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Chile y una nueva Constitución, entre el apruebo y el rechazo

El 4 de septiembre unos 15 millones de chilenos están llamados a las urnas para decidir si aprueban o rechazan el nuevo texto constitucional. | Rubén Beltrán

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Escrito en OPINIÓN el

“Soy un esperanzado del proceso constituyente, (...). Creo que el texto, en mi opinión, va a ser algo que nos va a permitir avanzar. Pero pase lo que pase, yo recojo el guante. Y el liderazgo que yo voy a ejercer, que yo voy a impulsar va a ser de encuentro, pase lo que pase”.

-Gabriel Boric, 2 de junio de 2022

El panorama rumbo al plebiscito de salida 

El próximo 4 de septiembre, unos 15 millones de chilenos están llamados a las urnas para decidir en un plebiscito nacional, llamado Plebiscito de Salida, si aprueban o rechazan el nuevo texto constitucional. 

El 14 de mayo, después de casi un año de crispadas deliberaciones, la Convención Constitucional presentó un borrador de texto mismo que fue trasladado a la Comisión de Armonización para que le diera la redacción final, eliminara redundancias y ordenara las materias contenidas en los 499 artículos constitucionales que contiene el borrador, el proyecto de texto constitucional más largo en el mundo. Los analistas esperan que el texto resultante de los trabajos de la Comisión de Armonización sea menos extenso. Aun así, el texto final que esta Comisión presentará en unos días, el próximo 4 de julio, no será corto. 

El pueblo chileno tendrá dos meses para conocer el texto y formarse una opinión. Ese 4 de julio también marcará el arranque de las campañas formales en pro del Apruebo y en favor del Rechazo. Hoy, sin embargo, la marejada de opiniones mantiene la atención de todos los chilenos y ocupa ya los espacios informativos y de opinión y es el tema central de las conversaciones familiares y entre amigos y colegas, e inundan las redes sociales. El ánimo político de Chile está encendido y estando de visita en este país por el que siento tanto cariño, he podido constatar la marcada polarización que el tema ha creado. 

¿Qué cambió?

Recordemos que el llamado Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, adoptado por casi todos los partidos representados en el Congreso chileno, con la notable ausencia del Partido Comunista, el 15 de noviembre de 2019, constituyó la parte medular de un pacto político que marcó una solución institucional a la profunda crisis que vivía el país a raíz del Estallido Social de octubre de ese año. Casi un año después de ese histórico acuerdo, el 25 de octubre de 2020, se llevó a cabo el Plebiscito Nacional 2020, en el cual el 78.28% del electorado chileno aprobó la decisión de iniciar un proceso para una nueva Constitución y el 79% decidió que la redacción del texto debería estar a cargo de una Convención Constitucional cuyos miembros serían elegidos en una votación que finalmente se efectuó el 15 y el 16 de mayo de 2021. 

Esta abrumadora decisión en favor de una nueva Constitución contrasta de manera dramática con el ambiente que hoy vive un Chile dividido entre el Apruebo y el Rechazo. 

La última encuesta disponible al momento de escribir este texto, indica que, (cito el texto de la encuestadora CADEM del 20 de junio): "Con la información disponible hasta hoy, 46% (+3pts) dice que votaría Rechazo en el plebiscito de salida que se realizará el 4 de septiembre, frente al 37% (-2pts) que asegura que aprobará la nueva Constitución. 17% (-1pto) no sabe o no responde." (1) 

Esta encuesta, considerada por muchos la más confiable en Chile, al reflejar un porcentaje de indecisos cercano al 20%, permite suponer a muchos analistas que el resultado del plebiscito será cerrado. La verdadera historia de este proceso, sea cual sea el resultado, comenzará a escribirse un día después del plebiscito, el 5 de septiembre de 2022. También debo de subrayar que la situación es volátil y que de aquí al 4 de septiembre mucho puede cambiar en términos de las preferencias del electorado. 

