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Circuncisión faraónica

Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud, más de 130 millones de mujeres han sido víctimas de mutilaciones sexuales | Jorge Iván Garduño

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Escrito en OPINIÓN el

El siguiente texto, es un extracto del testimonio verídico de Khadidiatou Diallo, mujer africana, militante en Francia de la asociación Grupo de Mujeres para la Abolición de las Mutilaciones Sexuales (GAMS):


Nunca me olvidaré de ese día. Fue en 1966. Yo tenía 12 años y mi hermana diez. Como todos los veranos, estábamos en casa de nuestros abuelos paternos, en una aldea a 15 kilómetros de Bamako. Una mañana temprano fuimos a ver a mi tía, la hermana de mi padre, a quien siempre queríamos visitar, pues nos consentía mucho. Yo no sospechaba nada. Mi tía me llevó al baño y ella y varias mujeres más se abalanzaron sobre mí, me agarraron, me tumbaron y me separaron las piernas. Yo gritaba. No vi el cuchillo, pero sentí que me estaban cortando. Había mucha sangre. Lloré, pero me decían ‘no hay que llorar, es una vergüenza cuando una llora, ahora eres una mujer, lo que te hemos hecho no es nada’. Empezaron a dar palmas y me vistieron con un paño blanco. No me pusieron ninguna venda, solo algo que habían preparado con aceite de karité y hojas. Le tocaba a mi hermana menor. La oí llorar y pedirme auxilio y eso me hizo sufrir aún más. Me embarga un sentimiento de odio y de rabia. Me case a los 22 años. Nunca pude decir que me faltaba algo en mi cuerpo, porque no se admitía que una mujer expresara sus deseos de placer. No es una herida, sino una verdadera mutilación; una herida se cura, pero con la mutilación se pierde algo para siempre.

Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 130 millones de mujeres han sido víctimas de mutilaciones sexuales y, anualmente, dos millones de niñas corren el riesgo de sufrir esas prácticas. Existen 28 países de África y grupos que realizan esto dentro de las comunidades de inmigrantes en Europa, Australia, Canadá y Estados Unidos.

La mutilación sexual femenina –conocida como excisión–, consiste en cortar la piel que recubre el extremo del clítoris o la extirpación (ablación) de este órgano y, a menudo, se amputa parte de los labios menores. Otra mutilación mucho más extrema es la de la infibulación o también llamada circuncisión faraónica, que es una excisión completada con la ablación de los labios mayores, cuyos muñones se suturan de un extremo a otro, dejando un pequeño orificio para permitir el paso de la orina, el flujo menstrual y más adelante, permitir la penetración. Esta práctica tiene graves consecuencias: hemorragia, anemia, retención de líquidos, infecciones pélvicas y desgarramientos en el parto. Se ha considerado que dicho ritual no tiene vinculación con religión en particular, ya que tribus animistas, judíos, cristianos y musulmanes la practican, siendo esta última la más identificada con el rito considerado de transición.

En la mayoría de los países musulmanes, las leyes laborales en el sector industrial o administrativo, tienen como primera víctima a la mujer trabajadora con relación a la desigualdad de sueldos, facilidades maternales o lo referente a la jubilación, mientras que, en la agricultura o el trabajo doméstico, no existe ninguna ley que proteja a las trabajadoras.

En lo referente a las leyes familiares, –en cualquier país árabe– como la finalidad es proteger los beneficios de la familia como una unidad económica, le dan todo el poder a los hombres, quienes desde el punto de vista religioso, son los únicos capaces de mantener y defender esa unidad, convirtiendo a las mujeres –reitero– en sus primeras víctimas.

Estas “ceremonias” obligan que cada vez sea mayor el número de mujeres de corta edad que abandonan su país de origen para emigrar a Europa o América del Norte, principalmente, sumándose a los problemas alimenticios y de trabajo existentes. Todo esto fomenta la prostitución, el odio y la denuncia constante de grupos que consideran el “totalitarismo islamista” comparable con el nazismo y el estalinismo, que desemboca en constantes choques violentos, y estos hechos todos “en nombre de Dios”.

