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Carmen Boullosa, “El libro de Eva”

Hay mucho humor en "El libro de Eva" de Carmen Boullosa. Mucho goce, mucha sensualidad, mucho juego. | María Teresa Priego

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Escrito en OPINIÓN el

Carmen Boullosa es novelista, poeta y dramaturga, es también una escritora fascinada por las voces femeninas y por la indagación de los universos femeninos. ¿Cómo miraba el mundo Cleopatra? ¿Y Teresa de Ávila? Sus personajes femeninos suelen ser una reivindicación y un resarcimiento de la fuerza y los talentos de las mujeres en medio de los pantanos, de una diferencia sexual rígida y tan estrictamente definida. "Otro modo de ser humano y libre", escribía Rosario Castellanos.

No digo que la de Carmen sea una búsqueda racionalmente elegida, no. No digo que se sienta y dice: "¿a qué mujer olvidada, semi-olvidada, injustamente juzgada por la historia reivindico hoy? Es otra cosa su búsqueda, como una pregunta inagotable muy adentro suyo: ¿qué es una mujer? Lo que han dicho de ella, lo que ella dice de sí misma, cuando se le permite hablar de sí misma o cuando toma la palabra sin esperar que nadie se lo permita. Así eligió Eva y lo constatamos en los escritos que Carmen recupera.

¿Y por qué esos escritos llegan a las manos de Carmen? Porque es  una "salvaja" -y nuestras ancestras lo saben- como la mujer de su poema: "El fuego otra vez,/ ¿No lo ven?/ ¡No lo ven! Es el fuego/ ... Quiero vestirme. /...  no tengo más que el fuego: / Soy la desnuda... / No hay animal con el que pueda compararme, / desnuda estoy como el ganso o el lirio, / no hay planta con la que pueda compararme / quemada estoy, quemándome, / impaciente..."  La "salvaja" vuelve a los comienzos, a las preguntas originarias, a la desnudez vulnerable de la palabra. Y a su fuerza. ¿Qué nos queda sino la palabra? En la vida de Carmen alguna voz femenina enmudeció tan antes de tiempo: Esther, su mamá, la que siempre es joven, porque murió tan joven. "Escribo desde la herida", dice Carmen. Sí, tiene que ver con esa forma de escritura. Tiene que ver esa ausencia omnipresente. ¿Qué creamos con aquello que nos falta? 

Sus reivindicaciones-resarcimientos de las feminidades suceden de distintas maneras, me concentro en tres de ellas: primero, sus personajas rebeldes, intrépidas. Hay tanto de "indomable" en ellas, como María la bailaora en "La mano de Lepanto". Personajas que parecieran decir: "no nos domesticará lo doméstico, aunque vaya que importa, lo doméstico". Con una mano llenan una canasta con higos y con la otra manejan la pluma y la espada. O la pluma, como espada. Su segunda manera de aprehender las voces femeninas, es retomar mujeres de la realidad y narrar (muy a su manera) sus historias. Como Cleopatra en su poema largo. Como la pintora Sofonisba Anguissola en "La virgen y el violín". 

Y una tercera: Carmen convoca personajes de ficción a su mesa y les dice, (está bien, quizá de manera arbitraria me parece a mí escuchar que les dice): "tú, creada por una voz masculina que habla por ti, dinos de ti". Como sucede en el "El libro de Ana" y en el "Libro de Eva". De alguna misteriosa manera, a Carmen le llegan los manuscritos de estas mujeres. Les cuento: Carmen está inventando un guiso en su cocina, o platicando con Mike, o bordando un mantel, y en algún buzón cósmico le depositan las fojas inéditas. 

"Has ganado el favor de recibir los papeles de Eva. Si al leerlos sabes que no son para ti, entrégalos a quien lo creas pertinente. Cuídalos, te han sido confiados. Si los has apreciado, cuando sientas tu luz menguar, elige con sensata fe a la siguiente persona destinataria. No los retengas, los arriesgas a su destrucción". Entonces ella, como "leal guardiana", toma su pluma (porque escribe a mano en sus cuadernos), copia lo que está escrito y nos lo transmite, sin alterar ni una coma. Nos convierte a nuestra vez, en "guardadoras". Guardadoras de las delicias y los abismos de las palabras femeninas.

