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CELAC: válvula de escape para una región en crisis permanentes

No había terminado la sexta CELAC, cuando el cúmulo de críticos ya destilaba argumentos. | Ismael Jiménez

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Escrito en OPINIÓN el

Fieles a su costumbre, la mejor premisa de los críticos fue la descalificación, denostación, ridiculización y a manera de sorna, tildar de ignorantes a los organizadores y la mayoría de los países asistentes y sus representantes.

Pérdida de tiempo y recursos, fue lo mínimo argumentado, hasta llegar a lo que se ha dado en llamar, “CubaGate”. Cierto, la oposición, no tiene por qué, ni debe estar de acuerdo con lo que haga o diga el actual gobierno. 

Lo que no es correcto, es querer minimizar un evento que podría sentar las bases de cambio en un continente oprimido por décadas de gobiernos que ahondaron la pobreza como denominador común en la región.

Pero el epicentro del descontento está en la desaparición de la Organización de Estados Americanos (OEA), o cuando menos, la destitución de Luis Almagro, sugerido por el gobierno mexicano. Propuestas respaldadas por al menos en una decena de países de la región.

La polémica se ha centrado en la eficacia de la OEA para aliviar los rezagos sociales de Latinoamérica y el Caribe, o que al menos, garantice el seguimiento de programas que incentiven el desarrollo social y económico de la zona. 

El consenso general, dice que no. La OEA nacida en el marco de una política de Paz para Latinoamérica en 1948, tenía entre otras funciones generales, impulsar la institucionalización de las naciones, promover la democracia y el Estado de Derecho en cada nación miembro. 

Luego de eso, no hay mucho que destacar más allá de la expulsión de Cuba del organismo en 1962. Fecha en que al menos para algunos países, quedó claro que la organización operaba como brazo político de Washington en Latinoamérica.

Para muchos, todo esto es normal, y así ha sucedido desde entonces, lo que para algunos lleva a suponer que no existe motivo para cambiar. Al menos ese parece ser el razonamiento de Luis Almagro, quien al asumir en 2015 la dirección de ese organismo, cambió su visión sobre la política, la democracia y la soberanía de los países miembros.

Hay quienes señalan que Almagro no ha cambiado y que sus convicciones políticas siguen siendo las mismas que lo unieron a José Mújica, cuando éste fue presidente de Uruguay y lo invitó a ser parte de la misma fórmula política e ideológica con que gobernó.

Pero los hechos parecen decir lo contrario, y así lo afirma una carta enviada por José Mújica, ya como expresidente de su país. Cuando Almagro asumió la postura conservadora y de extrema derecha para enfrentar casi desde el primer día al frente de la OEA al gobierno de Venezuela.

Por aquel entonces, el expresidente de Uruguay en una carta personal a Almagro escribió: “Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós”. Las palabras de José Mújica no tendrían ningún sentido de no ser porque éste, fue mentor de la carrera política de Almagro y pieza clave para su llegada a la dirección de la OEA.

Lo anterior fue resultado de las arengas que inició Almagro contra Venezuela en las que declaró que se debía restaurar la “democracia” en ese país, incluso por la vía militar si era necesario. Lo anterior es todavía más controversial toda vez que el diplomático uruguayo fue amigo de Hugo Chávez, a quien visitó en más de una ocasión en funciones como canciller de su país.

Todo termino por resquebrajarse al momento que Almagro llamó “dictadorzuelo” a Nicolás Maduro y apoyó el programa de “golpe blando” de Juan Guaido, con quien se reunió en más de una ocasión para brindarle apoyo e impulsar la creación del Grupo de Lima, que tenía por objeto, destituir al gobierno de Maduro.

Desde entonces, Almagro se ha caracterizado por promover una política abiertamente de derecha en Latinoamérica, influyendo directamente en las elecciones de Ecuador, Perú, Bolivia y Colombia. De hecho, el gobierno de Luis Arce lo responsabiliza del golpe de Estado en Bolivia en 2019, dirigido por Jeanine Áñez y un grupo de políticos de ultraderecha que hoy enfrentan juicios bajo esos cargos, luego de que, en las elecciones de octubre de 2020, volviera a ganar en las urnas la corriente política que encabeza Evo Morales.

Es difícil prever si desaparecerá o no la OEA, un organismo burocrático e insustancial como podemos comprobar en su página web en la que no se ven propuestas, ni programas concretos para impulsar el desarrollo de la región. Más allá de lineamientos técnicos diplomáticos y legales. 

Es en ese sentido, es que la CELAC busca sustituir a la OEA, pues en los tiempos actuales, será fundamental tender lazos de cooperación y ayuda política, económica y social, si es que, se quieren evitar brotes de descontento social en una región tradicionalmente fragmentada, dividida e injusta. La pandemia arroja esa oportunidad a los países de la región y en pos de ello deberán trabajar.

Si la CELAC será o no la nueva Unión Europea, no lo sabemos por ahora, lo que sí es importante, es preservar la democracia, la soberanía de las naciones y terminar con el bloqueo a Cuba y Venezuela, que además de inhumanos, son el origen del atraso y desigualdades que ahondan las diferencias entre lo que, para unos y otros, es la democracia.