Main logo

Chiapas: mito y leyenda

En las calles de sus ciudades transita el tiempo, el mito y la leyenda y desde aquí se refleja la belleza de las flores. | José Luis Castillejos

Por
Escrito en OPINIÓN el

El "Hombre lobo", la “Llorona”, “La cocha enfrenada”, “El sombrerón” y el “Chupacabras” son leyendas rurales mexicanas que, con el paso del tiempo, se convirtieron en distractores y psicosociales de los gobiernos de turno.

Desde mi infancia escuché hablar, durante los velorios o en los denominados días de “muerto”, de estos personajes de ficción. Era un poco para meternos miedo.

Un día mi padre cazó, de un disparo con un rifle 22, a la “llorona” que no era otra cosa que un gavilán que en noches de luna llena volaba de árbol en árbol y con sus graznidos pareciera, según interpretaban los lugareños, como el grito de una mujer.

Mi padre sembraba maíz y algodón en un terreno propiedad de Don Cipriano Mendoza, en la antigua carretera Nueva o Carta Blanca, que conduce de Tapachula a Ciudad Hidalgo, Chiapas.

Me relató que el graznido era tan feo que se le erizaba la piel cuando apertrechado desde una troje de madera y palma vio volar el ave y luego sus gritos. La siguió hacia otro árbol y disparó y ahí se acabó la llorona y que tenía con el Jesús en la boca a hombres y mujeres de la región.

En la actualidad, los psicosociales no son otra cosa que una cortina de humo, mezclados con leyendas, mitos y realidades dispersas. El trasfondo, de quienes lo propagan, es distraer a la opinión pública de los problemas políticos de un país, exaltar la imagen de un gobierno o desprestigiar a la clase política.

No es privativo de México. Ocurre en muchas naciones del continente y, coincidentemente, esta distracción de la opinión pública ha sido propalada por “periodistas” sensacionalistas.

Siempre suelen coincidir con actos políticos controversiales, descubrimientos de actos de corrupción, desgaste o impopularidad de un gobierno, actos inconstitucionales y es un distractivo. La gente cae, en muchas ocasiones, en esta vorágine desinformativa y contribuye a propalar la versión salpimentándola aún más con datos sin confirmar.

Allá por los 80 cuando era niño y acudía a la escuela primaria “Justo Sierra” y se esparció el rumor de “La llorona”, una mujer vestida de blanco que levitaba.

Siempre nos recomendaron a mi hermana Lilia y a mí, tener cuidado cuando pasáramos por la “Montañita”, un frondoso terreno de Don Jeremías Suriano, en la colonia Esperanza, en la zona baja del municipio de Tapachula, Chiapas. “Si ven a una mujer que los llama no acudan a su llamado, apresuren el paso y crucen”, nos decían los consejos de personas adultas. Había que pasar por una vereda de unos 300 metros, entre árboles y maizales y la mirada de los dos niños iba al frente o al suelo, nunca a los lados.

La Llorona es un espectro del folclor hispanoamericano. Es, según la leyenda, el alma en pena de una mujer que asesinó o perdió a sus hijos, busca a estos en vano y asusta con su sobrecogedor llanto a quienes la ven u oyen. Y al grito de “Ayyyy mis hijos” busca a otros niños o si un hombre mayor la ve lo enamora y se lo lleva a la montaña donde desaparece para siempre. Este personaje de la mitología y de las leyendas mexicanas, tiene su origen en algunos seres o deidades prehispánicas como Auicanime, entre los purépechas; Xonaxi Queculla, entre los zapotecos; la Cihuacóatl, entre los nahuas; y la Xtabay, entre los mayas lacandones. En nuestros tiempos era motivo de cuentos en los velorios y se enchinaba la piel al escuchar a los mayores mientras jugaban al póker o al cubilete.

Después llegó a mis oídos el peregrinaje de “El sombrerón” que no es otra cosa que un hombre grande que montado a caballo, con un sombrero de ala ancha, como de charro, vistiendo traje con espuelas, pistola al cinto y un puro entre los labios recorría las rancherías en busca de jovencitas. A su paso, según la leyenda, el ganado quedaba en calma y los árboles paralizaban sus hojas. Este ranchero “enloqueció” a muchas mujeres.

Al mismo tiempo de “El sombrerón”, “La llorona”, llegó el cuento de “La cocha enfrenada”, un puerco o marrano muy parecido a un jabalí grande, que arrastraba enormes cadenas y se paseaba por las calles del pueblo después de las once de la noche. Los caballos relinchaban a su paso, los perros ladraban y la gente se encerraba en sus casas para impedir que les robara el alma.

