en esta esquizofrenia electoral. ¿Civilidad? ¿Están locos? Si mi oxígeno es la trampa, la mezquindad, la grosería; “fabricar pasiones”, sostiene Valadés.

 

Elección tras elección vemos a los partidos dinamitar todo esfuerzo por construir una democracia civilizada. Para ellos la democracia son reformas legales que les llenen las carteras, les franqueen la ilegalidad, les pavimenten el conflicto; no leyes que los constriñan a un comportamiento civilizado, civilizatorio y responsable.

 

No pedimos santos, ni seres angelicales, pero sí un mínimo elemental de civilidad y lealtad a la democracia. No es sólo un asunto de legalidad, también lo es de comportamiento civilizado y responsable.

 

Para nuestros partidos la sociabilidad les es inclusive, por eso no alcanzan a ver el enfado y reclamo que levantan en la sociedad. Su esquizofrenia es suicida: reventar el sistema de partidos –que parece ser su objetivo inconsciente- solamente favorecerá la concentración del poder en el Ejecutivo, en detrimento de los pesos y contrapesos de todo gobierno democrático.

 

@LUISFARIASM