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Chicxulub, los mayas, el sargazo y el trenecito capricho

El caso del sargazo es un buen ejemplo del funcionamiento y de la complejidad de los ecosistemas de los que formamos parte. | Leonardo Martínez Flores

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Escrito en OPINIÓN el

La península de Yucatán es un territorio icónico por muchas razones, incluidas las alegóricas pues hace unos 66 millones de años el meteorito Chicxulub se estrelló contra el planeta Tierra justo en donde hoy está la península que hoy conforma el sureste de México, generando una catástrofe marcada por la desaparición de los dinosaurios y el final del período Cretácico. Al menos alegóricamente, eso constituyó la primera y colosal tragedia de lo que a la postre sería el territorio de los mayas.

Civilización de grandes alcances, la maya gozó de una época de gloria hasta que, de manera aparentemente repentina, se esfumó dejando que la selva engullera con el tiempo sus herencias y sus grandes edificios. De entre las hipótesis mejor aceptadas sobre la misteriosa desaparición de este pueblo, está la que narra una hambruna causada por el rebase del sustrato biofísico de la producción de alimentos, es decir, que la población creció más allá de los límites sostenibles y ya no pudo seguir alimentándose con los recursos naturales disponibles y las tecnologías con las que contaban en esa época.

Ya en los tiempos actuales, a principios de la década de los años setenta del siglo pasado, empezó el desarrollo de Cancún como destino turístico internacional, lo cual sirvió para detonar un desarrollo que fue descubriendo a la península de Yucatán como un territorio paradisiaco que ofrecía una combinación única de atractivos: un gran número de extraordinarios sitios arqueológicos; combinaciones de hermosas playas de arena blanca y fina con un mar transparente de colores turquesa, infestado de peces tropicales; una enorme selva exuberante con un subsuelo calizo lleno de grutas y misteriosas cavernas como si fuera un gran queso gruyere, atravesado por un sistema kilométrico de ríos subterráneos de agua dulce y cristalina; la blanca y nostálgica ciudad de Mérida, y por si eso fuera poco, una amplia y exquisita gastronomía.

El desarrollo económico de la zona ha sido desigual, con éxitos, fracasos y muchos impactos ambientales, y hasta el día de hoy sigue atrayendo mucho turismo principalmente a lo largo de toda la Riviera Maya, desde Cancún hasta Tulum.

De unos años para acá, la península se ha visto azotada por una calamidad que consiste en la llegada anual de mantos flotantes de algas marinas. Se trata de enormes colonias de algas color marrón que florecen durante la primavera y el verano y que llegan a expandirse sobre grandes extensiones de océano, desde la costa oeste de África hasta el Atlántico centro occidental, el Mar Caribe y el Golfo de México.

Como suele suceder en muchos casos, cuando las cantidades son razonables los efectos pueden ser positivos, pero cuando se traspasan ciertos límites las consecuencias pueden ser muy negativas. En cantidades razonables el sargazo contribuye a la salud de los océanos al proporcionar un hábitat para tortugas, cangrejos, peces y aves, y para producir oxígeno. Pero cuando las cantidades llegan a los niveles que se han observado de 2011 a la fecha, las algas dificultan que ciertas especies de fauna marina se muevan y respiren, y cuando esas algas mueren, se hunden y pueden sofocar corales y pastos marinos. Además, cuando el sargazo llega a las costas y entra en estado de putrefacción, libera gas de sulfuro de hidrógeno y huele a huevos podridos, lo que provoca riesgos para la salud de las personas, impide la realización de diversas actividades marinas y ahuyenta el turismo.

Diversos estudios científicos han podido demostrar que uno de los factores que más han incidido en el crecimiento anual de los mantos de sargazo es el aumento de sus nutrientes, en particular compuestos de nitratos y fosfatos que entran a las aguas marinas. Lo que me parece muy interesante es que esos mismos estudios han podido precisar que la fuente principal de esos nutrientes es el río Amazonas y que esas grandes cantidades de nitratos y fosfatos provienen de la desforestación y de diversas actividades agroindustriales en la región.

Considerando que la polución de las aguas por esos elementos es un proceso lento que puede tomar varios años, desde que una gota de nitratos o fosfatos en el suelo llega al cauce del río y después al océano, entonces el aumento anual de los mantos de sargazo ha sido provocado por la llegada, a lo largo de varios años, de cantidades cada vez más grandes de nutrientes desde el río Amazonas. Dicho con otras palabras, el ritmo a tambor batiente de la desforestación de la selva del Amazonas genera una multitud de daños económicos y ambientales, una parte de los cuales corresponden a los causados a las regiones y comunidades que reciben sargazo putrefacto a lo largo de sus costas y que ya incluyen a la Península de Yucatán, a las islas del Caribe y a las costas de Florida en los Estados Unidos. El caso del sargazo es un buen ejemplo del funcionamiento y de la complejidad de los ecosistemas de los que formamos parte.

Finalmente toco el tema de la construcción del tren maya, con la que se está fraguando una nueva cascada de calamidades para la península de Yucatán, aunque tomando en cuenta lo mencionado en el ejemplo anterior, no sabemos realmente hasta dónde podrían llegar las afectaciones generadas. Esta es una de las grandes obras capricho de López Obrador, planeada al vapor y de manera irresponsable bajo una visión típicamente patriarcal, en la que el principal objetivo es satisfacer en el corto plazo el narcisismo del tlatoani. Como con la refinería y el aeropuerto, la consigna fue seguir al pie de la letra las ocurrencias del jefe, ignorar la voz de los expertos nacionales e internacionales y negar puerilmente y a toda costa el cúmulo de costos colosales que la sociedad mexicana seguirá pagando durante décadas.

Guardando las debidas proporciones, el colapso de la civilización maya, la llegada del sargazo y los daños potenciales del tren en construcción tienen algunas cosas en común. Como el hecho de que sus protagonistas no se imaginaron (en el caso del tren simplemente se niegan a verlo) que sus acciones prefiguran daños irreparables a los ecosistemas de los que forman parte, los cuales pueden incluir elementos y sitios muy apartados en el espacio y en el tiempo.

Cualquier proyecto de tren en la selva maya genera impactos ambientales, pero el proyecto que está siendo construido irresponsablemente asegura la fracturación de los ecosistemas naturales de muchas maneras, algunas hasta ahora insospechadas. Será el legado de este gobierno a la icónica península, un nuevo Chixculub androgenerado que traerá nuevas e insospechadas calamidades.