Más recientemente vino el “Chupacabras” un animal reptiliano, deforme que entraba a zonas ganaderas o rurales. De piel verduzca y escamosa, ojos grandes y saltones, y cabeza ovalada, según “testimonios” divulgados en la prensa, este hacía de las suyas, destrozaba al ganado. Animales de corral desangrados o mutilados de forma muy extraña hizo correr la leyenda.

Ahora sale un nuevo psicosocial en Chiapas, pero en versión moderna, “light”, masterizada: el “Hombre lobo” quien hizo su “aparición” recientemente en el municipio de Ocozocuatla de Espinoza (Coita). La gente lo buscó por todos lados y corrió de boca en boca la leyenda.

Este tema lo sacó a relucir un personaje que se hace llamar LG Mayumi o Luis Comander quien se atribuyó la versión moderna de haberlo inventado en Coita luego de haber pasado al poblado de Ocuilapa donde una señora le comentó que había escuchado aullidos, y ahí él comentó: “Señora tenga cuidado porque se le puede aparecer el hombre lobo”.

Luego le comentó a un agente de seguridad de esa región que la señora estaba asustada y le dije que ella había visto a un hombre lobo y luego el policía se lo cuenta a sus compañeros y estos van a sus casas y lo cuentan con sus esposas y se genera la leyenda.

Las técnicas de esta desinformación o psicosociales está basado en el empleo de estereotipos y la propaganda se encarga de formar o reforzar imágenes. Quienes realizan estas campañas se encargan de seleccionar algunos medios informativos (redes sociales: Facebook, Twitter, principalmente)  desde donde se sobredimensiona un problema. Luego se lanza la mentira y se bombardea y la ola de mentira crece llega a los periódicos, a la radio y los canales de televisión. La intención es  que esta “verdad” sea incuestionable.

Los expertos en los psicosociales son, principalmente, agentes de inteligencia que desarrollan un gran aparato propagandístico y se apoyan en mitos y se desliza la sensación de que frente a estos problemas el salvador es el gobierno, los aparatos de seguridad y que hay que mirar las cosas en perspectiva, al futuro.

Es de risa. Persistirá en el imaginario popular el “Chupacabras”, “La cocha enfrenada”, los “traficantes” de órganos, “El sombrerón” y “La llorona”. Hay que mirar de frente y a los lados y que no nos metan la sensación, como cuando niños, que sólo había que ver hacia abajo y nunca entre el follaje.

Entre las ramas de los árboles de “La montañita”, en mi natal Venecia, está escondida la gran mentira.

Esto sucede en Chiapas es tierra de mito y leyenda. Y es que en ese hermoso estado hay 24 cielos, porque cada hora el cielo cambia de azul y es cierto.

Un día el dueño de Chiapas es el sol, porque todo se inunda con su luz, los techos cobrizos de las casas de tejas, las paredes blancas de sus pueblos remotos, sus maizales en cosecha de granos de oro, refiere el ex campeón nacional de oratoria Mario Uvence.

Otro día la dueña de Chiapas es la luna, porque se cubren los ríos y los lagos y sus costas y los horizontes con sus sombras de noches repletas de estrellas y entonces, la barca blanquecina de la luna se apropia de los sueños, otro día el agua es la dueña de Chiapas, porque surge del subterráneo del río la venta, porque llueve a raudales en la selva, porque es mansa en Montebello, porque corre de prisa y lo arrasa todo en el Grijalva y el Usumacinta, porque se desgrana en mil trozos de espuma en Agua Azul, en Misol-Há, en el Chiflón, en el encuentro eterno de las aguas que le hacen el amor a las aguas en las noches húmedas de la vida.

Otras veces el verde es el dueño de Chiapas, porque la selva y el bosque lo devoran todo, el sueño, el cuerpo, el olor, y hasta el silencio y otros días la mujer y el hombre son los dueños de Chiapas, porque ni la desesperanza, ni la masacre, ni la injusticia, ni el oprobio, ni la pobreza han podido doblegar a este pueblo que te espera con su Cañón del Sumidero, símbolo de la fiereza de los Chiapas, con su legado colonial, en sus magníficas rutas virreinales de Chiapa de Corzo, San Cristóbal de las Casas, Comitán y Tecpatán, en la costa, la sierra, en Tapachula.

En las calles de sus ciudades transita el tiempo, el mito y la leyenda y desde aquí se refleja la belleza de las flores.