Es importante destacar la diferencia que hoy en día se da entre la intención de voto mencionada arriba, con las expectativas del resultado. (Cito nuevamente el texto de CADEM): "En cuanto a las expectativas, 50% (-2pts) cree que ganará el Apruebo y 43% (+4pts) piensa que se impondrá la opción Rechazo. 7% (-2pts) no sabe o no responde." (2). Estos datos reflejan, me parece, que en el campo de los votantes que votarían por el Rechazo hay un sesgo de cierto pesimismo que les lleva a opinar que el Apruebo ganaría (3) . Coincide también en esta respuesta, una reducción de 10 puntos en el porcentaje de indecisos. 

En la intención de voto el Rechazo ganaría por 9% y en relación con la expectativa del voto, el Apruebo ganaría con una diferencia del 7%. Para muchos, esta aparente contradicción es un síntoma de lo apretado que será el resultado. 

Se puede afirmar, no obstante, que algo se movió entre ese 80% que aprobó la idea de la constitución y el ambiente ad portas del plebiscito: 

1. Un recinto de cristal

Las sesiones plenarias de la Convención, celebradas en la antigua sede del Congreso Nacional, se han realizado a la vista de la Nación. Por internet, por YouTube, televisión, prensa y en sesiones abiertas al público, las deliberaciones de los convencionales, sus discusiones, su retórica, ademanes, aciertos y limitaciones, estuvieron durante casi un año ante el escrutinio público, sin filtro. La transparencia en las discusiones legislativas y parlamentarias es, sin duda, una gran virtud, pero encierra el riesgo de cautivar a algunos y desencantar a otros. A los ojos de cada observador las discusiones pueden parecer sustanciales o estériles; formales o caprichosas; informadas o improvisadas; responsables o voluntaristas. Gran parte de la población, al no poder seguir de manera permanente el proceso de elaboración del texto constitucional, se ha formado una idea del mismo y de los actores, los convencionales, a la luz de imágenes y de escenas fugaces de los momentos más afortunados, intrascendentes o escandalosos de las deliberaciones. Todo ello ha generado hacia convencionales y el proceso en sí mismo, adeptos y detractores. 

2. Las discusiones y el texto

La opinión de los chilenos está dividida. Para algunos, los textos que se iban aprobando por la Convención acometían de manera adecuada el objetivo de elevar a rango constitucional los temas centrales que preocupaban a la mayoría de la población; para otros grupos, los textos se alejaban del objetivo central e incluían normas que desviaron al proceso de su propósito central y que se ubicaban en extremos contrarios a lo que el interés nacional demandaba. Así, nadie puede decir hoy en día que el texto aprobado finalmente por los convencionales y reflejado en el borrador del 14 de mayo, es reclamado como suyo por parte de una abrumadora mayoría de los chilenos. Me dicen, desde ambos lados de la ecuación política, que en buena parte de la opinión pública ha quedado la idea de que se trata de un texto al que le faltó tiempo. Me reiteraron que la idea de dar a conocer el borrador del 14 de mayo, probablemente contribuyó a esa noción. En este sentido, la encuesta de CADEM proporciona una línea de resultados que permiten concluir que sea cual sea el resultado, Chile enfrentará un reto importante a partir del 5 de septiembre, un día después del plebiscito (cito nuevamente el texto de la interpretación de resultados de CADEM): "Sobre las alternativas del proceso, sólo 11% (-3pts) quiere que la nueva Constitución se apruebe tal como está propuesta, 35% (+1pto) está porque se apruebe para después reformarla en lo que sea necesario, 30% (+2pts) prefiere que se rechace para que se proponga un nuevo proceso que permita tener una nueva Constitución y 18% que se rechace para seguir con el texto vigente." (4)

3. El Plan B

El presidente Boric no ha ocultado su preferencia porque el texto propuesto por la Convención sea aprobado, pero también se ha mantenido a distancia de aquellas voces que empatan el éxito y aún la viabilidad de su gestión, a la necesaria aprobación del texto. Para ejemplificar reitero parte de la cita del presidente Boric que incluí al inicio de este texto: "...el liderazgo que yo voy a ejercer, que yo voy a impulsar va a ser de encuentro, pase lo que pase." (5)

Ese mismo espíritu pragmático y conciliador lo encontré reflejado en algunos representantes de la izquierda, con quienes tuve la oportunidad de conversar estos días. 

