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Cinco años sin política

El Jefe de Gobierno de la Ciudad de México arriba a su quinto informe celebrada "cinco años de hechos, no de política"

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Escrito en OPINIÓN el

El Jefe de Gobierno de la Ciudad de México arriba a su quinto informe de labores con un lema que recuerda al pensamiento de Porfirio Díaz. Mientras el viejo dictador hablaba de "poca política, más administración", el mandatario capitalino celebra "cinco años de hechos, no de política".

La coincidencia no es menor. Muestra un fondo ideológico conservador pues donde no hay política, florecen los regímenes autoritarios. En las sociedades libres, por el contrario, la política forma parte del día a día y es algo común, no sólo entre la llamada "clase política", sino entre la ciudadanía en general. 

Donde no hay política, hay sometimiento, reina el pensamiento único, se niega la pluralidad y el poder se ejerce de forma vertical como ocurría en el porfiriato.

No obstante, la existencia de la política no presupone la inexistencia de una fuerza hegemónica en una sociedad, pero sí implica el apego de esa fuerza a una normatividad que obliga a que la lucha por el poder se libre en el campo ideológico. 

Mancera asumió el gobierno de la CDMX cuando surgió Morena

Mancera asumió el Gobierno de la Ciudad de México de forma paralela al surgimiento de Morena. Esto significó que por primera vez desde 1997 hubiera una fuerza política capaz de disputarle la hegemonía política al partido gobernante.

Este reto fue enfrentado de forma equivocada por el gobierno y su partido. Un hecho definitorio fue la alianza con Peña Nieto que se tradujo en la pérdida de la identidad crítica de la administración capitalina respecto al gobierno federal. 

La distinción entre un gobierno de izquierda y uno de derecha se perdió. En la ciudad comenzaron a darse fenómenos como la represión a los jóvenes, el aumento abusivo a la tarifa del metro, la privatización de espacios públicos y el cobro de sanciones como las multas de tránsito. 

El mandatario y su partido apostaron a que la lealtad de los capitalinos era a unas siglas, no a un proyecto político y los resultados se vieron de inmediato: Morena triunfó en las elecciones de 2015 y refrendó su superioridad en la elección para la Asamblea Constituyente

Ante estos descalabros, la reacción fue el endurecimiento de la negación de la política: el uso de la fuerza contra toda manifestación cultural, política o recreativa independiente en las delegaciones gobernadas por el partido en el gobierno. 

De cara al proceso electoral de 2018, se vislumbra peligrosa esta negación de la política y las libertades incubadas desde las oficinas del Antiguo Palacio del Ayuntamiento. 

De continuar esta dinámica, se corre el riesgo de que en delegaciones como Coyoacán, Gustavo A. Madero, Iztacalco, Iztapalapa y Venustiano Carranza los protagonistas del proceso electoral sean los grupos de choque que a golpes y amenazas impiden toda actividad pública que no cuente con la simpatía del partido que gobierna. 

Lo que presume como fortaleza el Jefe de Gobierno es en realidad su gran debilidad. Negar la política es negar la democracia, la conciliación, el diálogo, la participación, la pluralidad, el consenso y la sensibilidad respecto a la opinión ciudadana. El problema no es la política, sino los políticos que no cumplen sus compromisos y abusan de sus cargos.

@martibatres | @OpinionLSR | @lasillarota