 ¿Quién más hablada, descrita, dicha, que Eva-costilla-de-Adán- habitante-del-Edén? Pues, ¿qué creen? Eva surge desde  los tiempos más remotos para decirnos: "¡Qué barbaridad, Adán! ¡Exageras!" Él exageró y sus descendientes abundaron en la exageración, porque así ha convenido a la gran empresa de repartir definiciones de qué son los hombres y qué son las mujeres. Cómo deben pensar y actuar los hombres y cómo las mujeres. Inamovibles. Estáticos. "Decir que la carne del varón fue anterior a la mía, y que a la mía se la sacaron de un costado, es un disparate", escribe Eva, tras perder la paciencia ante las alarmantes maledicencias de Adán, quien hizo circular (con gran éxito) la absurda versión de que su compañera fue creada a partir de su costilla. Una compañera, una par, ¿puede ser creada a partir de una costilla?

Eva, afortunadamente, inventó la escritura. Con tan útil herramienta se libera del silencio y nos ofrece  la narración de los hechos verdaderos: la cohabitación con Adán en el Edén, la decisión de abandonar ese primer hábitat que Eva nos describe como un espacio casi antiséptico y todo lo que fue sucediendo desde el primer momento de la llegada de ambos a la tierra.

Eva nos dice que trabajar no fue una desgracia, ni parir tampoco. Morder la manzana. Eva la muerde, y la descripción de ese viaje es de una gran sensualidad porque la mordida, es la descubierta de la piel. La mordida es el descubrimiento de la capacidad de discernir y por consiguiente la toma de consciencia. El paulatino acceso a la necesidad de crear, a la invención de las palabras. La mordida convierte a Eva en "humana", es decir: mortal. Eva y Adán quedan inscritos en el tiempo. Comienza a existir el tiempo. 

Pero esa mordida es también el comienzo de la alteridad: ?"cada persona, por efecto de aquella mordida mía, cada uno de nosotros es distinto al otro". Hasta aquí vamos felices y contentas/os. La alteridad existe de una persona a la otra. Pero, ¿qué sucedió con Adán cuando decidió inventar en Eva una alteridad dependiente, sometida, no dueña de un cuerpo y de una vida, sino consecuencia del cuerpo de Adán y de su vida? ¿Cómo pudo? ¿por qué lo hizo? Eva nos lo explica con detalle en su libro. La versión de Adán y cantidades de sus descendientes convirtió a Eva en una "traidora". Una disoluta que desató la desgracia que cayó sobre los varones y las varonas. "Desobedeciste! ¡Carne eres y en carne quedarás maldita! ¡Serás tu propia noche!"

Eva descubre el clítoris. Lo crea, más bien. Descubre las maneras distintas, específicas de los ritmos del deseo y de la sensualidad femenina. Se aplica hasta la excelencia en esa vía. Eva, a quien en un prólogo a sus escritos Teresa de Ávila llama "sabandija inmunda", escribe: "Las fábulas inventadas por Adán habían ganado la partida. Ahí está el poder de la palabra: moldea a los hombres, sus costumbres, sus grupos. Las palabras no sólo nombran, hacen". Hay mucho humor en "El libro de Eva". Mucho goce, mucha sensualidad, mucho juego. Hay ciertos anhelos empecinados: ¿cómo se construye un mundo en el que las palabras sí sean posibles, en donde entenderse, sí sea posible? Un mundo horizontal de alteridades que cohabitan sin violencia. ¿Acaso las propuestas de las mujeres podrían ofrecer una opción distinta? Quizá sí, quizá no, pero esos universos femeninos acogedores, creativos, sin diluvios universales ni puñaladas traperas, son el  sueño, la esperanza de Eva.