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“Católico light” y el conservadurismo (anti)cristiano

Yo prefiero predicar la versión moderada del catolicismo. Esa que algunos llaman “catolicismo light” · Alejandro Basave

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Escrito en OPINIÓN el

Para Buki; el hijo, el amigo, el esposo, el papá, el gladiador, el gigante…

En estas épocas del año en la que los devotos y no tan devotos celebramos el descanso laboral la festividad católica conocida como Pascua o Semana Santa, me he puesto a reflexionar sobre el catolicismo y lo que representa para mí.

Soy católico a pesar de haber estudiado en una escuela católica muy conservadora. Que no se me malentienda, soy un privilegiado por haber sido formado en una escuela privada de buen nivel educativo. Sin embargo, he visto que el conservadurismo dogmático, inflexible e intolerante predicado por grupos como este, ha servido para adoctrinar a unos cuantos, pero para alejar lentamente a la mayoría de la sociedad de la iglesia. Me atrevo incluso a decir que el ala ultra conservadora católica ha fungido involuntariamente como propagandista para otras religiones, el ateísmo y el agnosticismo.

Tengo muy buenos recuerdos de mi primaria y secundaria. Hice buenos amigos, jugué futbol, tazos y espiro como si no hubiera un mañana, aprendí inglés y tuve la oportunidad de conocer a sacerdotes inherentemente buenos (que eran la antítesis del monstruo que adornaba con su retrato todas las paredes de mi escuela y que llevaba por nombre Marcial Maciel). Sin embargo, dos de las memorias de mi colegio que tengo más presentes ejemplifican a qué me refiero cuando digo que –lejos de acercar a Dios– el conservadurismo católico divorcia a la sociedad de la iglesia católica con mayor eficiencia que MTV, Los Simpson, la música de Marilyn Manson y todas las otras ridiculeces que nos prohibía mi escuela.

Pederastia clerical. Una sentencia histórica

La primera anécdota fue cuando en tercero de primaria un padre interrumpió mi clase de matemáticas y procedió a dibujar tres carreteras en el pizarrón. La primera era una carretera en excelente condición, sin curvas y con vía libre al destino. Esa, decía el padre, representa el camino al cielo vía el sacerdocio. Luego trazó la segunda carretera. Esa tenía algunas curvas y baches, menos carriles y aunque era más largo el recorrido, también terminaba en su destino el paraíso. Esa era el matrimonio. Por último, ilustró la tercer carretera. Esta última estaba llena de baches, curvas peligrosas y de repente se desplomaba a la nada antes de llegar a su destino. “Esa es la soltería”, soltó el padre para el asombro de todo el salón. Acto seguido, nos preguntó si alguien quería ir a un retiro en el noviciado.

La segunda anécdota pasó unos años después, cuando cursaba primero de secundaria. Esa vez también interrumpieron mi clase, pero no un padre, sino el prefecto de disciplina. Sin mucho preámbulo lanzó la pregunta “¿quién se quiere confesar?”. Para su sorpresa, ese día nadie levantó la mano. Refunfuñó, volvió a preguntar y ante la nula respuesta de su auditorio, exclamó cual actor de teatro isabelino: “Imagínense que van camino a sus casas. De pronto un tráiler les choca y fulminantemente los mata. Uy, si tan solo hubieran confesado sus pecados… Pero no, ya es muy tarde”. Volvió a preguntar con aires victoriosos y mágicamente empezaron a aparecer algunas manos arriba pidiendo ir a confesión.  

Ambas anécdotas me dejaron dos impresiones. La primera es que no considero a los protagonistas malas personas y entiendo que querían lograr un objetivo que para ellos era lo mejor para su blandengue auditorio. La segunda es que no obstante eso, su ejecución iba dirigida a niños y estaba fundamentada en el miedo (algo que Jesús nunca predicó). Además, lejos de ayudar a su causa (tener a más padres y confesar a más niños), estrategias como estas generaron que muchos de mis compañeros rehuyeran a todo lo que oliera a religión tan pronto pusieran un pie fuera del colegio.

Sé que cuando digo que soy progresista, pero también católico, a muchos les parece una contradicción. Pero esto se debe precisamente al poder que ha amasado el ala católica conservadora de nuestro país durante las últimos décadas. Ese grupo que veta a los jesuitas, que prefiere el soliloquio sobre el diálogo y que ha tratado de acaparar al catolicismo como si no existieran otras corrientes dentro de la religión.¡No lo maten antes de tiempo, tranquilos!

En otro artículo escribiré todas las razones por las que creo en Dios, pero en esta ocasión sí diré que en mi religión (y en la espiritualidad) le he encontrado sentido a la vida. Decía mi abuelo que no se puede filosofar sin comprometerse y -aunque tengo dudas- frente a la disyuntiva de creer o no creer, preferiré siempre creer. Así me tenga que asumir una pequeña micro partícula en algo tan grande y complejo que intentar encontrarle lógica absoluta sería infructífero (y francamente egocentrista).

Puede que al pensar así esté “drinking the kool aid” como dicen los angloparlantes, pero para mí funciona. Me ayuda a intentar amar mejor, perdonar más y juzgar menos. Y es que ahí justamente encuentro la contradicción del ala conservadora a la que tanto critico: ¿Con qué autoridad moral se asume juez y parte? Y más importante,  ¿por qué predicar con base en los prejuicios, el odio y el temor que Jesús tanto repudió? O en palabras del ilustre pensador contemporáneo Macklemore: “Parafraseamos un libro escrito de hace treinta y cinco mil años (sic) pero nos olvidamos de la parte que dice que Dios ama a todos sus hijos”.

Por todo lo anterior es que yo prefiero predicar la versión moderada del catolicismo. Esa que algunos llaman “catolicismo light” y que convenientemente me permite faltar a misa y reírme de memes burlones de mi religión. Pero también que me dicta que no antagonice a quien piensa diferente ni le niegue el derecho humano de la dignidad a una persona por sus preferencias sexuales. Un “catolicismo light” que me mueve a presentarle diferentes religiones y puntos de vista a mi hija para que ella forme su criterio cuando tenga edad suficiente. Que prefiere las acciones sobre la liturgia. Y que al final del día, me pide que haga las cosas por amor y no por temor.

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@alejandrobasave · @OpinionLSR · @lasillarota