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¿China tiene la culpa?

Por: José Antonio Sosa Plata.

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Escrito en OPINIÓN el

La economía del país no atraviesa por uno de sus mejores momentos. Si bien no todos comprendemos el fondo del problema, esa es la percepción que queda al ver las noticias de lo que está sucediendo, por ejemplo, con la caída de los precios internacionales del petróleo, la depreciación del peso y la crisis financiera que enfrenta China.

 

"Vivimos momentos inusitados".

 

Con estas palabras sintetizó el gobernador del Banco de México (Banxico), Agustín Carstens, la problemática actual de nuestra economía. Algo similar ha dicho en los últimos días el secretario de Hacienda, Luis Videgaray.

 

Las causas del problema son varias.

 

Las "aguas picadas" —dijo Carstens— se explican por China y el petróleo. También por la incertidumbre de la política monetaria en Estados Unidos, lo que hace que "el barco se mueva poco". Pero eso no es todo.

 

La cadena de sucesos es grande.

 

Sin embargo, según la versión de las autoridades federales, prácticamente ninguno obedece a variables internas. Por el contrario, gracias a las medidas que el Gobierno de la República está tomando, "México está muy cerca de alcanzar un equilibrio financiero y crecimiento acelerado".

 

En otras palabras, aseguran que "vamos bien".

 

El país crece y avanza a pesar del entorno externo adverso o del problema que representa la inseguridad, "un tema importante que se tiene que abordar porque inhibe la actividad económica". ¿Y entonces por qué muchos no creen la visión positiva?

 

El escepticismo de la ciudadanía no es nuevo.

 

Desde hace décadas, el discurso oficial en temas económicos no ha sido directo, claro ni asertivo. En la misma medida que se utilizan en las explicaciones diversos elementos técnicos incomprensibles para la mayoría de la población, han predominado las justificaciones, pero no las explicaciones.

 

Aún más, la gente interpreta lo contrario.

 

En las últimas tres décadas del siglo pasado nos acostumbraron a que si el gobierno decía que la gasolina no incrementaría su precio, subía casi de inmediato. A que si el peso estaba muy fuerte y no iba a haber devaluación, ésta era inminente.

 

Hoy, el concepto devaluación se sigue evadiendo.

 

El peso no se devalúa. Se deprecia. De la misma manera, los argumentos parecen alejados de la realidad bajo la presunción de los riesgos económicos y políticos que se tienen cuando se dice la verdad.

 

Cierto es que muchas cosas han cambiado.

 

No existe duda de que no estamos viviendo una crisis como la de los años 70 u 80, o mucho menos como la que experimenta hoy Venezuela.

 

Pero tampoco estamos en "un jardín de rosas".

 

Las amenazas son serias y no se pueden pasar por alto. Mucho menos minimizar. Tampoco se puede pensar que a la sociedad se le engaña con "cortinas de humo" o distractores, como la historia que se ha difundido en la relación de Kate del Castillo con el Chapo Guzmán.

 

Acciones así ya no tienen la misma fuerza que antes.

 

Los medios digitales y las Redes Sociales contribuyen a que una parte importante de la sociedad esté mejor informada y sea más crítica ante la #ComunicaciónPolítica de los gobiernos.

 

El paradigma es otro y debemos adaptarnos.

 

Para recuperar la confianza, las autoridades deben tener siempre presente que la crisis económica es elTalón de Aquiles que les impide mantenerse en el poder. En democracia, no existe ninguna campaña de comunicación que pueda cubrir o minimizar los efectos negativos de la economía en la población.

 

Las encuestas y las elecciones así lo confirman.

 

Si bien es cierto que el país no atraviesa aún por un momento catastrófico, sí hay indicios de que algunas variables se están saliendo de control. La volatilidad de los mercados y la incertidumbre son más frecuentes.

 

Es momento de retomar la figura de Vocería.

 

Ante las amenazas internas y externas que acechan nuestra economía, el discurso gubernamental no puede mantenerse con esquemas tradicionales, dispersos y mucho menos con actitudes paternalistas, argumentos evasivos o que intentan manipular la realidad.

 

Se requieren nuevas estrategias.

 

También es preciso actualizar los procedimientos de presentación del vocero oficial y los funcionarios, las narrativas y los códigos de comunicación para responder a las exigencias de una sociedad que pide más y merece más en materia de transparencia y derecho a la información, porque China no es la única responsable de lo que está sucediendo.

 

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