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CDMX: Constitución o desastre

No nos acercamos a un ejercicio constituyente, cuanto a uno de mercado donde poderes constituidos y partidos mercaran intereses, perversiones y complicidades.

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Escrito en OPINIÓN el

Dicen que el camino más seguro al desastre es plantearse las mismas preguntas ante nuevas circunstancias.

 

Cuando en lugar de abrirnos a nuevas posibilidades nos encerramos en prisiones de viejas experiencias y tiramos por el caño la llave de salida, no hacemos otra cosa que negar toda posibilidad a la política. Ésta deriva de la libertad e igualdad de los hombres para deliberar sobre asuntos que les son comunes y, en consecuencia, accionar en unidad de propósito y acción conforme a los retos que se les presentan.

 

Cuando abordamos la realidad bajo prejuicios –juicios adquiridos, las más de las veces negativamente, sobre un acontecer pasado mal conocido-, nos negamos el futuro y negamos el futuro. Nos condenamos a un futuro viejo, lo que de suyo es una contradicción en sus términos; a un futuro muerto y estéril.

 

Siempre se nace en un mundo viejo, pero todo nacimiento es el anuncio de algo nuevo, diferente e imprevisible. Quitarle su novedad, diferencia e imprevisibilidad es negarle su potencia.

 

Pues bien, esto es lo que estamos atestiguando con relación a la nueva Constitución de la también, a un tiempo, novedosa y añeja Ciudad de México. Nueva constitucionalmente hablando, pero eterna en palabras de Netzhualcoyotl: “No acabarán mis flores, no morirán mis cantos”.

 

El Doctor Diego Valadés me lo hacía ver la semana pasada: ¿cómo, se preguntaba, pueden integrar un poder constituyente, ¡poderes constituidos!?

 

Constituyente es quien constituye y constituir es establecer, erigir, fundar. Del latín constituere, de com: juntamente, en unión, en compañía de, con, juntos; y stituere, de statuere: establecer, fundar, fijar, poner en pie. De sta: estar de pie, estar derecho, estar inmóvil, estar, detenerse.

 

Por supuesto que quien constituye no lo hace de la nada y abstraído de su propia circunstancia. Ortega y Gasset decía: “Yo soy yo y mi circunstancia”, pero añadía: “y si no la salvo a ella no me salvo yo” (Meditaciones del Quijote 1914). Así la circunstancia no es una prisión, sino una oportunidad y una responsabilidad.

 

En otras palabras, los próximos constituyentes serán ellos y su circunstancia. El problema deviene de que algunos tendrán dos circunstancias que posiblemente sean incompatibles, por lo menos los constituyentes de poderes constituidos enfrentarán la circunstancia de ser constituyentes de algo nuevo y, al mismo tiempo, ser constituidos y sujetos a los prejuicios y condicionamientos de su previa constitución.

 

Parecida disyuntiva habrán de enfrentar los representantes que por la vía electoral directa lleguen impulsados por partidos políticos, sus férreas dirigencias (Michels) e inconfesables compromisos y apetitos. Pero ese será un costo irremediable de la democracia moderna hasta en tanto no inventemos nuevos mecanismos de organización y participación ciudadanos.

 

Mi impresión es que no nos acercamos a un ejercicio constituyente, cuanto a uno de mercado donde poderes constituidos y partidos mercarán intereses, perversiones y complicidades.

 

Y mal empieza la semana a quien ahorcan en lunes. Así empezó este desastre: Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez encabezando el equipo de trabajo de Mancera para redactar la iniciativa de Constitución. No es ya un poco demasiado. Echeverría, al menos aceptó que a su edad ya no servía más que para cuidar a sus nietos.

 

¿Es que éstos dos no tienen llenadera? Muñoz Ledo es, sí, ajonjolí de todos los moles (y partidos y nóminas), pero jamás se ha significado como constitucionalista. Ifigenia es una reconocida economista. Ambos, además, están más cercanos a la geriatría que al mañana. Fidel Velázquez debe de estar muerto de envidia, aunque posiblemente también de asco. Yo, por lo menos lo estoy… y no de envidia.

 

@LUISFARIASM