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¿Ciudades inteligentes?

Citlalli Aidee Becerril - Tinoco

Por
Escrito en OPINIÓN el

En el siglo XXI se ha vuelto frecuente incorporar el concepto inteligente para describir el uso de tecnología, sensores y aplicaciones de apoyo a procesos e infraestructura con el fin de “facilitar” procedimientos y dinámicas. La incorporación de lo inteligente aspira a reducir los tiempos de realización de una actividad, producir más en el menor tiempo, almacenar mayor número de información, emplear menor número de personas en actividades y procedimientos que un equipo tecnológico puede hacer de forma automatizada, así como tener mayor control de la realidad por medio de tecnologías operadas por computadora.

En cuanto a los servicios que una ciudad ofrece, se esperaría que estos sean provistos a tiempo y con calidad suficiente para que la población pueda habitar sin contratiempos y que las actividades económicas se lleven a cabo con procesos amigables con el ambiente, eficaces y eficientes y con un impacto social positivo. En este sentido, cuando se habla del agua en las ciudades, se piensa en un servicio de agua potable de calidad, al que tengan acceso todos los usuarios, provisto las 24 horas, siete días a la semana, con agua bebible y a precios justos; sin que la calidad en el servicio implique incrementos innecesarios y poco costeables para los usuarios. También se desea que esta sea realmente potable para disminuir o eliminar la compra de garrafones y pipas. Y se suma la separación de aguas pluviales con las residuales, así como el tratamiento y disposición seguros de las aguas tratadas y sus residuos. Entonces, ¿qué tendría que hacer una ciudad para que el servicio de agua potable sea inteligente?

Para que una ciudad sea digna de recibir el título de inteligente necesita tener, entre otros, un servicio de agua potable eficiente, suficiente, autosuficiente, equitativo y de calidad, que contemple la adopción y adaptación de procesos integrales, amigables con la tecnología, que faciliten su provisión. Es decir, que la organización y administración del servicio, el cobro-pago por el agua, la captación, potabilización, tratamiento y disposición de aguas de uso doméstico y residual y el mantenimiento que se le da a la infraestructura, sean los apropiados de acuerdo a los requerimientos sociales, ambientales y económicos.

Para pensar en lo inteligente, primero hay que recordar que se necesitan decisiones inteligentes tomadas por individuos. Por lo tanto, para que el servicio de agua en una ciudad sea inteligentetendría que incorporar en sus dinámicas la actualización y mejoras en sus procedimientos, registros y censos y entenderla como un sistema complejo que incluye la organización, administración, operación y mantenimiento.

Para la organización y administración inteligente de la dotación de agua potable en las ciudades, es indispensable censar a todos los actores involucrados con la gestión, provisión y administración del agua, además de los que participan de su venta, porque todos ellos son piezas clave en el engranaje de la organización del agua al interior de cada ciudad. Además, se esperaría que, en los diferentes niveles de gobierno, así como en los ámbitos comunitario, privado y metropolitano, se tome en cuenta la forma de organización de los distintos actores que operan el servicio, así como el reconocimiento y respeto a aquellas instituciones que se organizan por usos y costumbres.

Por su parte, la operación y mantenimiento inteligente exige tecnologías eficientes para extraer agua, su limpieza y tratamiento, así como de procedimientos para permitir la recarga de las fuentes de agua. Es necesario incorporar mejoras tecnológicas en las bombas y sistemas de distribución, en los acueductos y en las llaves para que el servicio de agua sea verdaderamente potable (es decir, que pueda ser ingerida por la población sin que eso represente un peligro a su salud) y sin que tengan la necesidad de comprarla embotellada o en pipas. También es preciso incorporar sistemas de notificación del tiempo y lugar en que la infraestructura necesita limpieza, mantenimiento, reparación y sustitución; así como instalaciones funcionales e infraestructura para la realización de los pagos y facilitar la regularización de los usuarios morosos.

La operación inteligente también requiere la sustitución de tinacos, piletas y cisternas de casas habitación, por tuberías con altos estándares de limpieza y durabilidad para proveer el agua sin que el servicio se vea interrumpido por fallas en la infraestructura. Según Bourguett Ortíz et al. (2007)[1] la presencia de objetos para almacenar agua tales como tinacos, cisternas, piletas, entre otros, son un indicador de la baja calidad del servicio porque genera gastos extras, para los usuarios, en la compra de agua.

Para cerrar, es indispensable y urgente incorporar tecnologías y procedimientos tanto en la captación de agua de lluvia, filtrado, reutilización y tratamiento del agua, utilización eficiente de la que se obtiene de otros cuerpos de agua (manantiales, ríos y acuíferos), así como en la devolución del agua tratada a los sistemas socioecológicos y ecológicos, con calidad suficiente, que permita el desarrollo de vida y estabilidad de dichos sistemas.

Se necesitan soluciones integrales que permitan reducir la vulnerabilidad urbana y mantener el ciclo de recarga – utilización del agua, sin afectar negativamente al entorno. Para ello, habrá que tener presente que una ciudad no puede ser inteligente sin personas preparadas para la toma de decisiones inteligentes.


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[1] Bourguett Ortíz, V., Mariano Romero, C., García Villanueva, N. y Alcocer Yamanaka, V. (2007). 'Indicadores de gestión para la evaluación del desempeño de prestadores de servicio a través de un ente regulador' en Martínez Austria, P. F., Bourguett Ortíz, V., Donath de la Peña, E. F. y Cruz Gutiérrez, F. V., eds., Gestión y Regulación de los servicios de agua potable y saneamiento. La experiencia mexicana e internacional, México: IMTA.

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Doctora Citlalli Aidee Becerril-Tinoco. Investigadora-Catedrática CONACYT - Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Es Doctora en Estudios del Desarrollo por la Universidad de East Anglia, Reino Unido; Maestra en Evaluación de Impacto Ambiental por la misma universidad y Licenciada en Geografía por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex).

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