Del mismo modo, tuve oportunidad de intercambiar puntos de vista con algunos personajes de la centroderecha chilena: "Es innegable -me dijo alguien de ese sector- reconocer que si el Rechazo gana, al día siguiente del plebiscito tendremos que poner en marcha un plan que permita incorporar en el texto constitucional vigente la mayoría de las medidas sociales que la Convención ha adoptado. La otra opción, si gana el Rechazo -me dijo esta persona- sería relanzar el proceso para una nueva Constitución, aunque -rematô- ello sería mucho más complejo." 

Por otra parte, un reconocido académico me señaló que "habida cuenta de las limitaciones que muchos le reconocen al texto presentado y la posibilidad de reformarlo con una mayoría de 4/7, se tendría que iniciar de manera rápida un proceso de enmiendas al nuevo texto constitucional". 

4. Economía, seguridad y aprobación presidencial

Siguiendo una conocida expresión chilena, el

proceso hacia una nueva Constitución entró en tierra derecha (en la recta final), y ahí converge con temas que inciden en la opinión del electorado. Una votación en apariencia binaria, Apruebo o Rechazo, es en realidad el resultado de una compleja valoración subjetiva del estado de ánimo de la sociedad y de cada elector en particular. No sólo el manejo de expectativas juega un papel importante: una nueva Constitución que sería como la bala de plata que traería la solución a las principales preocupaciones del electorado; no responde nada más a etiquetas propagandísticas para promover su aprobación: "vamos a acabar con la Constitución de Pinochet" o, del otro lado, "pongamos un alto a propuestas extremistas y absurdas"; tampoco depende de la eficacia del enorme esfuerzo didáctico que se requeriría para que el electorado pudiera conocer el texto a ser aprobado o rechazado; tampoco dependerá, solamente, si el discurso propagandístico se lee en clave de una contienda entre la izquierda y la derecha. Más aún, el humor de la población estará influido también por la aprobación del presidente y de su gobierno. Ello le le dará a muchos un indicio, más o menos informado, de la medida de su aptitud, de su habilidad, para llevar a cabo, con la colaboración indispensable del congreso, las reformas legislativas que se necesitarán para en el caso de que ganara el Apruebo, promover los cambios que la nueva Constitución exige para que los principios que contiene sean ejecutables o, para impulsar nuevas leyes que incluyan reformas sociales indispensables si el Rechazo ganara el plebiscito. 

Como en cualquier otro país, la votación del pueblo chileno estará también afectada por el estado de la economía y por la percepción de la seguridad en su entorno. Esto es válido tanto en el ánimo de los que creen que el nuevo texto constitucional puede promover los cambios necesarios para modificar positivamente esas variables, como en el de aquellos que piensan que el texto de nueva Constitución no propiciará los cambios que en su opinión requiere Chile. 

Conclusión 

Todo parece indicar que el resultado del plebiscito será cerrado y que las opciones para poder encauzar la energía de un país dividido en torno a un texto, pero unido alrededor del objetivo de crear un nuevo marco constitucional, serían dos: aprobar el texto para reformarlo o, del otro lado, rechazar el texto para dar cabida a las reformas sociales urgentes que demanda el pueblo chileno. 

En todo caso, hay una realidad que debo subrayar: el gobierno de Boric nació, se desarrolla y terminará, acompañado del Congreso que está hoy en funciones y que permitirá, si gana el Apruebo, que se emitan las leyes secundarias indispensables para hacer operativo el nuevo texto constitucional, y si gana el Rechazo, posibilitará la adopción de reformas sociales que permitan que Chile pueda avanzar en temas particularmente sensibles como las pensiones, la reforma fiscal, el acceso a la salud, la vivienda, la consolidación de un esquema de desarrollo respetuoso del medio ambiente, los derechos humanos y los derechos inherentes a los pueblos indígenas. 