Un caso significativo es el de Waris Dirie, quien nació en Somalia, en una familia nómada. Ignora su edad, pero podría tener 41 años. A los cinco, aproximadamente, su madre la condujo a la oscuridad del desierto y dejó que una gitana le extirpara el clítoris. Después, la cosieron con espinas de plantas y le ataron las piernas por 40 días. Su belleza le valió un millonario contrato con la marca Revlon y ser parte de las inolvidables chicas Bond. En septiembre de 1996, fue nombrada por la ONU Embajadora Especial para su campaña en contra de la mutilación femenina. Es autora del libro La flor del desierto, (Editorial Planeta, 1999), en el que habla sobre su niñez y de cómo salió de África.

La mutilación femenina ha sido una práctica milenaria que no debería seguir existiendo, sin embargo, es tan complicado erradicarla y tan complejo combatirla, que el simple hecho de mencionar esta posibilidad es ya una herejía por la cual en diversos países yo podría estar siendo lapidado.

Pero dentro de nuestras sociedades modernas, debemos hacernos conscientes que estas prácticas suceden todos los días en lugares remotos de nuestro planeta, o bien, a la vuelta de la esquina de nuestro vecindario, por lo cual el hecho de ignorarlo no va a solucionar ni a mejorar la situación, ya que no solo se daña a la mujer, sino que la figura varonil también es trastocada.

En la medida de nuestras posibilidades hablemos y ataquemos estos sucesos con la firme convicción de construir mejores bases sociales, fomentar la conciencia humana, valorar la figura femenina y toda su femineidad, quizás, en no muchos años, podamos decir que en todo el mundo la mujer ya no es un objeto sexual, de trabajo doméstico y de reproducción humana, sino que ha sido valorada como la depositaria de la vida misma.

Lee también: El "efecto Francisco". Un vistazo tras bambalinas

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 Esta semana en DIORAMA, mis recomendaciones literarias:


Una sociedad de señores. Dominación moral y democracia” (Jus) de Mario Campaña. Un poderoso ensayo sobre la pervivencia de los valores aristocráticos en las democracias occidentales. Así lo pretende al menos el gran eco de la humanidad doliente y el progreso inexorable. Y, en efecto, el nuevo orden nos iguala: todos, desde el primer gorila hasta el último mono, somos hoy ciudadanos asimilados en derechos. Perduran, cierto, amargas injusticias y atropellos, pero en la esfera política nadie es más que nadie porque la razón legal limita el ejercicio del poder y el árbitro es poderoso. Al fin y al cabo, el príncipe y el mendigo votan en la misma urna.

No obstante, más allá del código o el voto, con frecuencia el rumor del pasado se hace presente como estruendo, y muchos próceres nuevos (y otros tantos advenedizos que aspiran a serlo) alzan la voz sin decoro para reclamar la distinción que por sus méritos y alcurnias les pertenece. Para ellos, el dinero, el mando, la fama, el éxito y el talento no son meras contingencias hijas de la fortuna, sino virtudes propias del señorío. Y si esto es así, la lógica circular conduce a una conclusión feroz: la pobreza, el fracaso, la derrota, la impotencia y la pereza, incluso la noble modestia, son vicios propios de la chusma. A nuevo señor, vasallo nuevo.

Las categorías sociales se transmutan en veredictos morales, la cultura (o el credo) legitima una vez más el privilegio y la antigua dialéctica del amo y el esclavo vuelve por donde solía. Quizá, como afirma Mario Campaña, los amos «nunca se fueron». Una sociedad de señores abre una indagación necesaria y un debate inexcusable sobre la auténtica naturaleza de nuestras democracias.

Escucha aquí la entrevista que le realicé a Mario Campaña.

http://bit.ly/2nuLq5u

Los relámpagos de agosto” (Booket) de Jorge Ibargüengoitia. Los relámpagos de agosto es el reverso humorístico de la novela de la revolución basada en hechos reales y conocidos, aunque los protagonistas son imaginarios, la trama se va por el lado chusco de la vida y obra de un militar caído en desgracia. Sin pena ni gloria, recluido en su cuarto con lápiz en mano, el general Arroyo escribe, escribe y escribe sus memorias.