Así, el 5 de septiembre, sea cual sea el resultado, iniciará un nuevo y largo camino. Chile aprobará o rechazará el texto propuesto por la Convención e inmediatamente deberá iniciar un proceso de reformas. 

Para la administración de Boric contar con un Congreso experimentado y equilibrado, preparado para atacar las tareas legislativas que inevitablemente se precipitarán después del plebiscito del 4 de septiembre, no es un activo menor. 

Se equivocan quienes piensan que el Apruebo implicaría forzosamente borrar los logros de 30 años de democracia, esos están ahí para quien quiera verlos, como bien apuntó Ricardo Lagos: “Hoy después de 32 años de democracia la situación es muy diferente, Chile está en la gran mayoría de los a indicadores de bienestar social a la cabeza de América Latina y se ha transformado a nivel mundial en uno de los países que ha tenido un ritmo de avance más rápido de desarrollo socioeconómico, disminuyendo la pobreza a una octava parte de lo que era en 1990, con un crecimiento económico un punto porcentual superior en promedio anual al de la economía mundial y un ingreso real per cápita creciendo tres veces más rápido que la media de los países de Latinoamérica. Esos avances nos han colocado a las puertas de un nuevo ciclo; enfrentamos retos que pondrán a prueba la capacidad del país para enfrentarlos, distintos a los anteriores, que exigirán otros esfuerzo y nuevas competencias. Nos encontramos como un grupo de andinistas que llega desde el campamento base a un campamento más alto, con dificultades nuevas, pero más cerca de la cima. El mundo se ha vuelto más complejo y globalizado y nos plantea otras urgencias, las de una sociedad cuyos miembros son más exigente en el ejercicio de sus derechos y las generaciones nacidas en democracia buscan expandirla a nuevas esferas de la vida social." (6)

Finalmente, se equivocan también quienes creen que el Rechazo implicaría el fin del gobierno de Boric. Al tiempo. 

Al cerrar, comparto con el amable lector el comentario de un taxista que, simpático y conversador, me condujo el domingo por las calles de Santiago. Llamémosle por su verdadero nombre, Juan Carlos, avecindado en Peñalolén: "Mire, el problema de Chile es que el pasado divide nuestro presente."

Alcance: El domingo 26 de junio por la noche, después de la redacción de esta columna, CADEM publicó una nueva encuesta sobre la opinión de los chilenos en relación con el proyecto de nueva Constitución. La muestra revela que la intención de Rechazo al nuevo texto constitucional supera por primera vez la barrera del 50% y llega al 51% y obtiene una ventaja de 18 puntos sobre el Apruebo que obtendría el 33% de apoyo. Esta parte de la encuesta indica qué hay un 16% de votantes indecisos. 

Por otro lado, en términos de las expectativas, esta nueva encuesta señala, también por primera vez, que los chilenos piensan que el Rechazo ganará el plebiscito del 4 de septiembre con un 47% de los votos, frente a un 44% de sufragios que obtendría el Apruebo.

Referencias y notas 

(1) CADEM, Plaza Pública, 20 de junio de 2022. (La nota metodológica de esta encuesta nacional telefónica señala un margen de error del 3.75%.)

(2) CADEM, ídem. 

(3) Mi juicio se basa, exclusivamente, en mi percepción de que ciertos sectores del pueblo chileno son, en determinadas condiciones, propensos a mantener una perspectiva pesimista, lo cual, tiene el lado virtuoso de prepararlos para cualquier eventualidad. 

(4) CADEM, ibidem 

(5) Gabriel Boric, discurso ante empresarios el 2 de junio de 2022. 

(6) Ricardo Lagos, expresidente de Chile. Carta a la presidenta de la Convención Constitucional, 5 de mayo de 2022.