El autor hace gala de su estilo chispeante y en forma satírica mordaz, igual que una parodia, ensambla los personajes y los sucesos de manera que las desventuras del viejo militar resultan hilarantes y con una carga de proyectiles para el disfrute de todos sus lectores. Jorge Ibarguengoitia es ya un clásico de las letras mexicanas.


La tierra bajo nosotros” (Crítica) de Paul Bogard. Hace 25 años, el mundo producía 3 toneladas anuales de cemento por persona. Ahora la cifra alcanza las 5 toneladas. A medida que nuestras ciudades, suburbios y pueblos se expanden, la propagación implacable del pavimento sobre el que caminamos, construimos y dentro del cual vivimos, nos separa del terreno natural, encubre la fuente de nuestros alimentos, del agua y la energía, y también de la biodiversidad del suelo que sostiene nuestra vida.

La Ciudad de México es el lugar perfecto para pensar en las consecuencias de esta hiperpavimentación e hiperconstrucción. Bajo el peso combinado de 21 millones de personas y todo su concreto, la capital mexicana se desploma rápidamente… Y no solo seguimos pavimentando más superficies: asfixiamos nuestro suelo fértil, acabamos con su vida, y es este un acto totalmente irreversible. Una vez que cubrimos el suelo con concreto o asfalto, lo hemos perdido. Es suelo muerto.

En este libro francamente imprescindible, Paul Bogard recorre varias metrópolis modernas, entrevista a personajes admirables, visita algunos de los pocos pueblos autóctonos que todavía existen, y también nos habla del pasto de nuestros domesticados jardines, de los campos de golf, de la agroindustria, del fracking... y de las funestas consecuencias que tienen para la tierra de la que, paradójicamente, dependemos para sobrevivir.

Las esposas del cártel” (Debate) de Mia Flores y Olivia Flores. Vivieron en la riqueza más exuberante y en el terror más absoluto. Forjaron familias de ensueño y envenenaron a miles de personas. Construyeron un imperio binacional y luego lo atravesaron corriendo por sus vidas. Fueron socios de Joaquín el Chapo Guzmán y se convirtieron en la pieza clave para que cayera.

La historia de los gemelos Peter y Junior Flores resume todo lo alucinante y bárbaro del narcotráfico. En esta obra, sus esposas relatan con un detalle inaudito la carrera criminal de sus maridos, desde sus orígenes en Chicago; cuentan los episodios más insólitos de sus vidas en común, delinean las redes de corrupción que campean a ambos lados del río Bravo y explican por qué sus compañeros decidieron colaborar con el gobierno estadounidense justo cuando gozaban de un poder gigantesco.

Leonora Carrington. Una vida surrealista” (Turner) de Joanna Moorhead. Pintora y escritora extraordinaria, pionera del surrealismo y figura crucial del arte del último siglo, Leonora Carrington tuvo una vida siempre a contracorriente, tan surrealista como su pintura. Nació en Inglaterra en una familia acomodada, de la que se fugó con apenas veinte años, y pasó temporadas en Francia, España y Portugal antes de embarcarse, junto con gran parte de su generación artística europea, rumbo a América, donde encontró una nueva vida.

Una vida que, como las de Max Ernst, Marcel Duchamp, Frida Kahlo o Peggy Guggenheim, recorre gran parte de los avatares políticos y artísticos del siglo XX.

Esta es su biografía más personal, escrita por su prima Joanna Moorhead, periodista inglesa que se enteró, ya de adulta, de que la famosa Leonora Carrington era familiar suya, y la acompañó durante sus últimos años.

Joanna Moorhead, nacida en Lancashire y residente en Londres, es periodista en The Guardian, donde escribe sobre crianza y vida familiar. En 2010 fue una de las comisarías de la exposición sobre la obra de Leonora Carrington. Este es su primer libro.